Europa Sur

AYER NO MÁS

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

DOS noticias relacionad­as con nuestra infancia vienen a remover el agua cálida e inmóvil del verano: la muerte de Sandy, esto es, de Olivia Newton-john, y el internamie­nto de Pancho, el moreno de Verano

Azul, cuya salud mental se habría debilitado últimament­e. Por desgracia, la primera noticia ha resultado cierta, mientras que la segunda, según ha declarado Maribel Verdú, es un mero rumor sin fundamento alguno. Lo cierto, en cualquier caso, es que nuestros ídolos infantiles, nuestros amores de la primera edad, comparecen ante nosotros, ya sea como fantasmas ateridos (la belleza adamascada y cursi de Sandy, luego transfigur­ada por el cuero), ya como hombres deslumbrad­os e inmersos en su propia tiniebla.

Por fortuna, repito, parece que el actor José Luis Fernández se encuentra en perfecto estado, lo cual no quita para que recordemos, por un instante, aquella libertad que prometiero­n sus personajes. Bien fuera la libertad veraniega, solar, en bicicleta, de los chicos de Verano Azul, bien la libertad apicarada y celérica de los bachillere­s norteameri­canos, que mascaban chicle y hacían carreras en canalizaci­ones sin agua. Mucho más tarde comprendim­os el ideario melancólic­o y hortera que dormía en Greasse, y que no era sino una prefigurac­ión de nuestras vidas (la apoteosis automovilí­stica del final aún sigue siendo de una desoladora

Bien sabemos que si estos sucesos nos conmueven es porque nos traen noticia muy lejana del hombre que fuimos

tristeza, una tristeza que solo el circo y las atraccione­s de feria pueden ofrecer). Mucho más tarde comprendim­os que el verano de Verano Azul era ya nuestro último verano, y que la promesa del amor, la serenidad del crepúsculo, el dulce engaño de la noche, aún sin descubrir, a la vuelta se iban a mezclar con la tediosa contaduría de la muerte. En este sentido, Pancho era como cualquiera de nosotros, enamorado y libre, rico solo en generosida­d y audacia, mientras durase el estío. En tanto que Sandy, su rubia timidez, su brillo adolescent­e, iba a rendirse sobre unas sandalias imposibles, bajo un cardado antiecológ­ico, camino de un adosado en las afueras.

Luego resultó que Olivia Newton-john era muy mayor, incluso para universita­ria. Y que Pancho/josé Luis se vaporizó cantando alguna canción veraniega. Bien sabemos, sin embargo, que si estos sucesos nos conmueven, mucho más allá de lo obvio, es porque nos traen noticia muy lejana del hombre que fuimos. Y no solo de aquel que fuimos, entre la dicha y el sopor prepúber. Sino de quienes fueron nuestra vida durante mucho tiempo y hoy son, ejército benévolo, un trozo de la nada.

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