Europa Sur

Ana Morales y su club de artistas peculiares

● Con una brillante carrera a sus espaldas, la bailaora regresa a la Bienal de Flamenco para presentar ‘Peculiar’, el día 16 en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

- Rosalía Gómez

Es bien sabido que el f lamenco en esencia es un arte individual. A excepción de los cada vez más escasos ballets, durante años, y no solo por motivos económicos, el ideal, la meta, la vara de medir de los bailaores y las bailaoras ha sido presentars­e ante el público en solitario.

En los últimos tiempos, sin embargo –quién sabe cuánto habrá inf luido en ello la pandemia– se viene observando la tendencia contraria. Cada vez son más los que han comprendid­o que dialogar en el escenario con otros artistas, en ocasiones de estilos diferentes, constituye una inestimabl­e fuente de nutrición para sus trabajos.

Es el caso de Ana Morales, una de las bailaoras que paso a paso, desde que llegara a Sevilla con quince años desde su Barcelona natal, con una beca para la Compañía Andaluza de Danza, ha ido evoluciona­ndo hasta convertirs­e en una de las figuras más sobresalie­ntes del f lamenco actual.

Su brillante carrera acumula ya casi una decena de espectácul­os propios y un sinfín de gozosas colaboraci­ones en los ajenos (con David Coria, Estévez & Paños, José María Gallardo Rey, Esperanza Fernández…).

Ahora, cercana a la cuarentena, en plena madurez artística y sin nada que demostrar como intérprete, Morales aúna la sabiduría de la tradición y la frescura y la osadía de la juventud para dar rienda suelta a su faceta de creadora.

Tan reflexiva como intuitiva, la artista ha acabado por adherirse a la idea de Constantin Brancusi de que “la sencillez no es más que la resolución de la complejida­d”, y si el multifacét­ico escultor aspiraba a representa­r la vida en estado puro que late en todo organismo, ella aspira a transmitir el baile en estado puro que bulle en su interior. Y quiere hacerlo con total libertad.

“Este trabajo lo he afrontado con el vértigo y el placer absoluto que te da la libertad, y gracias a la experienci­a de búsqueda de mis dos anteriores trabajos,

(Giraldillo al Baile en la Bienal de 2018) y

sin los cuales no podría haber llegado hasta aquí. Ahora me permito toda la libertad del mundo, pero con más herramient­as y con más conciencia del movimiento, que es lo que a mí me motiva”, confiesa la artista. El espectácul­o en cuestión es

estrenado el pasado 16 de junio en la Grande Halle de La Villette de París, y que, tras su paso por el

Grec de Barcelona (los días 25 y 26 de julio) llegará el próximo 16 de septiembre al Maestranza, dentro de la Bienal de Flamenco, coproducto­ra del espectácul­o junto con la Villette y el Festival de Nimes.

es el resultado de lo que en teatro se denomina creación colectiva; es decir, una pieza creada completame­nte por sus intérprete­s sin una planificac­ión previa. La dirección, eso sí, es de Ana Morales, con la mirada externa de Guillermo Weickert.

En el escenario, únicamente la energía aportada por cada uno de los miembros del club de los peculiares de Morales: el cantaor Tomás de Perrate, el compositor Miguel Marín, Árbol, (presencia habitual en la danza contemporá­nea), el guitarrist­a Rycardo Moreno, la arpista Ana Crismán, el bailaor Antonio Molina El Choro y la bailaora y tocaora Julia Acosta. Junto a ellos, una gran pantalla con proyeccion­es de danza en las que han colaborado Joaquín Aneri, Raül Refree en la música y Cachito Vallés con una de sus sensoriale­s instalacio­nes.

Un universo en blanco y negro que a veces se ve teñido de un verde brillante por las juguetonas luces de Cube y, en algunos momentos, atravesado por los textos de la propia Morales, que añade así una faceta poética nada despreciab­le a sus ya numerosos talentos.

“Me apetecía mucho salir de esta soledadtan­absolutaen­laquenosen­contramosl­osflamenco­s,poresoeleg­í a unos cuantos artistas con los que teníaganas­detrabajar.nosreunimo­s por primera vez en Nimes, en enero, y comenzamos un proceso que se fue perfilando poco a poco y para el que fue fundamenta­l la residencia que hicimos en Torrox (Málaga) dentro del programain­progress(puestoenma­rcha por Miguel Marín, director del Flamenco Festival, con la complicida­d del Ayuntamien­to y de la Fundación Conciencia­rte) y que nos permitió completar técnicamen­te el espectácul­o en el teatro de la localidad”, confiesa la creadora.

«Cuando comenzamos a trabajar –prosigue– me di cuenta de que cada escena se iba convirtien­do en un pequeño ritual de la vida cotidiana o social, de modo que este ha acabado siendo el hilo conductor . En

hay mucha improvisac­ión, pero poco a poco fueron tomando cuerpo distintos rituales que hemos agrupado en cuatro bloques”.

Entre ellos, se encuentran el Ritual del Pueblo (con una saeta y un taranto), el Ritual Gitano (con un hermoso dúo entre Tomás y El Choro), el Ritual ancestral de la Ayaguasca, que te lleva a lo más profundo; el de la Mujer (con una soleá de Ana al arpa)… hasta llegar a la seguiriya final, que es realmente una catarsis.

“Tomás es el chamán y yo estoy siempre como observador­a, pormis compañeros son mi alimento y mis fantasías; ellos hacen que crezca mi baile, que viene siempre del giro porque mi ritual es el de los derviches giróvagos. La verdad es que me divierto mucho y, cuando termino, siento una liberación absoluta. Ojalá el público se divierta de la misma manera”.

“Ahora me permito una total libertad, pero con más herramient­as y más conciencia”

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FOTOS: ALAIN SCHERER Ana Morales gira ante sus compañeros inspirada por los derviches y envuelta en una atrevida iluminació­n diseñada por Cube.
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También hay lugar para la bata de cola en el espectácul­o.

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