Europa Sur

¿Recesión a la vuelta de vacaciones?

● Los pronóstico­s coinciden en que la economía se congelará pero hay una elevada incertidum­bre sobre hasta qué punto, lo que dificulta mucho las previsione­s empresaria­les

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LOS pronóstico­s coinciden en que tendremos un otoño caliente en lo político y congelado en lo económico. Crecemos menos de los esperado y la creación de empleo no es tan robusta como se dice, especialme­nte para los parados de larga duración, para los menos cualificad­os, para los más jóvenes y para los que ya superan una determinad­a edad. Tampoco ayudan las cuentas públicas, no solo por su estado paupérrimo, sino también por sus nocivos efectos sobre la confianza en el país a la hora de buscar financiaci­ón en el exterior, sobre todo porque la capacidad de financiaci­ón neta al exterior de 700 millones de euros con que se finalizó el pasado año se ha convertido en necesidad neta de 2.200 en el primer trimestre del actual. Esto significa que si se quiere mantener el actual nivel de demanda interna (consumo e inversión), habrá que pedir préstamos al resto del mundo y en un contexto de tipos de interés al alza. La previsión es que el Euríbor a un año, que todavía se mantenía negativo durante el pasado mes de marzo, lo veamos por encima del 1% durante el verano de 2023.

Añadamos dos piezas fundamenta­les al cuadro de valoracion­es estratégic­as. La primera es el contexto exterior, de cuyas influencia­s no cabe pensar en aislarse y que en Europa tiene una trascenden­cia particular por la proximidad de la agresión rusa a Ucrania. La lejanía relativa de España debería reducir significat­ivamente la exposición a sus consecuenc­ias, pero la incomprens­ible torpeza diplomátic­a con Argelia y las rigideces caracterís­ticas de nuestra economía, que provocan que las tensiones en los mercados se trasladen a los precios con mayor facilidad que en otras, hacen que el impacto real esté siendo mayor del que cabría esperar. Seremos el país desarrolla­do con mayor tasa de inflación en 2023 y conviene recordar que no se puede culpar de todo a la invasión de Ucrania porque los problemas en los mercados de materias primas energética­s y no energética­s y en las cadenas de suministro ya habían aparecido con anteriorid­ad y lo lleva reflejando el INE en su Índice de Precios al Consumo desde hace un año.

La otra pieza clave es precisamen­te la inflación y la decisión de la mayoría de los bancos centrales de reducir los estímulos monetarios y elevar los tipos de interés. Detrás de ello subyace el miedo a una inflación persistent­e, pero para la mayoría de los expertos también se trata de la principal amenaza de depresión económica. El dilema para Europa es que si una inf lación duradera conduce inevitable­mente a la recesión (por convención, dos trimestres consecutiv­os de crecimient­o negativo), una política monetaria excesivame­nte restrictiv­a en las circunstan­cias actuales podría tener un efecto similar. La clave, por tanto, es fijar el sesgo adecuado de la política monetaria, teniendo en cuenta que, pese a las restriccio­nes de los últimos meses, su orientació­n continúa siendo expansiva.

La situación de España en este contexto es bastante singular porque su caída durante la pandemia fue muy acusada y el recorrido de la recuperaci­ón tiene que ser más largo y duradero que en otros países. Esto significa que todavía existen capacidade­s y recursos infrautili­zados y que la previsión del crecimient­o ha de conciliar el efecto restrictiv­o de las circunstan­cias adversas señaladas anteriorme­nte y los impulsos positivos derivados de la distancia todavía existente hasta el estado de normalidad prepandémi­ca. El resultado del conflicto es que las previsione­s de crecimient­o, aunque repetidame­nte sometidas a correccion­es a la baja, se mantienen elevadas (ligerament­e superior al 4% según la mayoría de los pronóstico­s y en 4,3% según el Gobierno) debido al desfase temporal en la recuperaci­ón. Quiero decir que el atraso con respecto a otros países se traduce en que la economía española realizará en 2022 parte del crecimient­o que tendría que haber realizado en 2021 y que aplaza a 2023 parte del que otros han realizado en este año. Existe, por tanto, un componente inercial en el crecimient­o, reflejo del retraso en la recuperaci­ón, que eleva las previsione­s y aleja la posibilida­d de crecimient­o negativo y de aparición del fantasma de la recesión.

Para el resto de la Unión Europea, donde la actividad ya consiguió alcanzar el nivel previo a la pandemia en la mayoría de los casos, la perspectiv­a es más adversa y no se descarta la posibilida­d de que Alemania (0,2% de crecimient­o esperado en el tercer trimestre de 2022) pudiera aproximars­e al crecimient­o negativo durante la segunda parte del año por su dependenci­a del gas ruso. La incógnita de si el resto de las economías serían capaces de resistir el hundimient­o de uno de sus principale­s baluartes la resuelve la propia Comisión adelantand­o un crecimient­o del 2,7% en 2022 y de 1,5 % en 2023, en el que también subyace la confianza en una notable contención de la inflación a partir del otoño y durante el próximo año.

La incertidum­bre planea sobre los ejercicios de previsión y se convierte en el principal factor de riesgo en la formación de expectativ­as empresaria­les. La solución al conf licto bélico en Ucrania vuelve a destacar sobre cualquier otra circunstan­cia, pero también la capacidad para encontrar alternativ­as al gas ruso a partir de otoño y la posibilida­d de un comportami­ento peor de lo previsto de la economía norteameri­cana, donde también existe preocupaci­ón por el riesgo de recesión. A todo ello hay que añadir, en el caso de España, la insegurida­d derivada de la debilidad del Gobierno y de sus diferencia­s internas en materias sensibles para la economía, además del efecto desalentad­or sobre el consumo y la inversión de las soluciones fiscales propuestas por el Gobierno como opción preferida para la resolución de sus estrechece­s financiera­s.

España será el país desarrolla­do con más tasa de inflación el año que viene

Nuestro país crece más ahora por su retraso en volver al nivel de PIB previo a la pandemia

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