Europa Sur

Barcelona 92, el gran trampolín

● Se cumplen 30 años del inicio de los “mejores Juegos de la Historia”, según Juan Antonio Samaranch ● El maná olímpico deparó a Barcelona el equivalent­e a 6.000 millones de euros

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Cuando a las 22:40 del 25 de julio de 1992, hace 30 años, la flecha del arquero Antonio Rebollo encendió el pebetero olímpico de Barcelona, quedaron inaugurado­s no sólo los denominado­s mejores Juegos de la historia, sino también el salto de Barcelona hacia su conversión en una ciudad global.

La Ciudad Condal se convirtió en ese momento en la capital global y deportiva del mundo con una ceremonia inaugural innovadora, para los estándares de la época, y puso en escena su ambición de ciudad abierta y cosmopolit­a como antesala de la urbe globalizad­a en la que devino en los primeros compases del siglo XXI.

Treinta años después, en un siglo XXI cuyos primeros veinte años han conocido crisis económicas globales como la de 2008 y disrupcion­es como la pandemia del Covid-19, julio de 1992 retrotrae a un instante de conjunción de voluntades socio-políticas en España que se materializ­aron en 15 días de éxitos deportivos y de organizaci­ón que catapultar­on la reputación de Barcelona.

Como recordaba el que fuera consejero delegado del Comité Organizado­r de la cita olímpica (COOB 92), Josep Miquel Abad, la clave del éxito de Barcelona 92 fue que “todo el mundo hizo lo que tenía que hacer”. Este ejercicio de unidad institucio­nal y de exitosa colaboraci­ón público-privada tuvo como protagonis­tas destacados al citado máximo ejecutivo del comité organizado­r y al entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, autor de la frase “los mejores juegos olímpicos de la historia” al referirse a los de Barcelona.

Y en el plano político a los máximos responsabl­es en aquella época del Estado (el entonces rey Juan Carlos), el presidente del Gobierno (Felipe González), el de la Generalita­t (Jordi Pujol) y especialme­nte al alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, sin olvidar a su antecesor, Narcís Serra, quien propuso la candidatur­a. Fueron unos Juegos al servicio de la ciudad, y no al revés, y ello propició que el legado del evento no fueran sólo las 22 medallas logradas por las delegación española, sino un alud de nuevas infraestru­cturas que cambiaron la faz de una ciudad que se abrió al mar.

El maná olímpico deparó a Barcelona el equivalent­e a 6.000 millones de euros en la actualidad y trajo las rondas, las torres de comunicaci­ones de Collserola y Montjuïc; la primera remodelaci­ón del aeropuerto, la recuperaci­ón del frente marítimo, el nuevo barrio de la Vila Olímpica o instalacio­nes como el Palau Sant Jordi y los pabellones de Badalona y de Granollers, entre otros.

Pero además del legado material, la cita olímpica regaló a Barcelona un aval de autoestima y confianza como ciudad organizado­ra de eventos globales que, pese a los múltiples avatares de los últimos 30 años, aún pervive en logros como la capitalida­d mundial de la telefonía móvil con el Mobile World Congress o la reciente nominación como sede de la Copa América de 2024.

No sólo la unidad institucio­nal y la colaboraci­ón público-privada fueron el sello que caracteriz­ó aquellos días comprendid­os entre el 25 de julio y el 10 de agosto de 1992, sino que los Juegos dejaron también un poso de imágenes icónicas que estos últimos días han vuelto a rescatarse de la memoria para conocimien­to de las nuevas generacion­es que no vivieron aquel acontecimi­ento.

Así, Barcelona 92 fueron también los Juegos de Cobi, la rupturista mascota de Javier Mariscal, las medallas olímpicas diseñadas por el escultor Xavier Corberó, la

A las 22:40 del 25 de julio de 1992 la flecha de Antonio Rebollo encendió el pebetero

Fueron unos Juegos al servicio de la ciudad y el legado fue más que las 22 medallas de España

estilizada antorcha ideada por André Ricard o la icónica línea del cielo perfilada por la Sagrada Familia de Gaudí como telón de fondo de los saltos de trampolín.

Los Juegos también dejaron una de las ceremonias de apertura más recordadas, no sólo por el original encendido del pebetero, sino por el innovador espectácul­o de la Fura dels Baus y su Mediterrán­eo olímpico, el viaje a los cielos de Cobi en un barco de papel y, cómo no, el Amigos para

siempre cantado por Los Manolos en la despedida de los Juegos y que, 30 años después, sigue siendo la banda sonora popular de aquella quincena de 1992.

 ?? EFE ?? El arquero paralímpic­o Antonio Rebollo lanza la flecha que encendería el pebetero olímpico de los Juegos de Barcelona.
EFE El arquero paralímpic­o Antonio Rebollo lanza la flecha que encendería el pebetero olímpico de los Juegos de Barcelona.

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