No seamos alemanes del sur
POR primera vez el sur tiene una ventaja en la UE. El concepto de isla energética ibérica nos aísla pero a la vez nos ha hecho independientes del gas ruso, que es el foco de la infección. La situación en el borde inferior del mapa ha llevado a España a prepararse durante décadas para garantizar su abastecimiento de gas. Tenemos un porfolio de clientes diversificado: 14 países nos abastecen de gas, lo que atenúa la dependencia de Argelia en crisis como la actual. Aunque el suministro de Argel no se ha resentido ni ha tenido efectos prácticos, realmente intranquiliza saber que tu principal proveedor está enfrascado en una batalla diplomática y comercial contigo.
Además, España ha hecho un esfuerzo notable para dotarse de seis plantas regasificadoras, en las que se han invertido 3.500 millones de euros. Los consumidores de gas –hogares e industrias– pagan una factura anual de 300 millones por ese concepto. Y tenemos dos interconexiones por gasoducto con Francia. En el gas tenemos una posición privilegiada que hay que gestionar con inteligencia, aprovechando para mejorar la financiación e impulsar decididamente combustibles como el biogás y el hidrógeno sostenible. El gas que viaja congelado a España en barcos metaneros vuelve a cambiar de estado para permitir su consumo o su reexpedición. El 30% de gas licuado a Europa entra por España. La idea de que los barcos que deje de comprar España podrán ser derivados a otros países más al norte tampoco cuadra con el déficit de regasificadoras de estos países. Hemos hecho bien los deberes, da igual si obligados por las circunstancias, por una excelente gestión o por habilidad visionaria.
RIBERA, ZASCA A LA COMISIÓN
La ministra para la
Transición
Ecológica, Teresa Ribera, ha cambiado esta semana el tono habitual moderado y constructivo de España respecto a los debates europeos y ha arremetido contra las pretensiones de Bruselas de reducir casi linealmente un 15% el consumo de gas en todos los países de la UE tanto para disminuir la dependencia como para garantizar el suministro durante el largo invierno. “No hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, dijo Ribera, quien, aun teniendo razón política y argumentos técnicos favorables, nos ha retrotraído al discurso de los halcones económicos contra España cuando la crisis de 2008. No es que esa posición sea comparable, es que ese portazo resulta idéntico al que Alemania y los Países Bajos nos propinaban día tras día cuando queríamos que el dinero europeo salvara a España, entonces en precaria posición, con el sistema bancario amenazado, el paro desbordado y el sector inmobiliario en llamas.
Aun teniendo razón, ha sonado fatal esa contundencia que más bien parecía venganza o devolución de los escarnios pasados. Si aquellas posiciones maximalistas e insensibles respecto al futuro de los países del sur resultaba desagradable en 2008, imagínense cómo debe sentarle hoy nuestra réplica a quienes en el norte temen al frío invierno o a la paralización de sus potentes industrias.
LIDERAR O EMULAR A ALEMANES Y HOLANDESES
España tiene razón no sólo por los condicionamientos técnicos o la planificación, también por la forma en que se mueve Bruselas, que prácticamente ha dado un menú cerrado sin consultar a los países afectados. Reducir el consumo no tiene por qué implicar cortar el suministro, hay fórmulas que encajen entre nuestros derechos y las necesidades de la comunidad con la que compartimos identidad institucional, cultural, derechos y deberes. Nadie quiere perjudicar ni a los ciudadanos ni a las empresas. Pero para pedir hay que saber dar. Y se puede dar cuando hay algo que ofrecer.
La UE sólo avanza a golpe de crisis. Sea la de la moneda única o la de las fronteras. A ver cómo salimos de ésta. Es imposible que España escape indemne de una gran operación europea de ahorro de gas, mientras Putin, a lo suyo: sometiendo a la UE a una ducha escocesa con el suministro de gas y petróleo, justo cuando las crisis políticas bloquean Reino Unido e Italia, con un Macron débil y una Alemania necesitada de su gas. Pero, Europa es para las duras y las maduras. Los liderazgos se conquistan con inteligencia, aprovechando las oportunidades para ser relevantes y actuando en consecuencia, convirtiéndote en referencia cuando es tu turno y tienes algo que ofrecer. No debe confundirse la altura de miras con la renuncia a la defensa de nuestros intereses. Cuidemos la vela, que la procesión es larga y vamos a seguir necesitando mucho a Europa. Por primera vez no esperamos la solidaridad de los demás. Nos toca ser solidarios, incluso para decirle a quienes nos apretaban el dogal cuando lo veíamos todo negro que no somos iguales. Podemos liderar la revolución energética sostenible desde el sur de Europa, pero el camino no es decir que se apañen que nosotros hemos hecho nuestros deberes. No seamos los alemanes del sur.
A LA UNIDAD POR LA COSTURA
A Pedro Sánchez se le podrán decir muchas cosas. Pero lo que no se le puede reprochar es que tenga remilgos a la hora de recuperar a sus adversarios internos. Lo hizo con Óscar López y Antonio Hernando, con los que integró en su día el club de alumnos aventajados de Pepe Blanco. Con Hernando fue la ruptura más sonada cuando el partido se dividió en dos en pleno debate sobre si el PSOE debía abstenerse en la investidura del PP. Hernando defendió permitir la elección de Rajoy, frente a Pedro Sánchez. Hernando trabajó después en el bando de Susana Díaz hasta que en mayo de 2017 Sánchez fue reelegido secretario general. Aquel mismo día Hernando renunció a su cargo como portavoz en el Parlamento.
Sánchez ya había recuperado a Óscar López como jefe de gabinete en sustitución de Iván Redondo. López, que fue secretario de