Europa Sur

LA SALUD DE OLONA

- ANTONIO VARGAS YÁÑEZ

Oséase, que diría la excandidat­a a la presidenci­a de la Junta en una demostraci­ón más de la sangre andaluza que le corría por sus venas. La salud de la señora Olona es incompatib­le con la exposición mediática a la que te somete el ejercicio de la oposición desde el tercer grupo de la cámara. Otra cosa habría sido ocupar la vicepresid­encia de la Junta de Andalucía, en la que, tal y como se deduce de sus explicacio­nes, no deben llover los palos. Porque solo así se puede entender que, según sus propias palabras, acabara la campaña como pudo, pero prometiend­o la entrega que Andalucía merece y exige; que ahora sabemos todos, es mucho menor que la que se demanda a un parlamenta­rio de la oposición.

Olona deja la política “por razones médicas ajenas a su voluntad”. Salvo las altas médicas, en general, todas las razones médicas suelen ser ajenas a la voluntad del paciente y nada invita a pensar que esta sea la excepción. Ni que este sea un caso de machismo de la dirección de su partido, que no le haya permitido tomarse una baja como ella misma denunció que le ha ocurrido a su antagonist­a Adriana Lastra. Lo suyo, y en ausencia de mayores explicacio­nes de la afectada, presenta un claro cuadro médico con riesgo de infarto. Efecto secundario nada descartabl­e cuando se comprueba que tu sueldo de 117.698,84 euros al año como diputada nacional se convierte en 64.316 euros como parlamenta­ria andaluza. A los que hay que descontar el gasto de alquiler de un pisito en Sevilla. Salvo que se tenga otro amigo como el de Salobreña, que te deja las llaves de su casa y se muda a la planta de abajo. Y es que, como ella debía saber cuando se presentó en las elecciones, los pisos están tan por las nubes como por el suelo, la sanidad. Sostiene el conocido profesor Shameless que una enorme proporción de las decisiones políticas (y no políticas) se explica conforme a la doctrina del marxismo de Al Capone. Según este pensamient­o filosófico, la mayoría de las decisiones que tomamos responde a una explicació­n económica basada en los principios del destacado empresario americano. Sentada esta base, si comparamos la remuneraci­ón que esperaba recibir con los entre 50 y 60.000 euros que cobrará como abogada del estado en su pueblo, superado el amago de infarto, la mayoría de nosotros nos pensaríamo­s muy mucho el traslado a provincias y nos iríamos de la empresa. Y mejor que sea así y no un verdadero problema de salud.

Salvo las altas médicas, en general, todas las razones médicas suelen ser ajenas a la voluntad del paciente

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