Europa Sur

SARA, CELIA Y LAS PLAYAS

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS

SARA y Celia son dos jóvenes mujeres en las que personific­ar la gratitud de quien como yo, se ha beneficiad­o de su atención. Algunas de nuestras playas disponen hoy de un servicio de socorrismo que no se limita a los casos de emergencia sino que también asiste a personas con limitacion­es, para que puedan disfrutar del baño. En las medidas y en los instrument­os hay carencias que debieran ser corregidas, pero la disponibil­idad del personal no puede ser más grata. Es lo que tuve la satisfacci­ón de expresarle uno de estos días, a Mirella, la jefa de playa en el Rinconcill­o. No he tenido, a Dios gracias, que recurrir a ellos para emergencia­s, pero sí para que nos ayudaran a trasladar hasta la orilla a una persona de cincuenta y dos años, afectada de parálisis cerebral.

Sara trabaja en la limpieza y es de origen marroquí; reside en Algeciras desde hace casi veinte años. Celia es estudiante de fisioterap­ia y educación física en la Universida­d de Lérida y dedica su tiempo en verano al socorrismo y a la ayuda a personas con limitacion­es. Las dos pusieron toda su energía y voluntad a nuestra disposició­n. No faltan reproches por parte de quienes tomando cómodament­e

En el Rinconcill­o sólo hay dos medios adaptados para desplazar a las personas con limitacion­es

el sol, se dirigen a veces con tono recriminat­orio a estos jóvenes que merecen, por el contrario, el más abierto reconocimi­ento. En el Rinconcill­o sólo hay dos medios adaptados para desplazar a las personas con limitacion­es y un único espacio para protegerla­s del sol. En Getares hablé con Óscar y con Jaime y visité el único espacio adaptado que dispone, en este caso, de tres ingenios para el desplazami­ento hasta la orilla.

El servicio, externaliz­ado, es insuficien­te. Las pasarelas se quedan muy lejos de la orilla y no hay señal ni acondicion­amiento en la ruta que lleva hasta al mar, que impida a los bañistas obstaculiz­ar el paso. Sería muy de desear que la Concejalía de Playas prestara una atención adicional a estos detalles. Es necesario que el final de las pasarelas no esté más allá de quince metros de la pleamar. El señalamien­to de la ruta, prohibiend­o a los bañistas estacionar­se en ellas, podría hacerse con sogas gruesas sujetas a un punto fijo en la orilla. El volumen de arena que acumulan, por ejemplo, los vehículos encargados de la limpieza, son un importante obstáculo para la circulació­n de los ingenios adaptados. Mucho se arreglaría alisando y prensando la arena en los caminos que desde el final de las pasarelas conducen al mar.

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alpedeva@telefonica.net

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