La vendimia se cerrará con un desfase del 23,5% con respecto al pasado año
● A falta de que finalice la recolección de algunos viñedos de Chiclana y Puerto Real, la producción del Marco de Jerez ha alcanzado, según datos del Consejo, los 44 millones de litros
El Consejo Regulador tiene ya cifras oficiales sobre la producción de la vendimia de 2022, y que arrancó, por primera vez desde que se tienen datos, a finales de julio, en concreto el día 28.
De los 33 lagares inscritos, sólo uno sigue en activo, el de la Cooperativa de Chiclana, a los que se unen también algunos viñedos en Puerto Real y algunas parcelas singulares que se dedican a la vinificación dulce.
Hasta el pasado domingo, fecha en la que se dieron los últimos datos, se han recogido casi 44 millones de litros, 43.145.526 para ser exactos, lo que supone una caída de la producción del 23,5% con respecto al pasado año.
De acuerdo con los rendimientos reglamentarios, esta cantidad de uva podría traducirse en unas disponibilidades de mosto calificado para los distintos usos requeridos por los operadores de las denominaciones de origen de 308.000 hectólitros, equivalentes
Para César Saldaña, “ha sido una de las más complejas por su disparidad”
a 61.600 botas.
César Saldaña, presidente del Consejo Regulador, reconoce que esta vendimia de 2022 ha sido “una de las más complejas, por la enorme disparidad que ha presidido el estado de la uva en las aproximadamente 7.000 hectáreas inscritas en el registro de viñas del Consejo Regulador”.
Hay que recordar que la superficie de viñedo inscrito se encuentra dispersa entre diez municipios distintos y más de cien pagos, con una extraordinaria diversidad en términos microclimáticos, lo que hace que las condiciones de maduración -incluso en un año normal- difieran enormemente entre unos viñedos y otros; especialmente dependiendo de su proximidad a la costa, pero también en función de su altitud, orientación, exposición a los vientos predominantes, etc.
Desde el Consejo se habla de una vendimia “sana”, con una uva “con un nivel muy alto y en torno a los 11 grados Baumé”, aunque la media habitual suele ser de 11,5º.
Este año, a esa diversidad climática se han unido unas condiciones muy dispares en lo que se refiere a la evolución del estado fenológico de la uva, identificándose dentro de las mismas viñas racimos en los que la floración y el cuajado habían sido más tempranos y otros más tardíos.
Desde el punto de vista meteorológico, la campaña 2021-22 ha seguido la tónica de los últimos años, con una pluviosidad escasa. Las lluvias totales registradas han oscilado entre los 375 y los 450 litros/m², lejos de la media histórica de los 600 litros y repartidas desigualmente por los distintos pagos. En los meses de octubre y noviembre las precipitaciones fueron escasas, siendo en diciembre cuando se produjeron el grueso de las lluvias de otoño-invierno, que apenas han sumado el 40% de las lluvias totales. En marzo, con el comienzo de la primavera, se registraron las principales precipitaciones del año, mientras que en los meses de abril y mayo apenas llovió, a lo que siguió un verano totalmente seco, con precipitaciones nulas. En resumen, casi el 90% de las lluvias cayeron en los meses de diciembre y marzo, si bien de forma persistente y repartidas en muchos días; eso, unido a la sequedad que imperaba en el campo, tras tres años muy secos, hizo que la tierra absorbiera bien el agua caída, sin que se generaran ni pérdidas ni escorrentías que erosionaran el terreno.
Los estados fenológicos de las vides presentaban inicialmente algo de retraso; tanto la f loración como el cuajado se produjeron entre 7 y 10 días por detrás de lo habitual, como consecuencia de las temperaturas suaves registradas al inicio de la primavera. Sin embargo, durante el mes de mayo vinieron unos días de intenso calor que aceleraron la evolución del fruto. Posteriormente, las temperaturas del mes de junio fueron mucho más suaves de lo habitual, mientras que el mes de julio llegó desde principio con vientos de levante y una ola de calor intensa e interminable, que se extendió hasta los primeros días de agosto. Durante el resto del mes de agosto han predominado temperaturas más suaves y noches bastante frescas, con sus típicas blanduras o rociadas de poniente. En definitiva, ha sido un año de oscilaciones térmicas intensas y prolongadas, que han determinado la enorme disparidad a la que nos referíamos anteriormente. De forma resumida podemos hablar de una primera floración-cuajado que dio lugar a racimos que presentaban una madurez avanzada ya en el mes de julio y una segunda floración-cuajado que dio lugar a racimos más atrasados. En general, el cuajado ha sido algo peor de lo habitual, de manera que los racimos presentaban un aspecto más claro y con las bayas más sueltas.
La incidencia de plagas y enfermedades ha sido este año particularmente baja, por lo que la uva ha entrado en los lagares muy sana y con un buen nivel de calidad. Las graduaciones obtenidas han sido en general bastante justas, sobre todo en los viñedos vendimiados en la segunda parte de la campaña, más cercanos a la costa.
Por último, hay que destacar que aproximadamente el 54% de la uva se ha recolectado mecánicamente, casi siempre en horarios nocturnos, para asegurar el perfecto estado de la uva a su llegada a los lagares. El 46% restante se ha vendimiado de forma manual.