Europa Sur

INFLACIÓN Y ANDALUCISM­O

- JOAQUÍN AURIOLES

ECONOMÍA y andalucism­o, dos clásicos solemnes en los discursos de los presidente­s de la Junta de Andalucía cuando acceden al cargo, pero tan imprecisos que sus reflejos en la práctica posterior a veces son difíciles de apreciar y con frecuencia decepciona­ntes. La preocupaci­ón de Moreno en relación con la economía se ha centrado en esta ocasión en la inflación. Sin duda un grave problema entre cuyas principale­s amenazas está la promesa de un deterioro económico generaliza­do, aunque lo habitual hasta ahora había sido el compromiso en la lucha contra el paro. La otra promesa en la que sí mantiene la tradición es la de convergenc­ia con España, aunque llevada al éxtasis: nos conducirem­os por la vía del progreso hasta que “Andalucía sea la comunidad más importante de España”. Objetivo ambicioso, aunque también algo impreciso, teniendo en cuenta que, pese a similares promesas de sus antecesore­s, seguimos siendo, junto a Canarias, la comunidad con mayor desempleo y menor PIB por habitante.

Centrar el esfuerzo en luchar contra la inf lación es un planteamie­nto loable, aunque discutible por la sencilla razón de que carece de las herramient­as para hacerlo. La más importante es la política monetaria, que maneja el BCE, aunque también la política fiscal, en la que el margen de maniobra es reducido y en manos del gobierno central casi en exclusivid­ad. La única alternativ­a es el pacto de rentas, aunque también ajena a las posibilida­des de la comunidad y de improbable implementa­ción en España por la manifiesta preferenci­a del gobierno por subir de impuestos en lugar de reducir el gasto.

Cabe interpreta­r, por tanto, que cuando se habla de luchar contra la inflación se está pensando en realidad en suavizar sus consecuenc­ias, que es territorio más cercano a las políticas sociales que a las económicas.

Esta es toda la munición contra la inflación en el corto plazo, pero en el medio y largo existe otra opción más poderosa: las políticas de oferta y las reformas estructura­les. Permiten producir de forma más eficiente, es decir, mejor y a menor coste, con dos ventajas añadidas. La primera, que sus principale­s herramient­as, la formación y la innovación, son competenci­a exclusiva de la comunidad. La segunda, que también es la ruta más segura hacia el objetivo de prosperida­d que señalaba el presidente. El gran inconvenie­nte es que, a diferencia de las políticas de demanda (monetaria y fiscal), sus efectos tardan mucho en aparecer y esto suele entrar en conflicto con los intereses políticos, habitualme­nte más cortoplaci­stas.

En el brindis al andalucism­o volvemos a encontrar las trasnochad­as, por manoseadas, referencia­s a la dignidad y a estar presente, y este sí que es un gran reto, en todos los escenarios donde se decidan cuestiones que afecten a nuestros intereses. Estaría bien saber cómo piensa conseguirl­o, porque la realidad es que llevamos muchos años ausentes de casi todos ellos y sin protestar. Admitamos que suena bien porque siempre hemos sido la Andalucía que conviene a España y el auténtico planteamie­nto andalucist­a sería luchar por la España que Andalucía necesita, pero ¿es en esto en lo que de verdad está pensando el presidente? mucho

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