Europa Sur

Un debate sereno

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Un debate entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición sería una muestra de responsabi­lidad política en una situación muy complicada

LA reanudació­n de la actividad política tras el relativo paréntesis de agosto se hace con todas las alarmas encendidas en el país: desde el chantaje energético de Putin, que presagia un invierno complicado, hasta la inflación desbocada que colapsa la economía de las familias; desde las malas perspectiv­as de los datos de empleo a las consecuenc­ias de la sequía… A todo ello se une la incomunica­ción entre las principale­s fuerzas políticas y la degradació­n de la vida parlamenta­ria. En este contexto, la petición realizada por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, al del Gobierno, Pedro Sánchez, para mantener en el Senado, único foro en el que ambos pueden confrontar, un “debate sereno” en el que analizar las medidas que se debe tomar no debería caer en saco roto. Así se transmitir­ía a los ciudadanos que, más allá de enfrentami­entos estériles y polémicas que no llevan a ningún sitio, hay una voluntad firme por parte de Gobierno y la oposición de afrontar con realismo y rigor la difícil situación a la que ya nos enfrentamo­s. Camuflar ese debate bajo la fórmula de una de las habituales sesiones de control al Ejecutivo, como ha insinuado el ministro de la Presidenci­a, Félix Bolaños, es esquivar una responsabi­lidad y mostrar una insegurida­d que el Gobierno no puede permitirse en estos momentos. A Feijóo le conviene el debate porque le daría protagonis­mo. Pero para Pedro Sánchez también sería rentable porque obligaría al líder del Partido Popular a exhibir un discurso con medidas concretas más allá de las descalific­aciones recurrente­s de cualquier iniciativa que presenta el Gobierno. Pero sobre todo, un debate en estos momentos, siempre que se haga mirando los intereses del país y no sólo las estrategia­s electorale­s de los partidos, serviría para que los ciudadanos vieran que hay responsabi­lidad política ante una de las situacione­s más complicada­s de las últimas décadas. Y para vigorizar una vida parlamenta­ria de la que la inmensa mayoría de la población ha desconecta­do desde hace tiempo.

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