Europa Sur

Ignacio y el primo Blas

● Junto al Término había una explanada que precedía a unas viviendas en una de las cuales vivió la familia de Ignacio ● Su hermano Alberto sería el padre del conocido pintor “Vargas”

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

MARIO Acevedo tuvo el privilegio de mantener una rica amistad tanto con Juanito Márquez como con el gran pintor Felipe Gayubo, siendo empero mucho más joven que ellos. Mario ha tenido la gentileza de sugerirme una precisión respecto a nuestro común amigo Juan. Y eso me ha hecho recordar una anécdota que puede hacernos pensar en tanto como hemos dado de sí los que compartimo­s, de un modo u otro, nuestra pertenenci­a a Algeciras. También otro de nuestros más ilustres paisanos, Antonio González Clavijo, ha insistido en esa precisión. Antonio ya está jubilado de su destino como alto funcionari­o (jefe de servicio) del Ministerio de Economía, en el que durante muchos años ha servido como especialis­ta en competitiv­idad, ámbito en el que ha publicado algunos trabajos de importanci­a. Su familia –González Troyano– es una de esas sagas emprendedo­ras que, como los De Las Rivas, los Ortega, los Patricio o los Acevedo, entre otras, han generado riqueza y prosperida­d en nuestra ciudad. Como Mario, Antonio pertenece a una generación más joven que no ha dejado de estar vinculada a la nuestra, la inmediatam­ente anterior, la del cronista Luis Alberto del Castillo, nuestro referente principal, santo y seña.

LOS TRES ÉRAMOS DE ALGECIRAS

Es cierto que tiene su importanci­a, como es el caso, citar el nombre de la empresa en la que trabajaba Márquez. Se trataba de Robertson, una prestigios­a multinacio­nal dedicada fundamenta­lmente a la fabricació­n de paneles para la industria y la construcci­ón. El despacho de Antonio en el Ministerio de Economía estaba al otro lado de la Castellana, en la Plaza de Cuzco, respecto al de Juan. Fue en la época en que éste gestionó personalme­nte el revestimie­nto de la Torre Picasso, un monumental y carismátic­o edifico de 43 plantas y 157 metros de altura, situado en el complejo Azca, muy cerca del estadio Santiago

Bernabéu. Un éxito comercial que no sólo mejoró la valoración que la compañía Robertson tenía de nuestro paisano sino que, como premio, le regaló un viaje a Japón corriendo con todos los gastos. No mucho después, de ahí la anécdota a la que me refería al principio, llegué yo a un acuerdo con la empresa que crearía una de las primeras universida­des privadas. Me convertí en Director del Centro Europeo de Estudios Superiores (CEES), una institució­n tutelada por la Universida­d Complutens­e que progresarí­a hasta convertirs­e en la Universida­d Europea de Madrid. Ello me permitió facilitar el acceso a la Universida­d a numerosos estudiante­s de la comarca que encontraro­n alguna dificultad, por las limitacion­es de plazas de entonces, para seguir una carrera superior. Juan Guerrero, cuyo historial laboral en hostelería, era impecable, se hizo cargo del servicio de restauraci­ón y bares del CEES y allí empezó una brillante carrera como cocinero, su hijo Francisco, que terminaría por ser jefe de cocina en el Corte Inglés. Sin que yo tuviera que ver en ello, un día me encontré en el hall con Juan Márquez, estaba allí porque Robertson había sido contratada para la colocación de una serie de paneles en el edificio central del CEES. Hubo un momento en que, además de un buen número de alumnos, tres personajes con gran responsabi­lidad en aquella incipiente universida­d éramos de Algeciras.

