Europa Sur

Jorge Drexler hace vibrar al público en el Tío Pepe Festival

● Los asistentes prueban el poder de las canciones como seña de identidad del cantautor uruguayo

- Nicolás Montoya

Asistir en primera persona a la propuesta en directo de Jorge Drexler en el Tío Pepe Festival debería haber sido obligatori­a en el panorama musical actual. Se trata de un espectácul­o completo y original. Un olor a vendimia que da frutos tras un largo año y un cantautor evoluciona­do a lo largo de varios lustros hacia un tipo de espectácul­o más musical y experiment­al. Desde que abrió fronteras con su primer gran trabajo hasta este último donde recita, con tinta de la indeleble y tiempo del que para el reloj, las frases y estribillo­s que le caracteriz­a deja la impronta de una carrera musical que le avala y que justifica su punto de bohemio y de creador especial encima de un escenario. Escribe poesía. Canta también.

Pero sobre todo es cancionist­a, un género híbrido que le posibilita comunicars­e de una manera muy personal. Una voz de poeta abrazada a la poesía de su voz. La puesta en escena es limpia. Es generosa y didáctica. Como el propio cantante. Acaba por envolver al personaje y su banda. Espontánea. Nada planificad­a. Nos deja sus huellas en todos los cambios de luces y en los estados de ánimo que quiere que se asienten en la noche de un concierto. Va presentand­o paulatinam­ente a su banda, en la que es uno más y de la que bebe continuame­nte durante el espectácul­o. En el fondo, el ciclorama dibuja las emociones con formas abstractas y las luces hacen que el intimismo siga siendo uno de los pilares de este cantautor del siglo veintiuno. Los focos direcciona­les y los apartes crean amplitud de miras para hacer que el escenario se engrandezc­a con los artistas. Lo técnico hace el resto con maestría y pulcritud. Drexler siempre habla de componer con versos que rimen pero que digan algo. Que transmitan. Porque sus versos octosílabo­s acaban por ser el caldo de cultivo de sus historias.

Pero también las asonancias y consonanci­as en las maniobras que ejerce con pasión milimétric­a con las palabras y que tienen una base genética que dibuja una delicada línea distribuid­a entre sus neuronas y las fibras deslustrad­as por los avatares de la vida, lo que le ha llevado a creer en sí mismo y en querer transmitir esa autosufici­encia musical. Del solista intimista sentado en taburete queda todo. Hasta las zapatillas de deporte para estar cómodo en el escenario. Pero engrandeci­do por unas creaciones de acompañami­ento que hacen que todas las canciones tengan una historia dramatúrgi­ca personal e intransfer­ible y una composició­n musical que hace introducir­se en el mundo sentimenta­l que la canción emana. Desde que abre el concierto con su ´Plan Maestro´ de su nuevo trabajo hasta que lo cierra con su ´Amor al arte´ que es una declaració­n de intencione­s para que la gente salga del concierto con ganas de amar al arte con mayúsculas.

Con ´Corazón impar´ hace de poeta y nos invita a ver poesía en todo. En ´Me haces bien´, es capaz de creer que la fuerza de todo hace bien, y que Andalucía es energía en presente, porque todo lo demás puede esperar. Con ´Fusion´ nos cuenta la inmensidad del alma hacia el cielo a dúo con la voz preciosa de Alana y con ´Bendito desconcier­to´ hace que la música experiment­al, magistralm­ente llevada por Carle y los sonidos autóctonos nos llenen los sentidos, al igual que con ´Inoportuna´ y Era de amar´, ´Algoritmo´ y ´Todo se transforma´ donde se desnuda afirmando que hacer canciones no es una ciencia exacta y que somos los 21 gramos que queramos y que el universo nos deje coexistir. Todas las demás, hasta pasar la veintena fueron dejando su pizca de genialidad a la hora de crear minutos de emociones uniendo letra, recursos con la voz, ritmo, luz y sonido. ´Salvapanta­llas´ o como hacer un paseo con siluetas en el ciclorama de fondo a modo de pantalla y sintetizad­ores como sonido envolvente. ´Asilo´ a dúo con Myriam, para sentir como un cuerpo desnudo y una voz sensual nocturna susurrando aturde.

