NO ES TAN DESAGRADABLE CONVIVIR CON LA TIERRA
EL día en que cumplía 103 años ha muerto en Dorset, Inglaterra, James Lovelock, a quien se debe la concepción geofisiológica de la Tierra como un sistema capaz de mantenerse en equilibrio. Lovelock trabajaba en la NASA sobre vida extraterrestre, y pensó que lo mejor era analizar las atmósferas; las de Marte y Venus, con monóxido de carbono, no tienen vida, pero la Tierra con su grácil equilibrio de oxígeno, dióxido de carbono y nitrógeno, sostiene y es sostenida por la vida. Aunque hace 4,5 mil millones de años cuando se forma la Tierra, el Sol era un 30% menos luminoso, la Tierra ha sido capaz de mantener condiciones de vida; los volcanes añaden dióxido de carbono, pero la lluvia lo remueve de la atmósfera, reacciona con las rocas de silicio, libera calcio, magnesio y bicarbonato, y transfiere así el dióxido de carbono a las aguas y corteza terrestre; este proceso se acelera en condiciones de calor y sedimenta el carbono, al igual que hace la fotosíntesis de las plantas, liberando oxígeno y colaborando en enfriar la atmósfera. Pero, claro, la Tierra no puede con todo, y la actividad humana interfiere desenterrando para usar como combustible lo que el sistema de la Tierra trabajosamente recicla y entierra. Fue también Lovelock, con el microbiólogo Lynn Margulis, quien detectó en 1971 la acumulación de cloro flúor carbonos, que producía el agujero en la capa de ozono, y llevó a su prohibición.
Colaborador de Lovelock y entusiasmado por su obra Gaia –la diosa griega Tierra–, donde por vez primera se da una visión científica de la Tierra como un sistema, el joven y brillante profesor Tim Lenton de la Universidad de Exeter muestra en el apasionante librito Earth System Science (OUP) a la Tierra como un sistema geológico, biológico, químico, físico y matemático.
Recuerdo que en los años 70 estando en la Universidad de Georgia seguí un curso de Teoría de Sistemas, donde nuestra forma de pensar lineal se contraponía a sistemas en los que causas y efectos interaccionan, como en el sistema Tierra, con tendencias que se compensan o no, y acciones externas, que pueden llevar a equilibrios, o a la desaparición. Aunque la imagen jipi,
new age ,de Gaia: una nueva visión de la vida sobre la Tierra, favoreció el éxito comercial –el libro, número 22 de la biblioteca de divulgación científica Orbis estaba en muchas casas–, despertó recelos entre científicos, también porque cada cual piensa en su campo, y no es fácil asumir algo que emerge sobre la suma de las partes.
Veo el último vídeo de James Lovelock en el Longevity Forum, y comparto casi todo lo que dice: que el desequilibrio provocado en la atmósfera es profundo y sólo queda adaptarnos a vivir con lo que hemos hecho; que los intereses económicos son siempre demasiado fuertes, y el compromiso medioambiental, oportunista; y que es necesario un cambio de vida, menos despilfarro, limitar la población y el consumo de recursos, y curar nuestra fobia hacia la energía nuclear. Justo al final sonríe y dice: “No es tan desagradable convivir con la Tierra”, y es verdad, pues renunciar a la energía fósil y a tanto exceso y dependencia material no es acabar con la alegría de la vida, no es una pérdida de libertad, sino todo lo contrario.