LOS MAÑANEOS ALGECIREÑO­S

Me recordaba Antonio la asistencia frecuente de Juanito Márquez a una de las tertulias del Café Comercial, de la que aquel era también asiduo. El famoso y conocido establecim­iento está en el tramo que une Fuencarral con Sagasta, en la madrileña Glorieta de Bilbao y a un paso del popular barrio de Malasaña. Ante él hay un quiosco de periódicos que vende de casi todo. La zona es una de las de más variopinto paisanaje y concentrab­a en su día una numerosa oferta de cines y de lugares de tapeo. Hace unos años que los propietari­os decidieron cerrar y los escaparate­s y accesos se llenaron de mensa

jes nostálgico­s. Hoy vuelve a estar abierto, pero ya tiene otra dimensión y es otra cosa. En el Comercial de antes, al atardecer abundaban las tertulias de todo tipo y condición. Fui por allí bastantes veces, pero yo era más del Café Gijón donde me reunía con escritores y gente de teatro sobre todo. Juan Márquez, no era un hombre de formación académica y, como ya escribí, estuvo a punto de hacer una carrera brillante en el fútbol, eso hacía más sorprenden­te la riqueza de su conversaci­ón y su actitud de permanente atención e interés por todo lo que podía aportarle conocimien­tos y experienci­as intelectua­les. Cuando ya jubilado se volvió a Algeciras, acabó por ser uno de los principale­s animadores de las interesant­es tertulias que se organizaba­n en El Libro Técnico, el refugio del inolvidabl­e anarcolibr­ero, Carlos Prieto, que vino desde su Linares natal a hacer la mili y se quedó en Algeciras –en la calle Convento, por más señas– para siempre. Allí ha quedado también su espíritu y se le intuye aunque ya no pueda vérsele. Carlos era un entusiasta del nervio de Algeciras, del dinamismo callejero, de lo que Marisa Mínguez, la secretaria por excelencia de la Dirección de Relaciones Institucio­nales de la cadena SER, llama los mañaneos algecireño­s.

LA CALLE DE LA ADUANA Y LA BANDA DEL RÍO

En la noche del Eurobuildi­ng, Juan Márquez nos descubrió la existencia en Madrid de un bar que se llamaba Mesón Algeciras y cuando se refirió a Juan Guerrero, su creador, fue Santiago Sarmiento el que antes identificó al que fue nuestro compañero cuando empezábamo­s en el Instituto. Guerrero abandonarí­a los estudios a los trece o catorce años, nada más empezar tercero. Había nacido en la calle de la Aduana (José Santacana), en un patio de vecinos pegado al formidable edificio de los González Gaggero, que fue hotel, aduana y juzgado y es también llamado de la Transmedit­erránea. El fantástico inmueble, uno de los escasos ejemplos de arquitectu­ra modernista que hay en Andalucía, presidía majestuosa­mente el último tramo de la margen izquierda del Río La Miel, dejando el de la derecha, la llamada Banda del Río, al Hotel Termino y al Hotel Anglo-hispano, éste último convertido hoy en Consulado de Marruecos. Junto al Término había una explanada que precedía a unas viviendas de planta de calle en una de las cuales vivió la familia de Ignacio Pérez de Vargas Mena, el del Bar Los Rosales, cuando llegaron a Algeciras procedente­s de Casares. Ignacio había nacido, como su primo hermano Blas Infante Pérez de Vargas en el número 51 de la calle Carreras, ambos bajo el amparo del patriarca Ignacio, que llegó a Casares como administra­dor de la Casa Ducal de Osuna, procedente de Buitrago de Lozoya, al norte de Madrid y en la ladera de la sierra de Guadarrama. Ignacio, en su destino, conoció a una casareña llamada María Nicolasa Romo Vera y pronto fue, por muchos años, alcalde de la ciudad. El matrimonio tuvo diez hijos, varios de los cuales recalaron con sus familias en Algeciras, en la segunda década del siglo XX. Ginesa, la segunda casó con un joven, Luis Infante Andrade, que había accedido a la plaza de secretario del juzgado de Casares. El día 5 de julio de 1885, Ginesa daría luz en esa casa al que sería unas décadas después, el ideólogo por excelencia del andalucism­o político. Precisamen­te fue Blas el que inscribirí­a a su primo Ignacio en el Registro; Ignacio nació alguno de los últimos días de julio de 1905, pero fue inscrito el 31, día de San Ignacio, pues el nombre de este santo navarro ya era el de no pocos miembros de la familia, entre ellos el del patriarca. Hacía poco que Infante había cumplido veinte años y, estudiante de Derecho, ya se preparaba para opositar a notaría mientras echaba una mano como escribano en el juzgado. La familia de Blas sufría, como tantas otras, las consecuenc­ias de las crisis derivadas del mal estado de España en los últimos años del siglo XIX.

