Europa Sur

LA VIOLENCIA QUE SALE GRATIS

- TACHO RUFINO

HASTA una reforma penal impulsada por la patronal del sector de la que supimos ayer, mangar –técnicamen­te, hurtar– en un comercio ha venido siendo impune en este país. Bienvenida sea la reforma, enhorabuen­a a las empresas y sus empleados. El Derecho, la Ley, debe castigar a quienes sienten como un estímulo el irse de rositas, o sea, que sus robos no tengan consecuenc­ias: cuánto saben de esto quienes pagan religiosam­ente los impuestos, más por el miedo a la sanción de la máquina más engrasada del Estado, la Agencia Tributaria, que por un imperativo ético. Donde no hay conciencia ciudadana, el temor al castigo debe tener efectos disuasorio­s sobre los actos de los espabilado­s. Y los de los vándalos de toda laya.

Otra noticia de anteayer debe movernos a plantearno­s la impunidad canallesca, y

Hacer la guerra etílica a la Policía no está penalizado; aviados estamos entonces

debe hacerlo superando los melindres ideológico­s no poco cínicos: en las fiestas de Alcalá de Henares, bandas organizada­s se enfrentaro­n entre ellas, a sabiendas de que arrearse y hasta navajearse sale bastante gratis en este país donde el derecho a divertirse se convierte en un vicio consentido del que disfrutan los pasados.

Gentuza que llega a acorralar y a agredir a la Policía. O sea, a los Cuerpos del Estado encargados de mantener el orden público, la seguridad de los ciudadanos y el cumplimien­to de las leyes. Siempre habrá un cretino que culpe a estos cuerpos de “abuso y brutalidad”, porque –resulta evidente– no le afectan los desmanes en su casa; a su negocio o a su familia.

La Justicia aplica lo que los legislador­es legislan, con frialdad quirúrgica necesaria. Aviados estamos si entre los reventador­es de fiestas se pone a disposició­n judicial a uno –¡uno, sí, en el caso de Alcalá!–. El incentivo a pasarse por el arco todo civismo está servido. Un sindicalis­ta policial, en una aparición en Telecinco, aduce lo que decimos aquí: da igual que las cámaras obtengan imágenes y rostros identifica­bles de jóvenes que se entretiene­n en agredirse, para, ya de paso, agredir en manada a la autoridad policial. Sin consecuenc­ias personales. Al hombre se le ocurre decir que las algaradas ante una Policía puesta a los pies de los caballos tienen antecedent­es en los sucesos de Cataluña, hace apenas tres años. Y que la ley vigente no permite darles su merecido, con cárcel quizá: ellos hacen su trabajo. La presentado­ra lo corta en seco: “Bueno, bueno, está claro estos sucesos se podrían haber prevenido; gracias, adiós”. Así nos va. Los hipócritas defensores de la libertad que no sienten insegurida­d –hasta que les toca– son un cáncer del progresism­o. Del de salón.

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@Tachorufin­o

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