El alcalde y la Sra. Besson (y II)
● El desenlace de la historia en la que Manuel Navarrete Campos tuvo que velar por la entrega de Madame Besson, acusada de haber robado 750 mil francos a su marido
Yasí, mientras en la ciudad de la Giralda siguen entretenidos siguiendo las peripecias de Madame Besson, en Algeciras, sin imaginar las futuras repercusiones municipales que aquella historia tendrá, prosigue nuestra primera autoridad afrontando el día a día de las necesidades del municipio como por ejemplo: “Se acordó establecer un arbitrio sobre los perros de 5 pesetas al año por cada uno”; o, también: “Se establece un impuesto sobre carros que transitan por la población [...] clasificándolos de 1ª, 2ª o 3º clase y que deberán pagar anualmente las cantidades de 50, 40 y 25 pesetas respectivamente”.
Ajeno a la esperpéntica historia acontecida en Sevilla, José Soto –importante industrial y vecino de nuestra ciudad– no estaba pasando precisamente por unos de sus momentos económicos más importantes, viéndose por ello obligado a realizar una operación financiera tomando en préstamo la nada despreciables cantidad de 22.500 pesetas para “atender las necesidades de sus negocios”; siendo el prestamista solucionador de sus males, el también conocido hombre de negocios, Francisco Fuillerat. Para poder recibir aquella considerable cantidad, Soto se vio en la obligación de hipotecar la mitad de un inmueble del cual era copropietario, conocido popularmente como patio de
sito en el número 24 de la calle Tarifa (antigua Bodegones y en aquel momento Pi i Margall). Las paredes de aquel popular y conocido caserón tenían por vecinos a Martín Font de la Vega, quién era a su vez propietario del patio conocido como ubicado en la citada calle; y al también vecino Nicolás Oñate gran propietario de terrenos en el barrio de la Concepción o banda sur del río de la Miel. La otra mitad del patio de
correspondía a la también conocida mujer con “posibles” María Recagno. Tiempo después y una vez pagada la deuda adquirida con Fuillerat, José Soto vendería su parte del inmueble al matrimonio compuesto por Antonio Cordón Puche y Juana Santos Troyano, dueños ambos de un falucho que surcaba las aguas del Estrecho llevando en la proa el pretencioso nombre de A todo esto, y entre el comentado esperpento hispalense o las deudas de Soto, los aficionados taurinos de nuestra ciudad, siguen muy de cerca el debut de un algecireño en la importante feria de Granada: “Se correrán 6 hermoso toros de
Don José María de la Cámara, vecino de Sevilla, que serán muertos por los aplaudidos diestros José del Campo y Manuel García […] Cuadrilla de Cara-ancha, Jesús Trigo de Sevilla y Miguel Salguero de Utrera. Banderilleros, Santos López de Madrid; Francisco Sánchez
de Sevilla; y Pedro Sánchez del Campo de Algeciras”.
De regreso a la historia de la Sra. Besson y Mr. Fontaine, comentar: “Y mientras cónsules y autoridades dudan del verdadero motivo del viaje de madame Besson; pues suele reclamar el apoyo de los reporteros y les cuenta que se haya legalmente divorciada de su marido por tentativa de asesinarla. Añade que él quiere unírsele de nuevo para gozar de su cuantiosa fortuna á pesar de haberle cedido en usufructo varias fábricas de Francia. Mr. Fontaine la denunció al cónsul de Málaga, según él, por haber huido con infinidad de alhajas en unión de un amante. Mientras la policía interrogaba a la servidumbre -prosigue el relato- la dama inglesa presentó al vicecónsul los documentos que la acompañan siempre y que la defienden contra los ataques de su marido. Manifiesta que el robo de las alhajas es una calumnia. La policía ha averiguado que á la señora la acompaña un sujeto que á poco de llegar salió con dirección á Madrid pidiendo prestado al dueño del Hotel Europa 2.000 reales, los cuales pagó madame Besson al cobrar una letra de 400 libras esterlinas”. Y coincidente con la marcha del “amigo” de tal señora en dirección a la capital de España, el alcalde algecireño impone una multa de 10 pesetas a un vecino de esta localidad por: “Introducir carnes de añojo que según reconocimiento resultó enferma mandándola quemar”. Pues además de los grandes proyectos comentados en la anterior entrega, la primera autoridad local y a través de sus agentes, debía atender la seguridad sanitaria y de orden público que le reclamaba su exigente ciudadanía, como también por ejemplo: “Se ha dado un Bando Municipal prohibiendo que los niños jueguen a juegos molestos en calles y plazas bajo multa”. También y por aquellos días, y en otro orden de la actualidad local, pasó por nuestra ciudad un importante personaje de la época: “El señor marqués de Comillas de regreso de Tánger y Melilla visitó Algeciras y Gibraltar. En este viaje le han acompañado su secretario Sr. Gayangos, el brigadier Camprubí y el canónigo Sr. Collell”. Pero dentro de todos aquellos acontecimientos que se originan alrededor de nuestra ciudad, hay uno en concreto que se publicita de modo muy escueto, pero que es de gran importancia para la comarca: “El Ingeniero jefe de Obras públicas de Cádiz ha enviado al Gobierno civil favorablemente informado el expediente para la carretera de Algeciras á San Roque”. Una vieja aspiración que empieza a hacerse realidad”.