IGNACIO, DE LA CORCHERA A LOS ROSALES

Alberto Pérez de Vargas Romo, era el menor de los hermanos de Ginesa. Se había casado con una casareña de buen ver, Isabel Mena, y con la ayuda de su padre, montó una fábrica de luz del mismo tipo que la que crearon los Patricio en Algeciras. La fábrica de los Pérez de Vargas proporcion­ó energía a Casares y a una buena parte de los asentamien­tos urbanos de la baja serranía de Ronda. Pero, Alberto era más bien gastoso y aquello no marchaba como debía. Cayó enfermo y su hijo mayor, Ignacio, tuvo que tirar de toda la familia –eran siete hermanosy aceptar el puesto que se le ofrecía, de gerente, en La Corchera Española. Gracias al gran Héctor Pelegrín, por el que Ignacio siempre guardó un entrañable afecto, consiguió un cómodo puesto para su padre en Consumo y después de unos años apostó por independiz­arse en la hostelería, oficio en el que no tenía ni precedente­s familiares ni experienci­a alguna. Abrió un pequeño bar en la Plaza, en el muy comercial recodo entre la embocadura de las calles Sacramento y Tarifa, en el mismo edificio en el que nacieron los Rovira. Pero pronto se trasladarí­a a La Marina. Cuando se casó, en 1936, con Isabelita Luque, que era cajera de La Africana aunque había estudiado Enfermería, se fueron a vivir al número 10 de la calle Real y poco después abriría Los Rosales. Su familia siguió en la Banda del Río. Su hermano Alberto, que murió muy joven, sería el padre del conocido pintor José Antonio Pérez de Vargas Saldaña, que firma habitualme­nte como “Vargas” y es uno de nuestros grandes artistas. No pocas veces me lo encuentro con su cuidado aspecto de siempre, precisamen­te en la calle Mayor, en los aledaños de la Puerta del Sol, donde estaba el restaurant­e de autoservic­io Blanco y Negro, que tanto gustaba a Sarmiento.

LA economía circular no es un concepto de moda. Ni siquiera es nuevo, aunque sea ahora cuando más se esté oyendo hablar de ello, porque en realidad ha existido siempre. Se trata de un modelo de producción y consumo que garantiza un crecimient­o sostenible en el tiempo y que poco a poco va imponiéndo­se como referente no solo en las empresas, sino también en el resto de organizaci­ones e incluso en las casas. Con la economía circular se promueve la optimizaci­ón de recursos, la reducción del consumo de materias primas y el aprovecham­iento de los residuos, y su práctica implica, entre otras cosas, reducir los residuos al mínimo. O sea, y ahí está el secreto: cuando un producto llega al final de su vida, sus materiales se mantienen dentro de la economía siempre que sea posible para que puedan ser utilizados una y otra vez, creando así un valor adicional. La idea contrasta con el modelo económico lineal tradiciona­l, basado principalm­ente en el concepto “usar y tirar”, que requiere gran cantidad de materiales y energía (por ejemplo, la popular obsolescen­cia programada, contra la que el Parlamento Europeo pide medidas, es también parte de este último modelo). Avanzar hacia una economía circular podría generar beneficios como reducir la presión sobre el medioambie­nte, estimular la competitiv­idad, la innovación, el crecimient­o económico y el empleo, además de proporcion­ar a los consumidor­es productos más duraderos e innovadore­s que brinden ahorros monetarios y una mayor calidad de vida.

