VESTIGIOS ENTERRADOS
ALLÁ en Cuzco, formando parte de uno de los muros exteriores del hoy palacio arzobispal, se puede admirar una gran piedra de doce ángulos finamente tallada y unida a otras con extrema precisión, sin argamasa alguna, hasta el punto de que ni tan siquiera un alfiler puede penetrar entre unas y otras. “Esta es la piedra de los incas”, afirman con orgullo los lugareños, quienes a renglón seguido muestran otra parte del mismo lienzo, obra ya de los conquistadores españoles, cuyas piedras aparecen ensambladas con mucha menos pericia. “Y estas son las piedras de los incapaces”, añaden a continuación con una carcajada. En materia de conservación, se trata de respetar los vestigios de nuestro pasado para poder reconocernos en nuestro presente y construir el futuro. Y de paso, si toca y como en el Perú, para mostrar nuestra cultura a los turistas.
El patrimonio no es la lamparita de imitación art déco que dejó la tita en herencia, ni tan siquiera el escudo del Betis que llevaba nuestro padre en la solapa: esos son recuerdos que nos unen a nuestro pasado individual. Cuando nos referimos a la cultura, que es de lo que se trata, hablamos de una serie de valores con un común denominador, de señas de identidad colectivas que nos sirven para distinguirnos de un finlandés, de un estadounidense o de un residente en cualquiera de esas impersonales ciudades construidas en el desierto a base de petrodólares.
Lo ocurrido en las últimas décadas en Algeciras no es una cuestión de incapacidad, pero sí de desdén, de prisas, de una necesidad de revestir de modernidad cateta una ciudad que echó abajo su caserío tradicional y que ahora, de la mano del Ayuntamiento, se empeña en mantener enterrado su pasado. Contexto: mes de julio, viernes por la tarde. Como quien no quiere la cosa, una nota de prensa del Consistorio informa de la visita que el alcalde y dos de sus concejalas han realizado junto a algunos de los miembros de la familia de Paco de Lucía al edificio que acogerá el
No se trata de cumplir la normativa, faltaría más, sino de aprovechar las oportunidades
centro de interpretación dedicado al guitarrista. “Tras comprobar in situ el buen desarrollo de las obras”, rezaba el comunicado... Había que llegar al quinto párrafo para llegar a la cuestión mollar: el futuro de los restos arqueológicos del S.IX hallados en las excavaciones previas.
La conclusión es que, en su inmensa mayoría, dichos restos van a ser o han sido ya enterrados, porque qué mejor idea que colocar sobre ellos una losa de hormigón y habilitar un aparcamiento encima. Lo de dejarlos de alguna forma a la vista para conectar la vieja ciudad con la memoria del maestro era ya pedir demasiado. No se trata solo de cumplir la normativa sobre la conservación de los restos, faltaría más, sino de saber aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Y esta, lamentablemente, ha sido otra más desperdiciada. Qué estupendo todo, qué gran capacidad.