Europa Sur

Dávila Miura vuelve a nacer

● El torero sevillano, que reaparecía para conmemorar sus 25 años de alternativ­a, fue cogido de forma dramática por el primero de la tarde, que lo corneó en la mandíbula ● Lección magistral de El Juli, que abrió la Puerta Grande

- Juan A. Sandoval

PLAZA DE TOROS DE SANTANDER

GANADERÍA: Cinco toros de El Puerto de San Lorenzo y dos de La Ventana del Puerto (2º bis y 5º), de desigual y escasa presentaci­ón.

TOREROS: Dávila Miura, de verde y oro: pinchazo y estocada (oreja tras aviso) y pinchazo y estocada trasera (vuelta al ruedo tras petición). El Juli, de azul marino y oro: estocada desprendid­a (oreja con petición de la segunda) y media tendida (oreja). Roca Rey, de tabaco y oro: el tercero tuvo que ser apuntillad­o tras echarse (silencio) y pinchazo, media y descabello (oreja tras aviso). INCIDENCIA­S: En la enfermería fue atendido Dávila Miura de “herida en la región inferior izquierda de la mandíbula, de una longitud de 10 cm, que suturó en dos planos. Y otra herida en la cara externa e interna del labio inferior que también recibió sutura. Pronóstico leve”.

Una lección magistral de El Juli en el quinto certificó ayer su salida a hombros en la quinta de feria de Santander, donde Dávila Miura, que sufrió una espeluznan­te voltereta, reapareció para celebrar sus 25 años de alternativ­a y cortó una oreja al igual que Roca Rey.

El toro de El Puerto de San Lorenzo que abrió el festejo traía la cara anovillada y lejos de tierra. Y un temple que Dávila Miura entendió en un manojo de verónicas que tuvo su aquel. Volcaba la testa y se desplazaba muchísimo a derechas, por donde la primera serie tuvo categoría de torero rodado y en sazón. No era tan bueno por el izquierdo. Fue alternando el torero sevillano las manos en labor muy coreada, hasta que se trastabill­ó en el trance de un pase de pecho y lo cogió como para reventarlo. Como un se alzó desde el abismo de lo que pudo ser, para un pinchazo y una colosal estocada que desató un bramido de euforia. Oreja a sangre y fuego.

Dávila volvió de la enfermería para matar el segundo de su lote, ligero de carnes. Abanto y muy suelto en los primeros tercios, las virtudes de su sangre Atanasio

Fernández se esbozaron en tres derechazos mayestátic­os, en el prólogo, uno de los cuales todavía no ha acabado. Fue un fogonazo de sabor añejo pleno de empaque y naturalida­d. El fulgor se difuminó un tanto entre intentos de seguir templando. De nuevo tras un pinchazo, manejó bien el acero para completar su tarde heroica.

Devuelto el segundo por inválido, quedó el lote de El Juli compuesto por dos de La Ventana del Puerto. El sobrero sumaba 625 kilos en su montada estructura, de lomo quebrado y cuesta arriba. Juli atacó en el quite por Chicuelo que electrizó los tendidos. Que se conectaron al máximo voltaje desde el inicio muletero rodilla en tierra. Rugía Cuatro Caminos la difícil facilidad de llevar los pitones siempre cosidos, la embestida siempre tapada, la ligazón rítmica; la versión julista de tratar de profundiza­r las embestidas al máximo, puliendo el tornillazo final y quebrando la figura; a veces en carrusel; y los finales en tromba con doble pase de pecho. El presidente aguantó estoico la petición de la segunda oreja.

Tras un sedoso recibo, Juli quitó por volanderas zapopinas en el quinto, rematadas con media abelmontad­a. Como contrapunt­o al toro anterior, esta vez ofreció su versión más vertical y relajada. Que no fue óbice para armar un taco de los gordos. Hizo la verdad del toreo ligando hasta el infinito sin enmienda alguna, las zapatillas levemente posadas sobre la boca de riego. Se iba el de La Ventana varios trancos más allá de los vuelos del engaño, giraba Julián y el sedoso aleteo se prolongaba en series frondosas.

Al natural empezaba el toro a amagar la fuga a los adentros. Le tapó todos los resquicios habidos y por haber. No cabía sino perseguir aquella muleta hipnótica. De taumaturgo. Se prolongó este jubileo sin fisura alguna hasta la media estocada, que disuadió al respetable de pedir una segunda oreja que parecía de manual.

Tras el quite de Roca Rey por chicuelina­s, tafalleras, gaonera y larga, se derrumbó sobre la arena el tercero. Que se echó cuando el matador peruano iba por la espada. Quedó como congestion­ado y lo apuntillar­on. No podía quedarse atrás tras el triunfo de El Juli. De rodillas y en redondo comenzó persiguien­do el triunfo en el sexto. Que llegó a favor de un público embalado. Trataba de pulir Roca Rey el punteo final del de El Puerto, que regaló repetición continua. Consiguién­dolo sólo a veces. El toreo fundamenta­l fue de calidad mediana. Leyendo la situación, un molinete de rodillas giró el trasteo hacia la vertiente de los circulares, el arrimón y el toreo en ochos. El sol, en pie, gritó “Torero, torero!”. Dos pinchazos pusieron sordina al triunfalis­mo.

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FOTOS: PEDRO PUENTE / EFE El primer toro de la tarde cogió de manera espeluznan­te a Dávila Miura, al que corneó en la mandíbula.
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El Juli sale en hombros por la Puerta Grande de Cuatro Caminos.

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