El centenario de una obra inmortal
● La sonata ‘Sanlúcar de Barrameda’ compuesta por Joaquín Turina, Hijo Adoptivo de la ciudad, se estrenó el 11 de septiembre de 1922 en el Salón de Plenos del Ayuntamiento
ESTE próximo 11 de septiembre de 2022 se conmemora el centenario del estreno de la sonata Sanlúcar de Barrameda de Joaquín Turina, que estuvo a cargo del propio compositor hace cien años, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de la misma ciudad. Un hito histórico que me hubiera gustado mucho haber podido presenciar.
Recuperaba así la ciudad de la manzanilla un esplendor cultural que antaño tuvo cuando diferentes maestros de capilla o reputados intérpretes de nivel internacional estrenaron sus obras musicales también aquí. Quizás sea pertinente nombrar a Joan de Vargas, Manuel Vazquez Quincoya, Louis M. Gottschalk, compositor y pianista norteamericano, Gerónimo Giménez, Rosalía Colom, Antonio Lucas Moreno, Oscar de la Cinna, pianista húngaro, además de los directores Mateo Alba, Julián Cerdán o Marino Díaz y otros grandes ejecutantes que dejaron huellas suficientes de su paso por los escenarios sanluqueños.
A los muchos acontecimientos conmemorativos de este año 2022, como el V Centenario de la Primera Circunnavegación o el primer centenario del fallecimiento del escritor sanluqueño Joaquín López Barbadillo (18761922), se une ahora esta importante efemérides, que por desgracia pasará inadvertida, sin una celebración adecuada, en el municipio barramedeño si no se remedia. Todo ello, a pesar de que la obra pianística de Turina, hijo adoptivo de la ciudad, también “ha dado la vuelta al mundo”.
Su partitura se conserva en multitud de bibliotecas, se ha interpretado por muchos pianistas, tanto españoles como extranjeros, y representa una gran seña de identidad cultural para Sanlúcar de Barrameda y para toda la provincia de Cádiz, Andalucía y España, al tratarse de uno de nuestros compositores más universales. El compositor sevillano, asiduo del esplendoroso veraneo sanluqueño, había ofrecido ya en agosto de 1922, en los Juegos Florales celebrados en el Teatro Principal, que contaron con la intervención literaria de José Ortega Munilla, el padre de Ortega y Gasset, una primicia breve de su obra, a la que estuvo dando sus últimos retoques en ese verano mítico, que ya veía como se desvanecían las expectativas que Genaro Cavestany había levantado con ilusión para que la ciudad celebrara con brillantez el IV Centenario de la Primera Circunnavegación.
Esta imponente obra musical ha sido interpretada en bastantes ocasiones por los pianistas sanluqueños Lucas Moreno (que la estrenó en Madrid), José Manuel de Diego y quien firma estas líneas. Pertenece al gran repertorio de la música española para piano del siglo XX, y cuya primera grabación realizó la eximia intérprete catalana Alicia de Larrocha, que le dio difusión mundial.
Más adelante se realizaron diferentes versiones discográficas, entre ellas la incluida en la obra completa para piano por Antonio Soria. Grandes pianistas españoles como Ángeles Rentería, Alberto González Calderón, Ricardo Requejo, Jordi Masó, José Luis Bernaldo de Quirós, Juan José Sevilla, María Ángeles Ayala o extranjeros, como Martin Jones o Marian Conti, entre otros muchos, han abordado esta obra desde sus diferentes estilos interpretativos, dando a la composición un amplio abanico de colorido, ductilidad y solemnidad.
Se trata de una de las cimas del piano español de todos los tiempos; es una obra dividida en cuatro movimientos en la que Turina quintaesenció el mundo sentimental y paisajístico sanluqueño, que tanto amaba.
El primer movimiento, En la torre del Castillo, muestra una panorámica de la ciudad que podemos atisbar en fotografías antiguas de aquellos años, en los que la condición de paraíso y vergel natural aún no había sido eliminada por las urbanizaciones turísticas.
El segundo movimiento, de alegría y bullicio sin cesar, nos retrata Siluetas de la Calzada cuando al atardecer y en la noche era el centro de la animada conversación, del paseo seductor de damas y caballeros, de la aparición de determinados personajes “serios” y niños que juegan a los inocentes pasatiempos de la época.
Trasladándonos a La playa, esa sensación de “infinito bienestar” que sentía nuestro autor por un paisaje tan pintoresco, donde solo el rumor de las olas era interrumpido por el canto de algunos viejos marineros y por el tintineo de algunos juanelos que surcaban la desembocadura, cargados del pescado que esperaban ansiosos en Bajo de Guía. Lo cual enlaza con el último movimiento, de estilo fugado, que cierra la magna obra con el título Los pescadores en Bajo de Guía, que dibuja el ir y venir de barcas repletas de los manjares recogidos con mucho esfuerzo en el mar por las parejas de barcas, y la subasta consiguiente de todo lo capturado dentro de la expectación de muchos curiosos.
Todos esos cuatro movimientos se ven interrumpidos por el tema preponderante que Turina llamaba “el espíritu de la ciudad”, que identifica, como si de un “leiv-motiv” se tratase, a esta bienamada ciudad, la «ciudad de plata», que además de reunir todas sus conocidas y magníficas virtudes añade también el disponer de este espectacular retrato musical que representa una de las grandes cimas de la música española de todos los tiempos.
Merecería la pena organizar un recital conmemorativo que diera la dimensión merecida a este hito histórico, y el Conservatorio que lleva su nombre, así como la Delegación de Cultura, deberían liderar esta efemérides para septiembre de 2022.