FIRMADO MISTER J. Víctimas y acosadores
● El cómic busca despertar conciencias, mostrando el absurdo de juzgar y hacer imposible la vida del que no se adapta a los estándares del que lo mira
BAT ALAN. BIOGRAFÍA DE UN ASESINATO SOCIAL
Ramón Boldú. Astiberri. 248 páginas. 16 euros.
El incombustible Ramón Boldú (Lleida, 1951) era uno de los habituales de la revista El Víbora (ay, qué tiempos) durante la década de 1990. En una época en la que precisamente La Cúpula nos traía noticias de la moda del cómic autobiográfico norteamericano parido por el indie (y heredero en cierta medida del underground de los Robert Crumb, Harvey Pekar, Justin Green y compañía), Boldú abrió fuego en nuestra historieta con viñetas en primera persona como las recopiladas en los álbumes Bohemio pero abstemio y Memorias de un hombre de segunda mano (reeditados por Astiberri en un solo volumen en 2009). Son páginas desvergonzadas y, a menudo, hilarantes, que le garantizaron a Boldú un sitio entre los dibujantes de su generación, aunque se mantuvo fuera del radar durante algunos años.
Por fortuna, en 2008, regresó a esto de los tebeos y ha seguido dándonos noticias de su periplo vital en El arte de criar malvas, Sexo, amor y pistachos, La vida es un tango y te piso bailando, Los sexcéntricos. De la creación al calvario y Perdidos por el más allá, todos publicados por Astiberri. Esta epatante mirada interior tiene un curioso contrapunto en el hermoso retrato que realizó en 2013, con Ramón Pereira, de uno de los grandes de la lírica española, La voz que no cesa. Vida de Miguel Hernández, y con la novela gráfica que acaba de aterrizar en librerías: Bat Alan. Biografía de un asesinato social.
Con la línea suelta que lo caracteriza y su idiosincrático desparpajo narrativo, Boldú nos brinda un tebeo inteligente, lúcido y emocionante, protagonizado por un joven trans de 17 años llamado Alan y conocido como Bat Alan por su enorme afición a Batman. El cómic trata el tema del bullying escolar, culminado en este caso con el suicidio, y busca despertar conciencias, mostrando la crueldad y el absurdo de juzgar y hacer (literalmente) imposible la vida del que no se adapta a los estándares del que lo mira.
En palabras de la escritora Lolita Bosch, Alan no murió por ser transexual, “murió por ser quien era y su intimidad no era asunto nuestro. De otro modo, si seguimos buscando explicaciones a la violencia, acabará pareciendo que sea la violencia quien otorga la razón. Y que si logramos explicar por qué sucede, es comprensible”; de lo que se trata, sigue, es de “dejar de preguntarles a las víctimas por qué padecían acoso (que es una pregunta repugnante e impune) y empezar a preguntar a los acosadores qué les pasaba, a las autoridades por qué no actuaban, a las familias de las víctimas cómo se protegían”. Qué más se puede decir.
Ya ven que, a sus 70 años, Boldú sigue buscando nuevos retos, desmarcándose de caminos acomodaticios y estéticas vacías, en busca de aquello que merece la pena ser contado. Bien porque forma parte de la vida propia, y tiene uno la compulsión de compartirla, bien porque es una experiencia ajena que mueve y obsesiona hasta tal punto que se convierte en propia. Esto último se llama empatía, y no puede ser más necesaria en una sociedad tan deshumanizada como la nuestra.