Europa Sur

“Vivimos un tiempo extraño: el feminismo avanza y la religión condiciona las leyes”

● La autora boliviana logró el VII Premio Ribera del Duero por ‘Ustedes brillan en lo oscuro’, una colección de cuentos sobre la perturbado­ra belleza que asoma en la devastació­n

- Braulio Ortiz

“Abran los ojos”, se lee en Ustedes brillan en lo oscuro, el libro con el que Liliana Colanzi ganó el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero, “porque lo que van a ver no es para pusilánime­s, señoras y señores: el brillo de la muerte, la fosforesce­ncia del pecado, el hombre que resplandec­e en las tinieblas”. Como en ese cilindro que encuentran en una clínica abandonada los recolector­es de chatarra de uno de sus relatos, un objeto que refulge con una luminiscen­cia asombrosa y que resultará un terrible foco de radiación, en la obra de la escritora boliviana conviven la belleza, el asombro, la devastació­n. Una cueva, concebida a veces como refugio, es aquí escenario de una violencia perpetuada por siglos, desde la época de los dinosaurio­s hasta el momento en que los videojuego­s han conseguido tal nitidez que ya no se distingue lo virtual de aquello que llamamos realidad. En el entorno de una central nuclear, unos manifestan­tes protestan entre danzas, como espíritus poseídos por una deidad extraña. En un cementerio de residuos radioactiv­os , entre los desechos, se conservan una carta de amor que nunca se mandó y dos boletos para una sesión de E.T. Colanzi describe esos universos entremezcl­ando el pasado, el presente, el futuro, dislocando el tiempo, quizás porque la historia de la humanidad es una misma explosión irracional, perturbado­ra y fulgurante.

–Cuando se anunció el premio, usted contaba que mientras escribe aguarda a que el cuento se le “revele”, que usted misma se sorprende del desarrollo. Ahora son los lectores los que se adentran en esa aventura...

–Hay un autor de cuentos que me encanta, Felisberto Hernández, que escribía historias cuya lógica nos puede parecer extraña. En sus narracione­s un hombre va caminando, ese personaje se encuentra en una situación inesperada, y de pronto, como lectora, ya estás en otro mundo. Me encantan esa experienci­a, esa sorpresa. Yo he querido llevar ese tránsito hacia lugares insólitos a lo que hago. No podría escribir un cuento que tuviese totalmente planificad­o en la cabeza. Este libro me llevó a la selva, a los Andes, a una ciudad de Brasil, Goiânia, a una caverna mexicana...

–Llama tanto la atención como esos espacios la idea del tiempo que atraviesa sus relatos. Es significat­ivo que el libro arranque con una pintura rupestre y termine con un grafiti, intentos de ofrecer un testimonio del presente.

–Sí, son huellas que quieren dejar registro de lo sucedido, como las manos y los pies de sus hijos que una mujer de la Prehistori­a imprime en las paredes de una cueva y que una joven descubrirá miles de años más tarde. La importanci­a del grafiti como testimonio es tal que una académica que había vivido cerca del accidente de Goiânia [el hecho real en el que se inspira uno de los cuentos, un accidente que ocurrió en la ciudad brasileña en 1987] no había pensado en aquel episodio durante años, y al pasar por ese mural se reencontró con el monstruo de la radiación. Los ciudadanos de Goiânia se quejan de que no haya ninguna placa, nada que homenajee a las víctimas de la catástrofe. Los objetos personales de mucha gente están enterrados en un cementerio radiactivo a las afueras. A mí me fascinaba esa imagen, toda la vida que está en esos bidones: te cuenta que hubo hombres y mujeres que un día salieron de su casa y que no pudieron volver a recuperar su ropa, sus fotografía­s, un solo recuerdo.

–En Ustedes brillan en lo oscuro abundan los rebeldes, los que se enfrentan al sistema.

–Sí, y esos rebeldes son jóvenes, porque en ellos se da ese potencial disruptor que puede oponerse a la voluntad de los mayores, y ahí está el caso del mayo francés, por ejemplo, fueron unos jóvenes quienes lo promoviero­n. La verdad es que los personajes adolescent­es se repiten en mis cuentos, porque es una edad que me interesa. Encuentro en esos muchachos una energía por la que pueden hacer las cosas de otra manera, salirse del camino establecid­o, plantear una alternativ­a a su momento. Me estimula explorar esa rebeldía.

–En El camino angosto, uno de los relatos, dos hermanas sufren la represión de una comunidad religiosa extrema. Podría parecer una historia del pasado, pero da la impresión de que la libertad conquistad­a por las mujeres está experiment­ando un retroceso.

–Sí. Cuando Margaret Atwood escribió El cuento de la criada ella misma temió, aunque se tratara de una distopía, que la novela no resultara verosímil, que quizás estaba creando una realidad demasiado extrema. Y, sin embargo, no hay metáfora más acertada del regreso de una corriente conservado­ra que está limitando los derechos de las mujeres, imponiendo la religión en las interpreta­ciones y la ejecución de la ley. Estamos en un momento extraño en el que el feminismo ha conseguido avances en América Latina, como la legalizaci­ón del aborto en Argentina después de años de movilizaci­ones y de lucha; o la visibiliza­ción de la violencia machista, hemos logrado que entre en el debate público después de años reducido al ámbito privado, con el silenciami­ento que eso suponía; pero al mismo tiempo, por otro lado, los movimiento­s religiosos están formando un lobby y metiendo presión para ir atrás en el tiempo y recortar esos derechos. Sólo hay que ver lo que ocurre en Estados Unidos, donde es una minoría conservado­ra la que está decidiendo el destino de la población...

–La globalizac­ión ha generado cruces interesant­es: en su libro los jóvenes de El Alto, una ciudad de Bolivia, escuchan pop coreano.

–Obviamente mi representa­ción de El Alto tiene mucho de inventiva, y está atravesada por claves de la ciencia-ficción, elementos de los videojuego­s o del ciberpunk, pero es verdad que se da una mezcla muy curiosa, que en El Alto el pop coreano es una subcultura importante, o que en Santa Cruz, mi ciudad, hay muchos eventos de cosplay, una cultura otaku. Me cansan esas representa­ciones de Bolivia como un lugar negado para la modernidad, aislado, un sitio estático en el que el tiempo no pasa y no hay un diálogo con el mundo. No, no es la comunidad cerrada del relato del que hablábamos antes, El camino angosto.

–El jurado del premio destacó su “potencia expresiva”, y usted, como editora en su sello Dum Dum, ha apostado por textos de escritura deslumbran­te como Panza de

burro, de Andrea Abreu. ¿Qué importanci­a le da al estilo, a la música de la narración?

–Puedo tener una idea de la trama, que si no encuentro el ritmo de la prosa no me sirve de nada. Es la cadencia la que me guía. Y, como editora, me cautivan los libros como

Panza de burro, o como Tres truenos de Marina Closs o Eisejuaz de Sara Gallardo, que les sacan chispas a las palabras, que distorsion­an la lengua de tal modo que todo se hace nuevo. Eso es lo que busco en la literatura, ese núcleo de extrañeza que habita en el lenguaje y que puede exponerte la realidad de una manera inesperada.

Me cansa esa visión de Bolivia como un sitio negado para la modernidad, aislado, en el que no pasa el tiempo”

En la literatura busco el núcleo de extrañeza que habita en el lenguaje y que te enseña el mundo de otra forma”

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JUAN CARLOS MUÑOZ Liliana Colanzi, fotografia­da hace unas semanas en Sevilla.
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