De regreso a los hechos que se estaban desarrollando frente al sevillano hotel Europa, teniendo como protagonistas a los Sres. de Fontaine, y que tendría como escenario final a nuestra ciudad –según se recogió documentalmente– el escandaloso desencuentro matrimonial va subiendo de tono: “Interviene hasta la más alta instancia civil de la provincia; pues ni el vicecónsul británico ni el Gobernador Civil se atreven á proceder contra la viajera; la cual se muestra muy tranquila […] su hija apoya con viveza á su madre. Mr. Fontaine se hospeda en la fonda
vecina al hotel y desde donde se propone vigilar á su esposa. Mr. Fontaine ha encontrado en la calle de San Acacio al supuesto amante de su mujer y de nombre Alcaraz […] le conocía por haber sido su socio en la explotación de la fábrica de instrumentos musicales separándose por divergencias en la marcha de los negocios. Aunque Fontaine dice que riñeron porque cortejaba á su mujer y se pegaron en la calle insultándose
en francés y ante la rechifla de los curiosos que reían […] madame Besson á dicho que su marido es un maniático que despidió en París á gran parte del personal de las fábricas por no gustarle las cabezas de los dependientes. Alcaraz fue puesto preso; Mr Fontaine vigilaba en la plaza Nueva esperando la ocasión de llevarse á su hija, y madame Besson visitaba al cónsul francés”.
Prosiguiendo la crónica: “Todos guiados por sus respectivos abogados. Madame Besson desataba la lengua contra su marido; Alcaraz esperaba que lo pusieran en libertad para querellarse contra Mr. Fontaine y meterlo en la cárcel […] los cocheros y el público que presenciaron la escena jalearon el suceso con grandes voces y risas. Entonces apareció en el lugar del suceso el Juez Sr. Anaya, los abogados de las partes y el vicecónsul francés, que se presentaban á instancias de Mr. Fontaine para entregarle á su hija. Todos subieron á las habitaciones de madame Besson […] el Juez dijo que iba á entregar á Mr. Fontaine á su hija […] esta y su madre lloran amargamente; imploran protección arrojándose á los pies del magistrado […] todos hablan á la vez en inglés, francés y español […] el juez no entiende ni una sola palabra de lo que allí se dice”. Concluyendo: “Por los delitos de calumnia, injurias y sustracción de correspondencia privada, ha sido procesado el ex marido de madame Besson […] El tribunal ha juzgado á Madame Fontaine Besson acusada de haber robado 750.000 francos pertenecientes á su marido […] Madame ha sido presa y en cuanto se acredite la extradición se la llevará a Londres un agente de la policía inglesa […] y el Sr. Alcaraz, ha sido puesto en libertad [...] Obtenida la extradición Madame Besson esta será conducida á Gibraltar”. El escándalo “conyugal” se acerca a la comarca.
Días después de todo aquella turbamulta acontecida en la capital hispalense y al mismo tiempo que el alcalde algecireño estaba en su despacho firmando rutinarios documentos, a la parte inferior de la antigua casa consistorial llega un telegrama remitido por el Gobierno Civil, en el que ordena que la primera autoridad de la ciudad se haga cargo de la entrega a las autoridades gibraltareñas de una detenida. La orden una vez puesta sobre la mesa del alcalde produciría cierta perplejidad en Navarrete Campos, pues claramente era un asunto de orden público y para aquellas cuestiones ya estaba la Inspección sita en la calle Santísimo y frente de la cual se encontraba el cumplidor inspector Manuel Binochy; o también la Guardia Civil con su destacamento en nuestra ciudad. Tampoco se podía obviar al cuerpo de Carabineros, al frente del cual se encontraba el teniente coronel José Rosales González; y en último caso, la siempre eficiente Guardia Municipal, pues como bien quedó plasmado en una memoria de aquella época: “El municipio sostiene un buen cuerpo de Policía Urbana”.
