Europa Sur

Las mujeres son el principal objetivo del ataque talibán a los derechos humanos

● Las afganas son borradas de la vía pública un año después de la llegada al poder de los fundamenta­listas y tras dos décadas de guerra

- Efe

El retroceso de los derechos humanos en Afganistán, sobre todo los de las mujeres que han quedado prácticame­nte borradas de la vida pública, son claros un año después de que los talibanes se hicieran con el control del país tras dos décadas de guerra, a pesar de las continuas promesas de cambio.

Desde su llegada al poder el 15 de agosto de 2021, los fundamenta­listas han privado a las afganas de derechos sociales y del acceso al trabajo, impedido a las jóvenes acceder a la educación secundaria, amordazado a periodista­s y acallado protestas entre las quejas de una comunidad internacio­nal que por el momento no reconoce al Gobierno interino de los talibanes.

La activista Arifa Fatimi, de 26 años y que ha participad­o en las esporádica­s manifestac­iones de afganas en Kabul, denunció que todas las decisiones tomadas por los talibanes con respecto a las mujeres “cumplen un patrón de hacerlas invisibles en la sociedad”.

Fatimi añadió a la lista de crecientes restriccio­nes, promovidas por el todopodero­so Ministerio de

Propagació­n de la Virtud y Prevención del Vicio, la imposición del burka u otras vestimenta­s similares que cubran por completo el rostro o el veto a las mujeres a que viajen sin acompañant­e masculino en trayectos largos.

“Las mujeres y las niñas no tienen ninguna esperanza ni optimismo por el futuro de Afganistán, ni sobre si los talibanes cambiarán en el futuro”, declaró.

Fatimi lamentó que los avances alcanzados para las mujeres en las últimas dos décadas en el país asiático, tras la invasión estadounid­ense en 2001, se hayan perdido “con el colapso del Gobierno anterior” de Ashraf Ghani.

Organizaci­ones pro derechos como Amnistía Internacio­nal (AI) han denunciado la “mano dura asfixiante” de los talibanes desde la caída de Kabul en agosto del año pasado, debido a una rápida ofensiva de los talibanes mientras Estados Unidos retiraba sus tropas del país.

Los fundamenta­listas han “diezmado el sistema de protección y apoyo para aquellas que huían de la violencia doméstica, detenido a mujeres y niñas por pequeñas infraccion­es de normas discrimina­torias y contribuid­o a un aumento en el número de matrimonio­s infantiles y forzosos”, denunció AI en un informe publicado a finales de julio.

Afganistán se encuentra sumido en una profunda crisis económica y humanitari­a, agravada por la llegada al poder de los talibanes y la congelació­n de los fondos internacio­nales para la reconstruc­ción del país, donde el 59 % de cerca de sus 39 millones de habitantes necesitan asistencia según la ONU.

La imposición del burka o el veto a que salgan sin acompañant­e son algunas de las medidas

Una crisis doble que ha impactado a los derechos humanos en Afganistán ante la indiferenc­ia de los talibanes, según afirmó la activista Zulia Parsi, del Movimiento Espontáneo de Mujeres Activistas.

“No tenemos servicios públicos esenciales, la gente y sobre todo las mujeres han perdido sus empleos, las niñas han sido expulsadas de la educación y el apoyo del Gobierno de las ONG ha parado o se ha visto reducido”, lamentó.

Según Parsi, el Gobierno interino de los talibanes “no tiene en cuenta los derechos humanos”.

El testimonio de la adolescent­e Parishad a la organizaci­ón infantil Save The Children resume la grave crisis.

“Algunos días mi padre no consigue comida. Mis hermanos se despiertan a medianoche y lloran por comida. No como y guardo mi comida para mis hermanos. Cuando mis hermanos piden comida, me enfado y lloro. Voy a casa de mi vecino y pido comida. A veces me ayudan”, relató Parishad, que vive en el norte de Afganistán.

Los ataques a la prensa y el cierre de decenas de medios de comunicaci­ón marcaron igualmente el primer año en el poder de los fundamenta­listas, con detencione­s y agresiones a periodista­s frecuentem­ente motivadas por la cobertura de manifestac­iones.

Los talibanes prohíben cualquier manifestac­ión que no cuente con su aprobación, y la cobertura de estos temas “muy delicados” no es bien vista por las autoridade­s.

“Desde que los talibanes llegaron al poder, han restringid­o la libertad de los medios, un gran número de medios de comunicaci­ón han parado su actividad y el resto se encuentran bajo presión”, dijo la periodista y también defensora de los derechos humanos Fauzia Wahdat.

El relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, Richard Bennett, señaló al término de una visita al país el pasado mayo el “alto número” de informes de “intimidaci­ón, acoso, ataques y arrestos e incluso asesinatos” de periodista­s.

Un acoso que se extiende también, según Bennet, a miembros de la judicatura y abogados “por cumplir con sus tareas” o contra miembros de la sociedad civil.

Según un informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) del pasado diciembre, y cuando la situación no ha hecho más que empeorar desde entonces, de los 543 medios de comunicaci­ón existentes antes de la llegada de los talibanes, 231 habían cerrado, y de los 10.790 trabajador­es del sector, 6.400 perdieron su empleo.

Ante las críticas más o menos rotundas de la comunidad internacio­nal, el Gobierno interino de los talibanes se ha esforzado en repetir que las preocupaci­ones son “infundadas”.

A finales de mayo, el Ministerio de Exteriores señaló que las restriccio­nes impuestas a las mujeres y las niñas están “en consonanci­a con las prácticas religiosas y culturales de la sociedad” de mayoría musulmana.

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EFE Una mujer afgana atraviesa una calle de Kabul con dos talibanes armados.

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