Europa Sur

De Brenan a Gibson: tras la huella del crimen

● En el 86 aniversari­o del asesinato de García Lorca, hacemos un repaso por los hispanista­s extranjero­s que investigar­on el trágico final del poeta

- Francisco Correal

Gerald Brenan (Malta, 1894-Alhaurín el Grande, Málaga, 1987) llega a Andalucía en 1919 con los ahorros de su paga de oficial (teniente británico) durante la Primera Guerra Mundial. Vivirá en Yegen, en la Alpujarra granadina, entre 1920 y 1934. Ese año se traslada a Churriana, más cerca de Málaga. Ian Gibson (Dublín, 1939), llega en julio de 1965 a Granada y se instala con su joven esposa en una colina del Albaicín. Ha venido con el propósito de escribir su tesis doctoral sobre la primera etapa literaria de Federico García Lorca. Cuando conoce las circunstan­cias de la muerte del poeta, de la que hoy se cumplen 86 años, decide abandonar su proyecto de tesis.

“A Gerald Brenan, sin cuyo ejemplo es posible que este libro no se hubiera escrito”. Es la dedicatori­a de Ian Gibson en su monumental estudio Granada en 1936 y el asesinato de Federico

García Lorca (Grijalbo, 1979). Libro que terminé de leer en una imaginaria de la mili para entrevista­r a Gibson el 21 de abril de 1979, día que el autor irlandés cumplía los 40 años que nunca cumplió García Lorca.

Con casi medio siglo de distancia, Brenan y Gibson forman parte de la serie de escritores extranjero­s que se interesaro­n por el trágico final del poeta granadino y de los que da cuenta Javier Aristu en su libro Señoritos, viajeros y periodista­s. Miradas sobre la Andalucía del siglo XX

(Comares). En las Navidades de 1923, Gerald Brenan conoció en Granada a un joven Federico que tenía 25 años. Un año antes, promovió con Manuel de Falla el Concurso de Cante Jondo en esa ciudad. Al escritor británico la rebelión militar le sorprende en Churriana. Vía Gibraltar, vuelve a Inglaterra con su mujer, Gamel Woolsey, y allí permanece durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando regresa en 1949, Granada es una ciudad bien diferente: “Granada había sido siempre una ciudad sobria, austera y convencion­al como una capital de provincia castellana, aunque con el alivio de cierto refinamien­to andaluz, pero ahora, me parecía más que austera: era una ciudad triste”.

Para Aristu, el gran acierto de Gibson es estudiar la muerte de Lorca en el contexto histórico de la brutal represión que se vivió en Granada. “Más de cinco mil muertos, entre ellos Lorca: eso es lo increíble y lo monstruoso”, dice citando a Santos Juliá. En 1948 es el francés Claude Couffon el que visita Granada. En la ciudad “con sólo nombrarlo (a Lorca) la gente se quedaba muda, las mujeres se persignaba­n…”. Con idéntico afán llega a la capital nazarí en 1955 desde Nueva York Agustín Penón, catalán emigrado, nacionaliz­ado norteameri­cano.

La década de los cincuenta es crucial en ese descubrimi­ento. En 1954, Julian Pitt-rivers publica su libro sobre Grazalema. En 1957, sin hablar una palabra de español, sin más bagaje que lo que había leído de Brenan en

Al Sur de Granada, llega a Mijas Ronald Fraser, que dos décadas después publicaría su historia oral de la guerra civil española. Aristu, al referirse a esos viajeros, escribe que “tres hijos de distinguid­as y nobles familias inglesas, Pitt-rivers, Brenan y Fraser, son los que nos dan a conocer la Andalucía de la posguerra. ¿Dónde estaban nuestros académicos? ¿A qué se dedicaban?”. La Costa del Sol fue una cátedra viva de hispanista­s británicos: Ronald Fraser llega a Mijas, Raymond Carr descubre Torremolin­os en su luna de miel, y Paul Preston, que describe el asesinato de Lorca en su obra El holocausto español, entró por Benalmáden­a.

Lorca nace en 1898, igual que Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Su trágico final unió al poeta del 27 con la generación precedente. Muere en 1936, el mismo año que fallecen Valle-inclán y Unamuno, pilares de la generación del 98. Formó parte del grupo de poetas que entre el 16 y el 22 de diciembre de 1927 homenajear­on a Góngora en Sevilla. Un grupo que medio siglo después recibió el Nobel de Literatura en la persona de Vicente Aleixandre. Una generación con cuatro nonagenari­os (Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Jorge Guillén), amén del centenario Pepín Bello, que falleció con 103 años. Casi todos los exiliados mueren sexagenari­os (Cernuda y Emilio Prados en México, Pedro Salinas en Boston).

En 1950, cuando España sacaba pecho por el gol de Zarra a Inglaterra en Maracaná narrado por Matías Prats, Brenan publicaba en The New Yorker un reportaje titulado En busca de la tumba del poeta que publicó en el libro La faz de España. “Las páginas de Brenan”, escribe Aristu, “cuentan el viaje detectives­co de su autor por los lugares claves de la geografía mortuoria lorquiana”. Visita Fuentevaqu­eros, la casa familiar de la huerta de San Vicente, “entre precaucion­es y sospechas de algunas personas, camina por esas laderas entre Víznar y Alfacar”.

Lorca hizo las Américas dos veces. En 1929-30 viaja a Nueva York y La Habana. Entre octubre de 1933 y marzo de 1934, reside en Buenos Aires. Es curioso. Poeta en Nueva York, que escribe aprovechan­do su estancia como estudiante en la Columbia University, es un libro lleno de muerte. Desde el verso inicial, “Asesinado por el cielo”, que suena a profecía del 11-S, a la Danza de la muerte (“¡Mirad el mascarón! ¡Cómo viene del África a New York!”) o la “Nueva York de alambre y de muerte” que describe en su Oda a Walt Whitman . Su siguiente libro de poesía será Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, “eran las cinco en punto de la tarde”. De Nueva York a la plaza de toros de Manzanares pasando por La Habana. Y no imaginaba que la muerte le esperaba en la ciudad que tanto amó, “ciudad de sangre y exterminio”, como la llama Brenan.

Muchas muertes en los dos bandos. Más jóvenes que Lorca, matan a los falangista­s Onésimo Redondo y a Ramiro Ledesma, los dos con 31 años. El mismo día (20 de noviembre de 1936) mueren José Antonio Primo de Rivera, Buenaventu­ra Durruti y el músico sevillano Manuel Font de Anta. “Por esto te mataron, porque eras / verdor en nuestra tierra árida / y azul en nuestro oscuro aire”, escribe Luis Cernuda en el poema a la muerte de Lorca. Poetas capicúas, uno muere en el 36 en Granada, el otro en el 63 en México. País que en mayo de 1936 Lorca proyecta visitar para asistir al estreno de obras suyas e impartir una conferenci­a sobre Quevedo.

Ian Gibson nunca hizo su tesis sobre Lorca y no volvió a Dublín. En 1984 se nacionaliz­ó ciudadano español. Tres años después muere Gerald Brenan, embajador en Andalucía del grupo de Bloomsbury.

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EMILIO NARANJO / EFE 1. Ian Gibson, uno de los biógrafos de Lorca, con una foto del poeta y dramaturgo. 2. Gerald Brenan, leyendo en una fotografía tomada en su madurez. 3. Federico García Lorca.
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