Manuel Navarrete Campos, bien podía entender, quizá, que bastantes problemas tenía sobre su mesa de trabajo como para desempeñar “directamente” funciones y competencias de orden público. Pero el asunto, como bien quedó demostrado con un comunicado aún más extenso, no era en absoluto baladí, pues...¡hasta el mismo Estado había intervenido en aquella cuestión!. Así que sobre la mesa principal de la alcaldía algecireña quedaron pendientes asuntos tan importantes para nuestra ciudad como la resolución de los problemas urbanos y rurales generados por la llegada del ferrocarril, la adaptación de la ciudad a la modernidad que representaba la llegada del alumbrado, o los obligados cambios necesarios tras la puesta en marcha del servicio de vapores entre Algeciras y Gibraltar, entre otros muchos temas. Todo paralizado. Ya se sabe...
En definitiva y como fiel cumplidor de lo que desde Cádiz y Madrid se le demandaba como primera autoridad de nuestra ciudad, aquel frío día de noviembre y acompañado por personal municipal, Manuel Navarrete hizo acto de presencia en el muelle de los ingleses para embarcar en un vapor propiedad de la compañía del ferrocarril. Y cuyo motivo quedó debidamente documentado para los efectos oportunos y según el acta levantado: “Don Manuel Navarrete Campos […] Alcalde Presidente de este Excmo. Ayuntamiento […] constituido en esta Bahía y abordo del Vapor nombrado de la Compañía de Bobadilla á Algeciras, con el fin hacer entrega de la súbdita inglesa Marta Josefa Fontaine Besson, por tenerlo así dispuesto por orden telegráfica del Excmo. Sr. Gobernador Civil de esta Provincia y cuya extradición había sido concedida por el Gobierno de S. M. en Reales Órdenes de treinta de Octubre último, y diez y seis de los corrientes mes y año”.
Los hechos según fueron recogidos documentalmente se sucedieron del modo siguiente: “A la 1’30 h de la tarde y en el muelle de la expresada Compañía de ferrocarriles de esta bahía y pasando a bordo del vapor y reunido el Sr. Alcalde Presidente de este Excmo. Ayuntamiento en representación del Gobierno español; Míster Thomas Brockwell, en representación del Gobierno británico; Don José Luís Conrradi, Inspector de Vigilancia de la Provincia de Sevilla; y el Sr. Cónsul inglés con residencia en Málaga, Míster Alexander Finn.
Por el Sr. Alcalde Presidente se hizo entrega en representación del Gobierno Español á Míster Thomas Brockwell como representante del Gobierno Británico de la súbdita inglesa Marta Josefa Fontaine Besson, así como de 11 bultos que constituían su equipaje, entre cajas, cofres y maletas. Todos debidamente cerrados y precintados ignorándose por tanto el contenido de los mismos, y una vez examinados con detenimiento por Mr. Thomas Brockwell se hizo entrega de la expresada señora Marta Josefa Fontaine y de los 11 bultos que constituyen su equipaje. Estando presentes Don Francisco Vicente Montero, abogado de la Compañía de Ferrocarriles Algeciras-bobadilla y Don Joaquín Peinado Díaz”. Y así aquel asunto que levantó a toda la opinión pública sevillana, que fue seguido por las policías de tres naciones europeas, que generó tantos ríos de tinta, además de la general burla en la ciudad hispalense, concluyó de la mano del Alcalde de Algeciras en representación del Gobierno español y ante las autoridades de Gibraltar, a bordo de un pequeño vapor y en aguas de la familiar bahía. Los importantes planes para nuestra ciudad en aquella fría y otoñal jornada quedaban aparcados. El futuro podía esperar.
El vapor ‘Elvira’, en aguas de la Bahía, fue escenario del esperpéntico caso acontecido en Sevilla
Manuel Tapia Ledesma. Ex director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras.