Ana Obregón y el posado estival por su hijo
Antoñita la Fantástica era adorable, era una niña espabilada y a la vez muy educada, que para eso se había criado en el barrio de Salamanca de Madrid en la posguerra. Vivía aventuras en la realidad y sobre todo en su imaginación. De ahí su apodo. Antoñita iba a Radio Madrid, a la Gran Vía, acompañada de su tata, siempre a su lado (se llamaba Nicerata), porque quería tener su sesión semanal de tertulia con don Antonio, un adulto respetable con quien había entablado amistad. A esa niña repipi le gustaba viajar a Babia. De hecho siempre estaba en Babia. De la radio, Antoñita pasó a los libros infantiles, a los de una España aún deprimida y que necesitaba reanimarse. Y llegó a aparecer en una serie dirigida por Pilar Miró para TVE en1967. De ahí que el empresario Antonio García Fernández observara que su hija pequeña, Ana, tenía unas dotes excepcionales para la comedia, el desparpajo dialéctico y, sobre todo, una mente abierta para vivir con la imaginación mucho más de lo que tenía ante sí.
“Esta niña es Antoñita la Fantástica”, bromeaba. Y Ana Obregón, que entonces tenía doce años, se quedó con el apodo. Años después, cuando a principios de los 80 comenzó a adquirir popularidad por sus dotes interpretativas y por romances como el de Miguel Bosé, los españoles descubrieron a Ana Obregón y los periodistas del corazón, un filón. A Ana siempre le pasaba algo y su mote familiar le acompañó, a veces con bastante razón: Antoñita la Fantástica.
Durante años inauguraba los veranos a la vera de la orilla, por ibicencos rincones o por la Costa del Sol, a veces en el propio Madrid mesetario. Ana Obregón abría los veranos con sus bikinis de portada y este año lo ha vuelto a hacer en homenajear a Aless, del que se cumplen dos años de su fallecimiento. La exclusiva va acompañada de una entrevista donde Ana insiste en el sentido recuerdo a su malogrado hijo.