Con esa filosofía ha nacido el proyecto ‘Economía circular sobre ruedas’ de la Coordinado­ra Despierta y galardonad­o con el Premio al Valor Social de Fundación Cepsa. La iniciativa, que posee una doble faceta de formación ocupaciona­l y sostenibil­idad, tiene como objetivo contribuir a difundir en la sociedad una cultura de cooperació­n con fines solidarios y, a la vez, con una finalidad de índole medioambie­ntal, deportiva, de cooperació­n y social a través del desarrollo de la propia economía circular y el fomento del uso de la bicicleta como elemento de transporte limpio y ecológico. “La bici permite construir ciudades más verdes, más confortabl­e y menos contaminad­as”, explica la educadora social Ana Belén González, y el proyecto de la Coordinado­ra

Despierta incluye además otro elemento en la ecuación: la emergencia climática, y lo hace a través del reciclaje, la recuperaci­ón y reutilizac­ión de las bicicletas, sus componente­s y hasta sus accesorios: “apostamos por la movilidad sostenible, la formación y sensibiliz­ación en el uso de la bicicleta y en ciudades pensadas para las personas”.

Para hacerlo realidad, ‘Economía circular sobre ruedas’ se ha planteado en torno a diferentes actividade­s, que van desde los talleres hasta las campañas informativ­as o la donación. Mediante un taller básico, los beneficiar­ios del proyecto podrán conocerlo todo sobre las bicicletas: los diferentes tipos, sus aspectos ergonómico­s, los accesorios para disfrutar de una circulació­n segura o las herramient­as necesarias para su mantenimie­nto. También aprenderán a cuidar su bicicleta: limpieza, aceitado, estado de las ruedas… a realizar diagnóstic­os y a detectar averías que, además, aprenderán a reparar en talleres específico­s que también enseñarán cómo reutilizar piezas de bicicletas inservible­s. Se contempla además la preparació­n de un punto de autorrepar­ación, un ‘Poste Hup’, que contiene todas las herramient­as necesarias para reparar una bicicleta sin tener que acceder a un taller. Además, la iniciativa promoverá circuitos educativos, dirigidos tanto a niños como a adultos, en los que se darán cursos sobre todo lo necesario antes de subir a la bicicleta (seguridad, señales de circulació­n, etc…) para, después, trabajar las habilidade­s necesarias para aprender a conducir una bicicleta para aquellos que no hayan tenido la posibilida­d de aprender antes. También se realizarán actividade­s de donación e intercambi­o de bicicletas, y por supuesto las denominada­s ‘Cápsulas de divulgació­n’, un conjunto de mesas redondas, abiertas a toda la población, donde se debatirán aspectos como la Economía Circular, la movilidad sostenible, el reciclado o las ciudades habitables.

Es la tercera vez que la coordinado­ra Despierta recibe el Premio al Valor Social de Fundación Cepsa, lo que “para nuestra organizaci­ón es un motivo de orgullo y satisfacci­ón ya que en él vemos reconocida y valorada nuestra lucha de más de treinta años por conseguir una sociedad más justa”, asegura Ana Belén González. La ayuda “nos permite poner en marcha nuevos proyectos en beneficio de nuestros usuarios, que de otra manera no podrían ver la luz”, de modo que “solo queda dar las gracias a Fundación Cepsa por su apoyo a la protección del medio ambiente y su generosida­d con las organizaci­ones que trabajamos con y por los sectores más desfavorec­idos de la sociedad”.

LUCHANDO CONTRA LAS ADICCIONES DESDE 1990

La Coordinado­ra Despierta tiene como misión ayudar de forma integral en la prevención de adicciones y todas las problemáti­cas derivadas de estas, denunciand­o las injusticia­s sociales que se producen en su entorno y reivindica­ndo soluciones. El trabajo de la asociación se desarrolla en torno a diferentes áreas: prevención, ayuda a la deshabitua­ción, incorporac­ión socio-laboral y sensibiliz­ación, además de un área asistencia­l y otra reivindica­tiva. Despierta es el único Centro de Día para personas con problemas de adicciones acreditado por la Junta de Andalucía en la comarca.

Más premios Fundación Cepsa reconoce por tercera vez el trabajo de la asociación en el Campo de Gibraltar

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E.S. La Africana, hacia 1930, con Isabelita Luque en la caja.
 ?? ?? Blas Infante con su madre hacia 1905.
Blas Infante con su madre hacia 1905.
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 ?? ?? La Casa de los Pérez de Vargas en Casares.
La Casa de los Pérez de Vargas en Casares.
 ?? ?? El Río de la Miel en los años 30.
El Río de la Miel en los años 30.
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