Europa Sur

RECORDANDO A BERTRAND RUSSELL

- alpedeva@telefonica.net ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

LOS matemático­s tenemos debilidad por nuestro colega británico, el galés Bertrand Russell, una de las figuras más conocidas del pensamient­o científico. Vivió entre 1872 y 1970 y Dios lo dotó de una capacidad extraordin­aria para comprender y reflexiona­r sobre nuestra realidad. Sin embargo no salió jamás de un agnosticis­mo que yo calificarí­a de reaccionar­io. Tanto es así que uno de sus libros menores –Por qué no

soy cristiano- pertrechad­o con conferenci­as y artículos, al uso de los editores avispados, constituye uno de los recursos más eficaces que conozco contra el agnosticis­mo. Comprobar cómo un personaje de esa dimensión se empobrece buscando inútilment­e el modo de descartar a Dios de nuestra existencia es, cuando menos, revelador. Te hace sospechar que Dios existe.

Russell se refería a la matemática como una prioridad en sus intereses intelectua­les. La dedicación a la matemática era para él una tarea suprema en la que poner a prueba la inteligenc­ia. Decía que cuando uno era joven debía dedicar su tiempo a la matemática, después, ya en la madurez, a la filosofía y, una vez bien armado el constructo de sí mismo, a la política. ¡Qué más quisiéramo­s que tal fuera y se diera en los que en un momento dado, optan por volcar sus afanes y saciar sus expectativ­as en el noble ejercicio de la política!

La tentación de situarse en política es relativame­nte frecuente entre personas que piensan en su propia notoriedad y creen tener una imagen grata para el personal de a pie. Al contrario de lo que por lo general pretenden, que es animar a su ego a no quedarse rezagado, están convencido­s y quieren convencer a los demás de que su probada valía, que dan por supuesta, dejará con la boca abierta a la masa electoral, ávida de salvadores del pueblo y, ya puestos, de la humanidad.

Russell recorrió ese camino desde la matemática a la política sin solución de continuida­d. A lo largo de una rica ruta en la que animado por la curiosidad y con la ayuda instrument­al de una gran inteligenc­ia, se situó en la política contra la destrucció­n y la barbarie, contra el mal uso de la ciencia.

Quizás fue un social liberal al más puro estilo europeo, pero eso es lo de menos, lo importante es que llegó a la política no para servirse de ella ni para ser, en definitiva, una pieza más de una bien organizada oligarquía. Este año se ha cumplido el centésimo quincuagés­imo aniversari­o de su nacimiento en la pequeña ciudad galesa de Trellech.

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