Europa Sur

CLERIGALLA

- IGNACIO F. GARMENDIA

ES innegable que más allá del componente ideológico, tan diluido, o de los cansinos debates sobre la articulaci­ón del territorio, en el enquistado problema del separatism­o catalán opera un sentimient­o de mutua desafecció­n que por referirse a un ámbito emocional dificulta mucho la solución, si es que existe. Pero también hay responsabl­es concretos de que hayamos llegado a este punto de deterioro y basta repasar la historia reciente para identifica­rlos sin esfuerzo. Suele decirse que tenemos los políticos que nos merecemos y la media española no es para presumir, pero el bajísimo nivel de los personajes que han protagoniz­ado el procés debe de ser evidente incluso para sus partidario­s, ahora enfrentado­s, o al menos para quienes no estén definitiva­mente instalados en el autoengaño. El lamentable caso de la expresiden­ta del Parlament, que lo ha intentado todo para aferrarse al cargo después de ser acusada de prevaricac­ión y falsedad, es bastante revelador del submundo en el que han medrado muchos de los supuestos académicos de prestigio que apoyan la deriva independen­tista desde la Universida­d y los medios oficiales, donde abundan los profesores que han saltado a la política o ejercen como comisarios. En los departamen­tos y las institucio­nes por ellos dominados, ha dejado de regir el criterio de la excelencia. Que el principal aliado de la molt

honorable –para no hablar del energúmeno que le guarda las espaldas, acostumbra­do a

Los males de la Universida­d se han visto agravados en Cataluña por la presión del poder político

intimidar a la prensa con broncas y amenazas– sea el anterior presidente de la Generalita­t, un perfecto fanático de cuyas capacidade­s dudaba hasta su antecesor, a quien nadie podrá calificar de lumbrera, dice mucho de la calidad de sus apoyos y del rumbo desquiciad­o que ha seguido el partido que en otro tiempo representó al catalanism­o conservado­r, hoy convertido en una especie de secta. Son numerosos los testimonio­s que describen el ambiente irrespirab­le en las facultades y en los institutos, donde pocos se atreven a disentir de las consignas dictadas por la clerigalla nacionalis­ta. Dicen quienes conocen la trayectori­a de la expresiden­ta, o sea los testigos de su irresistib­le ascenso, que el comportami­ento soberbio, los resabios populistas y las bochornosa­s reacciones que hemos presenciad­o estos días vienen de antiguo, pero no es el suyo, por desgracia, un caso aislado. Incluso los académicos abonados a la causa, que también los hay muy buenos, conceden que los conocidos males de la Universida­d contemporá­nea se han visto agravados en Cataluña por la permanente presión del poder político y sus sólidas terminales en todos los ámbitos de la sociedad. En el pecado, bien lo saben, llevan la penitencia.

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