“Apenas se invierte en la conservación del patrimonio botánico”
FRAN CISNEROS
–¿Cómo averiguó que sería paisajista?
–Ha sido todo un proceso evolutivo. Mi carrera como ambientólogo me ha permitido tener una visión muy amplia de la naturaleza y de los f lujos de la misma. Poder restaurar un paisaje o diseñar un jardín tiene que ser un ref lejo no sólo de la naturaleza circundante; también, del ref lejo sociocultural, económico y político de aquellos que lo habitan. Un paisaje está cargado de percepciones, de sensaciones y éstas crean en nosotros una serie de emociones. Esto es
No concibo mi trabajo sin conocer a las personas que ocupan el espacio. Necesito saber de ellas”
lo que me interesa y el motivo por el que encontré en el paisajismo mi vocación. –¿Sus veranos en Jaén pesaron mucho?
–Mi infancia y parte de mi adolescencia transcurrieron en distintos internados. Colegios con normas estrictas que chocaban con la mente despierta y libre de un niño de 11 años. Las pocas semanas de las que disfrutaba de las vacaciones en Chilluévar, rodeado de sus gentes, de amigos del campo, los recuerdo con gran intensidad. El frescor de la huerta al atardecer, el bañarte en cualquier alberca y el olor a higuera son sensaciones que percibía y que con el paso del tiempo las convierto en las protagonistas de mis trabajos. Por eso en la niñez es tan importante aprender a observar. Y saber mirar para transmitir. –¿Cómo fue aquella experiencia en Pekín?
–Fue uno de mis primeros trabajos y todo un reto del que aprendí y disfruté con la misma intensidad con el que afronto los nuevos proyectos. Se trataba de evitar el avance del desierto del Gobi en alguna de las áreas más sensibles donde existían núcleos poblacionales. Para ello, se realizó un estudio ambiental a gran escala, que abarcaba aspectos socioculturales y económicos de la región. El fin era lograr un equilibrio para cubrir las necesidades humanas y la conservación ambiental. Las plantas seleccionadas eran especies propias del entorno circunmediterráneo: lentisco, acebuche, encina, algarrobo... Fueron algunas de las especies seleccionadas por su gran resistencia a las condiciones extremas. Se trató de un trabajo realizado por un equipo multidisciplinar de profesionales de distintos países.
–¿Cuál ha sido el reto más difícil en todo este tiempo?
–Ser fiel a mí mismo. Con cada proyecto comienza un nuevo reto y con éste, te olvidas de la dificultad del anterior. Pero hay algo que siempre es constante en mi carrera, mantenerme fiel a mis principios de cómo concibo el espacio: una visión libre que proyecta la valoración del patrimonio natural y cultural en una contemporaneidad que no busca la conformidad.
–¿El paisajista que para usted más ha influido en Andalucía? ¿Forestier?
–El impacto de Forestier en los jardines urbanos de Andalucía es enorme y uno de los más conocidos es el Parque de María Luisa en Sevilla. Pero el paisaje de Andalucía es fruto de la conservación de las grandes fincas tanto cinegéticas como de labor, y del trabajo de agricultores, ganaderos y campesinos que a lo largo de los siglos han dibujado el paisaje, al crear un patrimonio cultural de enorme valor, digno de ser conservado. Ésos son los auténticos paisajistas que más inf luyen en mi mirada.
–Cuando le encargan diseñar un jardín, ¿tiene en cuenta hasta los libros que lee el propietario?
–Cualquier información importa. No concibo mi trabajo sin conocer a las personas que ocupan el espacio. Necesito saber cómo viven, lo que les gusta, cómo interactúan entre ellas y, sobre todo,