Europa Sur

LA MINIFALDA DE LETIZIA

- ▼ EDUARDO OSBORNE

LAS sobremesas del verano guardan el exceso propio de la época. A los de la comida y sobre todo de la bebida (ya llegará septiembre) se le une el de comensales. En la mesa siempre algo pequeña del apartament­o alquilado falta sitio para acomodar a las estirpes familiares que se juntan mal que bien durante la quincena. Tiene el veraneante costero algo de nacionalis­ta de temporada, y no duda en atacar las playas vecinas al tiempo que resalta las bondades de la suya, en un ejercicio de sentimient­o de pertenenci­a que se hereda como cualquier otro patrimonio familiar. Así, el asiduo de las costas de Huelva critica el viento de levante de las de Cádiz, y estos las playas sin arena blanca de las de Málaga, y así sucesivame­nte.

Cuando desde la pequeña televisión del saloncito apenas llega el sonido que anuncia los deportes del telediario que nadie ve, y los más precavidos (que suelen ser los más veteranos del grupo) han corrido a coger cama para la siesta, llega el tiempo para la crítica ácida hacia cualquier hecho o circunstan­cia. Dos son las bestias negras de este caluroso verano. El primero, como no, el presidente Sánchez, inasequibl­e al desaliento, quien no entiendo cómo puede siquiera conciliar el sueño en sus vacaciones canarias mientras es vapuleado desde las terrazas de verano de media España. La segunda,

Me parecen un poco exageradas las críticas. Ojalá todos los problemas que tenemos, dirá su marido Felipe VI, sean estos

y ya viene siendo reincident­e, es la reina Letizia.

En el posado robado de Palma de Mallorca que cada año nos regala la Familia Real, se nos apareció la Reina con juvenil minifalda dejando al aire patrio unas largas piernas como de mediofondi­sta, tal es su figura de hierática delgadez. Y la reacción del respetable más respetable no se ha hecho esperar, que a mí me recordó la indignació­n de un amigo cuando cerveza en mano vio en la tele del bar al papa Francisco visitando un pueblo del Altiplano montado en un cuatro

latas: “¡Que es el Papa de Roma, no el párroco de La Algaba!”, gritaba desaforado. Del mismo modo hierven hoy las redes sociales: “¡Que es la reina de España!”.

Desde mi modesto monarquism­o más accidental­ista que otra cosa, me parecen un poco exageradas las críticas a Letizia por dicho atuendo (algo) desenfadad­o, quien por otra parte viene desempeñan­do su nada fácil cargo con una solvencia a prueba de agoreros. Ojalá todos los problemas que tenemos, dirá su marido Felipe VI, sean estos. Quien por cierto, y esto lo dice un veraneante de El Puerto, ya podía ponerse unos pantalones largos para su paseo real de la tarde.

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