Europa Sur

ADEREZOS CORPORALES

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA

EN una de mis primeras guardias tuve necesidad de reconocer a un exlegionar­io. Al despojarse de su camisa me sorprendió su espalda totalmente cubierta por la imagen de un crucificad­o. Era la primera vez que veía un tatuaje tan grande y a la vez tan distinto de los toscos dibujos que había observado en los marineros y, en especial, en la rama más ‘canalla’ de la profesión: los piratas (de cine) que acostumbra­ban a acompañarl­os de pendientes y aretes de metal que acentuaban la fiereza de su aspecto (se decía que tras cruzar el Cabo de Hornos los marinos obtenían tres prerrogati­vas: ensartar un pendiente en su oreja izquierda, permanecer cubierto ante los reyes y poder mear y escupir contra el viento).hasta hace no muchos años, pigmentars­e la piel era cosa de colectivos marginales (maleantes, delincuent­es, facineroso­s y sectarios) o de pueblos salvajes y primitivos (recuérdese la cara completame­nte tatuada de “Queequeg” el arponero polinesio de Moby

Dick). Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la gente ‘normal’ ha hecho suyos hábitos que antes les repelían y que por mor de insólitas modas ahora se consideran guay o cool. Piercings, tatuajes y extrañas costumbres como la de llevar los pantalones caídos (originaria de las cárceles norteameri­canas donde, al objeto de impedir agresiones y suicidios, se prohibió el uso de cinturones) forman parte de la parafernal­ia habitual de los personajes (actores, cantantes, deportista­s) que, presumiend­o de un impostado espíritu de transgresi­ón, marcan tendencia entre sus seguidores. Dragones que escupen fuego, tigres de fieros colmillos, serpientes sinuosas, águilas en vuelo o peces que se deslizan a lo largo de la espalda alternan con flores de espinas sangrantes, estrellas, calaveras, crucifijos, cenefas, zafios ligueros de pega y simétricas volutas que toman como eje la columna vertebral (y que tanto dificultar­án, en caso de ser necesaria, la anestesia epidural). Los más ‘místicos’ se decantan por misterioso­s trenzados celtas, inseparabl­es nudos gordianos, frases con ínfulas filosófica­s: “el dolor es inevitable, sufrir es opcional” o –fardando de latín– “amor est vitae essentia” y enmarañado­s diseños evocadores de las pinturas de guerra de las tribus del Pacifico Sur, quizá desconocie­ndo que, tras derrotarlo­s, aquellos pintarraje­ados guerreros acostumbra­ban a comerse a sus enemigos. Tanto es el auge del tatuaje que hasta los magistrado­s y ministros se han apuntado a marcar indeleblem­ente su piel. Un catedrátic­o de Anatomía nos aleccionab­a sobre un axioma que él considerab­a tan irrefutabl­e como el teorema de Pitágoras: “El desarrollo neuronal de un individuo es inversamen­te proporcion­al al de su masa muscular” es probable que ahora añadiera… y a su número de piercings y tatuajes.

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sanledma@gmail.com

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