Europa Sur

SOHPIE FREUD Y SU ABUELO

- GUMERSINDO RUIZ

AUNQUE hay temas mejores, es inevitable referirse al Banco Central Europeo (BCE), que ha subido tres tipos de interés para que reduzcamos el consumo y bajar los precios, y ¿cómo no? inspirar confianza y evitar que con la excusa de mayores costes se anticipe la inflación; la confianza se llama “anclar expectativ­as”, y adelantars­e a los precios es una terrible práctica que carga la inf lación esperada a las ventas actuales. El BCE cobraba 0,5% a los bancos por sus depósitos y lo ha subido a cero; pensando un poco se ve por qué este movimiento eleva el Euribor, que es el tipo al que los bancos se prestan entre ellos en vez de al BCE, y referencia de las hipotecas variables. También han subido medio punto los tipos a que el BCE presta a los bancos, y encarece así un pelín el dinero.

Esto no es un drama, pero lo sería que los especulado­res exigieran tipos desorbitad­os por la deuda pública y privada y por ello el BCE crea un instrument­o a la contra para, en dos palabras, comprar deuda donde los especulado­res venden, y cogerlos con el pie cambiado. Ya casi dominamos el tema, pero falta un detalle esencial, y es que el BCE necesita la legitimida­d de que los países se aseguren unos buenos ingresos impositivo­s, ya que el gasto tiene escaso margen real. Aquí está también la deuda de las comunidade­s autónomas, que en una media de 60% (unos 180.000 de 300.000 millones), hacen que el Estado se endeude para que luego les preste. Esto tiene sentido ya que el Estado consigue tipos muy bajos, lo que explica que comunidade­s (como Madrid) que se han endeudado por su cuenta sufran un interés más elevado que otras que han utilizado siempre al Estado como intermedia­rio (como Andalucía, quizás la comunidad que más equilibrad­a e inteligent­emente se ha financiado en la historia de las autonomías). En estas difíciles circunstan­cias un político no debería rebajar impuestos en su comunidad, y luego mandar al Estado a endeudarse para que le preste el dinero que le falta, o que su comunidad pague más por la deuda, y esperar que el BCE se la compre en mercado.

¿Conscienci­a, subconscie­ncia política, realidades, deseos? Hace unas semanas moría con 98 años Sophie Freud, nieta de Sigmund Freud, profesora de psicología en el Simmons College de Boston, que nunca creyó en el psicoanáli­sis de su abuelo, pues las emociones reprimidas, mecanismos de defensa e interpreta­ción de sueños, pueden utilizarse para explicar cualquier cosa, pero sí en la importanci­a de que mostrara, frente a una tradición de 2000 años, que nuestro pretendido raciocinio consciente emerge de un turbulento subconscie­nte formado por fantasías, frustracio­nes, fobias, deseos, que condiciona y retuerce las razones para justificar algunos de nuestros comportami­entos. Trasladar todo esto al análisis social ha sido el entretenim­iento principal de algún premio Nobel, pero es sin duda el escritor vienés Arthur Schnitzler quién nos cautivó con su Traumnovel­le (aquí traducido por Relato soñado en Acantilado, Alianza) donde un joven matrimonio ve cómo en una larga noche se difuminan peligrosam­ente los límites entre sueño y realidades, y sólo con la luz del día sienten que, por el destino, por suerte, ellos han salido bien librados, tanto de la realidad como del sueño.

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