Esquizofrenia política
EL aumento de los precios en agosto, aunque supone una pequeña tregua debido a la moderación de los costes de los combustibles, confirma que vamos a pasar un otoño y un invierno con una inflación desbocada que se resiste a bajar de los dos dígitos. Ello abre las puertas a un periodo de inestabilidad social azuzado por la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Quizás, una deriva en ese sentido tenga un componente de inevitabilidad. Lo que resulta de todo punto incomprensible es que desde el propio Gobierno o, por lo menos, desde uno de sus cada vez más enfrentados sectores se anime a llevar la conf lictividad a la calle. La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, desarrolla dentro del Ejecutivo de Pedro
Sánchez una línea política propia, pensada más para sus propios intereses electorales que para las obligaciones y la responsabilidad de un Ejecutivo que se enfrenta a uno de los escenarios más complicados de los últimos años. Díaz ha decidido emprender por su cuenta una ofensiva contra la patronal, más pendiente de contar con el apoyo de los sindicatos a la plataforma que pretende consolidar al margen de Podemos que de desarrollar sus obligaciones como miembro del equipo al que los españoles han confiado la gestión de la actual crisis. Nada, por otra parte, que a estas alturas sorprenda demasiado en una situación de permanente esquizofrenia política que parece la marca de la casa del Gobierno de coalición. Y esa esquizofrenia arrastra al Ejecutivo a comportamientos imprudentes e incomprensibles. Animar a un otoño caliente en demanda de aumentos salariales que las empresas no van a poder asumir o exigir el incremento sustancial del salario mínimo, cuando esa es una responsabilidad que compete en exclusiva al propio Ejecutivo, constituye una irresponsabilidad por la que el país puede pagar un precio muy alto y que no sólo no contribuye a solucionar los problemas, sino que los agrava.
Animar desde el Gobierno la conflictividad social, como hace la vicepresidenta Díaz, es una irresponsabilidad que costará cara