Triunfo generoso y sin sustancia de Manzanares en Colmenar Viejo
● El público colmenareño apenas valoró el esfuerzo que hizo Diego Urdiales ● Con Daniel Luque hubo más torero que toros
Manzanares, con dos orejas de muy escaso peso, ha abierto ayer la última Puerta Grande de la feria de Colmenar Viejo (Madrid), un triunfo generoso y sin sustancia a tenor de lo acontecido a lo largo de sendos trasteos.
Se jugaron toros de Luis Algarra, desiguales de presentación y de juego variado. Sin clase y con guasa el primero; sosito pero dejándose el segundo; descastado el tercero; complicado el cuarto; flojito pero con un pitón izquierdo de categoría el quinto; y de escaso fondo el sexto.
Diego Urdiales, estocada delantera y desprendida (silencio); estocada algo contraria y delantera (ovación). José María Manzanares, estocada algo contraria (oreja); estocada honda, tendida y desprendida (oreja tras aviso); Daniel Luque, gran estocada (oreja); estocada trasera y caída, y descabello (silencio).
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo de José Cubero, Yiyo. Casi dos tercios de entrada en tarde agradable pero con ligero viento.
Con templadas verónicas recibió Manzanares a su primero, que se movió de aquí para allá, soso y con poca clase, y al que instrumentó una faena deslavazada y que nunca cogió altura a pesar del largo tiempo que estuvo intentándolo. Al matar a la primera, logró una orejita.
El quinto, justo de fuerzas, respondía cuando se le hacían las cosas con suavidad, especialmente por el izquierdo, algo que Manzanares no acertó a imprimir a lo largo de otra faena intermitente, en la que alternó algún pase suelto estimable con otros, la gran mayoría, a los que les faltó sobre todo pulso y ligazón. Otra vez la efectividad con la espada le granjeó un generoso trofeo.
Urdiales estuvo por encima de un primero sin clase y muy mentirosete, que parecía querer tomar la muleta pero enseguida protestaba con brusquedad a mitad del muletazo, midiendo. El riojano estuvo firme con él, tratando de hacerle todo a favor de obra, justificándose de sobra.
El cuarto fue otra prenda por lo mucho que midió y lo poco o nada que se entregó. Urdiales estuvo técnicamente perfecto pero sin poder lucir. Solo una tanda por el derecho casi al final, y robándolos a base de firmeza y tesón, pareció despertar al personal, que apenas valoró el esfuerzo que hizo el de Arnedo, que, además, tuvo que bregar con el viento que le impidió imponer su mando con más continuidad.
Lo mejor de la primera faena de Luque fueron las verónicas y las chicuelinas que firmó con el capote y la suficiencia que mostró después en la muleta ante un toro muy en el límite de todo. Hubo más torero que toro, con momentos de gran calidad salteados por el poco fuelle del de Algarra, al que finiquitó de un soberbio espadazo, que ya por sí solo valió la oreja que acabó paseando.
El que cerró plaza tampoco tuvo fondo alguno; y Daniel Luque volvió a estar fácil y solvente pero sin poder brillar por falta de oponente,