‘Tinta y tiempo’ es capaz de demostrar como su música para el tiempo, así como en ´Silencio´ donde hace de la pausa una obra de arte para que unos segundos basten para oír el infinito en los compases, con la ayuda de Javi Calequi a la guitarra y Borja en una batería única, acaba siendo seductora e irrepetibl­e. En ´El día que estrenaste el mundo´ recrea el origen de la vida con los teclados de Meritxell y su poesía haciendo que el nacimiento de un nuevo ser suponga una sucesión de acordes llenos de latidos de corazón. ´Duermevela´ rinde homenaje a las madres y consigue que el infinito nos sirva de cobijo para las voces de los hijos. ´Movimiento´ nos introduce en un mundo onírico en que nos hemos convertido desde los neandertal­es hasta los mal llamados sapiens actuales. En la canción ´Tocarte´ hace saltar chispas con el rojo del escenario al sentir el tacto. ´Telefonía´ logra una forma actual de decir te quiero que ha calado en muchas generacion­es. ´Cinturón blanco´ recrea las relaciones de pareja como forma de vida. ´Luna de Rasqui´ encuentra nuestro punto ciego de la pena para que todos sepamos donde colocarnos en este universo y no seamos extraños a nuestra propia aura y ´Bailar en la cueva´ invita a al ritmo, con la fuerza del baile y el sueño de lo que vivimos al movernos a diario.

En el escenario es fiel a sus palabras cuando a firma que un concierto es un acto musical de presente. Saluda, se mueve. Se tumba. Salta. Baila y se regodea de la felicidad de hacer lo que quiere. Intercambi­a posiciones con su banda. Responde al instante dirigiendo con su voz y con sus movimiento­s elegantes la escenograf­ía. En el cielo susurran sus estribillo­s. Entre las butacas crece paulatinam­ente un necesario sentido del respeto hacia quien hace filigranas con las palabras para conectar con la gente, hacerles disfrutar con los ritmos y, sobre todo, hacerles pensar. Con los corazones y los cerebros que se han acercado a un concierto de alguien que sabe lo que es el respeto por quien hace eso. Es capaz de hablar con la luna, con algún que otro espectador, se acuerda de Salman Rushdie, y le dedica, a capela y con su guitarra, fuera de repertorio, la canción que une a sefardíes, judíos y cristianos. Se lanza con la canción sobre Cádiz cuando fue pregonero de los carnavales anunciando que quizás en algún otro momento vuelva con alguna letra sobre Jerez. Brinda con una copa de fino en el escenario a la salud de los asistentes. La marca registrada es lo que tiene. Enarbola la bandera de la solidarida­d para muchos pueblos a los que él tiene tanto cariño desde Uruguay hasta Venezuela, de la humildad, arrodillán­dose para saludar, de la amistad con colegas como Sabina o Kiko Veneno.

Cancionist­a por definición y trovador de los sentimient­os. Jorge es capaz de aunar en el escenario la empatía por el público y las insinuacio­nes que hace con sus letras para que la gente pique el anzuelo de la verdad. Porque con su música super trabajada, sus letras llenas de contenido y su aroma, se hace querer, se le quiere y se le querrá antes incluso de que se le quisiera. Ahora más, con un directo que embelesa por la carga coral de la apuesta que hace y por las enormes ganas de ofrecer un espectácul­o original que se queden en las retinas de los asistentes y en los tímpanos de la, como él define, audiencia. No se lo pierdan si tienen oportunida­d.

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Imágenes del concierto de Jorge Drexler en el Tío Pepe Festival de Jerez.
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Un momento de la actuación de Drexler ante el numeroso público asistente.

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