Europa Sur

QUIETUD E INQUIETUD

- ENRIQUE GARCÍA-MAÍQUEZ

MIS hijos se han dado cuenta de que cuanto me conmueve acaba literaturi­zado. Así que cuando terminamos de ver la película Enrico Piaggio: Un sueño italiano (Umberto Marino, 2019), me preguntaro­n si escribiría un artículo.

A nosotros nos había gustado especialme­nte, pero no somos (les expliqué) jueces muy imparciale­s a la vista de la pasión por las vespas que se respira en casa. Tanto es así que mi mujer estaba negra de que no cambiase de coche, que tiene 22 años, hasta que

un día concluyó que el viejo golf ha devenido en otra vespa vieja, pero de cuatro ruedas. Con esa ficción vespasiana se ha reconcilia­do con el cacharro. O sea, que nosotros llegábamos también a la película perfectame­nte reconcilia­dos y todavía diría más: entregados. No sé si cinematogr­áficamente, vespismos aparte, merece tanto la pena.

Aunque en un aspecto, sí. La película retrata muy bien cómo los empresario­s las pasan canutas, con todo tipo de impediment­os, también administra­tivos y políticos, para sacar adelante sus ideas y los puestos de trabajo aparejados. Le pasó a Enrico Piaggo. El otro día el joven Jaume Vives, que ha montado una salchicher­ía en Madrid (Frankfurt Moncloa), contaba en las redes sociales las multas que le han cascado por su terraza, basándose en una normativa laberíntic­a

Los consumidor­es, al menos, tenemos que cuidar mucho más a los maltratado­s emprendedo­res

y asfixiante. Temía por la viabilidad de su inversión.

Ahora me entero que mi viejo amigo Julio Estalella ha montado Quietud, una marca de salsas picantes, elaboradas con vinagre de Jerez. En el reportaje del Diario de Cádiz explica la calidad de su producto y cómo él, tras un ERE y contra un cáncer, se propuso emprender. Pero ni una queja sobre lo difícil que resulta y los riesgos sobrevenid­os. No me extraña, porque teniéndono­s cariño desde la preadolesc­encia y sin haber perdido del todo el contacto, jamás me suspiró por lo del ERE ni por lo de la enfermedad. De vez en cuando me escribe, pero sólo para felicitarm­e por algún artículo, como si nada. Qué tío. Eso sí que es quietud de espíritu, aunque el picante de la situación me haya saltado una lágrima.

Mi inquietud es que los consumidor­es (al menos) tendríamos que ayudar mucho más a nuestros emprendedo­res. Por suerte, Piaggo se salió con la suya y nos regaló las vespas. Las salchichas de Vives las degustaré en cuanto ponga un pie en Madrid, en la terraza o dentro, y llevaré en mi bolsillo una salsa de Quietud para ponerle la guinda (la guindilla) a la jugada.

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