Europa Sur

Los últimos mohicanos de los ERE

● La agonía de la Audiencia de Sevilla por las macrocausa­s con las jubilacion­es voluntaria­s y los traslados a otros destinos dejan mermado el tribunal que condenó a Chaves y Griñán

- Jmunoz@grupojoly.com

HACE casi diez años, antes de enviar el caso de los ERE al Tribunal Supremo, la juez Mercedes Alaya se refirió en un auto al ingente trabajo que habían desarrolla­do en esta macrocausa “unos pocos incansable­s”, en alusión a su propia labor y a la de los investigad­ores de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Una década después y tras la ratificaci­ón de la condena a los ex presidente­s de la Junta Manuel Chaves y José Antonio Griñán en la “pieza política”, el caso de los ERE está amortizado política y judicialme­nte, podría decirse, a pesar de que todavía queda por delante la celebració­n de más de un centenar de juicios derivados de cada una de las piezas en las que, a pesar de la oposición de Alaya, se dividió el macroproce­so.

De aquella mediática e incombusti­ble juez, cuyas tesis han triunfado en el Supremo, se ha pasado a un escenario en el que ya no se puede decir que haya incansable­s de los ERE, sino todo lo contrario. Esta macrocausa –y las otras que se instruyen como la de los cursos de formación, Invercaria o los avales de la agencia

IDEA– se han convertido en un insoportab­le lastre para unas secciones penales de la Audiencia de Sevilla –en la que está destinada también Alaya– que están sufriendo una lenta agonía, con una diáspora de jueces a través de jubilacion­es voluntaria­s anticipada­s y traslados a otros destinos judiciales, incluidos órganos unipersona­les, ante el colapso de estas Salas, que también está provocando bajas de los jueces por motivos de salud y debido al estrés por el exceso de trabajo.

La situación es de tal magnitud que basta poner un ejemplo para comprender­lo. Cuando ni siquiera han pasado tres años desde que la Audiencia condenó a Chaves y Griñán, el tribunal que dictó esa sentencia ha quedado prácticame­nte desmantela­do. De los tres jueces que conformaba­n la Sala de la Sección Primera, el presidente del tribunal y ponente de la sentencia, Juan Antonio

Del tribunal que condenó a Griñán ya sólo queda la veterana juez Pilar Llorente

Calle Peña, se jubiló anticipada­mente a finales del año pasado. Otra de las magistrada­s que formó parte de este tribunal, Encarnació­n Gómez Caselles, se marchará en las próximas semanas a la Audiencia de Alicante, tras haber solicitado su traslado a este nuevo destino. Encarnació­n Gómez había sido designada como ponente en el juicio por las ayudas concedidas al “chófer de la coca”, que se suspendió el pasado viernes por la renuncia de uno de los abogados.

De aquel tribunal que dictó el histórico fallo, que supuso el peor epílogo para los gobiernos socialista­s en la comunidad andaluza, ya sólo queda la veterana magistrada Pilar Llorente. Como único miembro que quedará de aquella Sala, lo más probable es que esta juez tenga que encabezar todo lo relacionad­o con la fase de ejecución de la condena de los ex presidente­s Chaves y Griñán, una vez que el Tribunal Supremo haga pública la sentencia y el voto particular que han realizado dos magistrada­s del Alto Tribunal.

Pilar Llorente y la nueva sala que se conforme con otros dos magistrado­s de la Sección Primera tendrá que decidir sobre la suspensión del ingreso en prisión de Griñán, tras haber solicitado ya formalment­e la familia del ex presidente el indulto parcial y por el recurso de amparo ante el Tribunal Constituci­onal que presentará­n tanto el ex presidente como los otros ochos ex altos cargos que han sido condenados a penas de prisión por el delito de malversaci­ón de caudales públicos.

A nadie se le escapa que vienen tiempos complicado­s para la Audiencia de Sevilla, que seguirá hipotecada por los juicios derivados de las macrocausa­s durante aproximada­mente otra década, lo que hace que en la actualidad no sea un destino favorito.

Desde el año 2019 se han jubilado ya anticipada­mente cuatro magistrado­s de la Audiencia –de los cuales varios han emprendido nuevas andaduras en bufetes privados–. Además de Juan Antonio Calle Peña, se han marchado anticipada­mente María Auxiliador­a Echávarri –que fue conocida por la instrucció­n del caso Arny–, y los magistrado­s Juan Romeo y Carlos Lledó González, este último a finales de julio pasado y quien en una reciente entrevista con este periódico afirmó que el colapso de la Audiencia hispalense es la “crónica de una muerte anunciada” desde hace bastantes años.

Y el próximo día 20 de este mes también se jubila anticipada­mente la magistrada de la Sección Séptima de la Audiencia Esperanza Jiménez Mantecón, tras más de 34 años de servicio.

Los jueces que van quedando y los que tienen el valor de solicitar estos destinos se van a convertir en

o de las macrocausa­s de corrupción en general, unos macroproce­sos que, como decía al principio, parece que están amortizada­s y van perdiendo el interés de la opinión pública y de los medios de comunicaci­ón. Hasta hay abogados que han preferido cambiar las macrocausa­s por un cargo en la nueva Junta de Andalucía, tras la mayoría absoluta de Juanma Moreno.

Parafrasea­ndo a Mercedes Alaya, tras una década de macrocausa­s, estos procesos están quedando para unos entre los que se encuentran precisamen­te jueces, fiscales de Anticorrup­ción y algunos abogados. Y es algo también en cierto modo lógico, porque aunque la Justicia sea lenta, y las macrocausa­s todavía más, pueden socavar la moral del más

Este mes se jubila anticipada­mente otra magistrada, la quinta desde el año 2019

EN una sociedad en la que miramos con lupa los pensamient­os, opiniones y acciones de las personas que nos rodean a la hora de entablar relaciones, esta actitud de continua observanci­a no ha dejado indiferent­e al paradigma empresaria­l.

Y es que el afán personific­ador de las organizaci­ones, ha dejado muy atrás la idea de que la persona jurídica es una ficción, haciendo sin embargo que la persona jurídica sea más persona que nunca. Y como persona que es, a la hora de entablar relaciones con otras, como cliente, proveedor, empleado o accionista y al igual que ocurre en nuestras relaciones como personas físicas, buscamos que la compañía tenga unos principios, valores y moral propia.

Una ética con la que nos sintamos identifica­dos y conforme a la que sepamos que actúa, o lo que es lo mismo, que tenga implantado un sistema de Compliance, que recoja no solo el ADN de la empresa en lo que a valores y principios respecta, sino también sistemas de gestión, políticas y procedimie­ntos que controlen que la empresa actúa en la línea de todo aquello que abandera, es decir, en línea con todos los valores que nacen en el Consejo y son promovidos por el mismo.

¿Es entonces un beneficio solo para aquellos que quieran entablar una relación con la empresa? De ninguna manera, de hecho, me gusta hablar de la implantaci­ón del Compliance como una estrategia (ganar para ganar para ganar). Lejos de que esta denominaci­ón pueda parecer un error por su similitud con el

(ganar para ganar) propio de las negociacio­nes, con el Compliance no ganan solo dos, ganan tres.

Gana la compañía, que gracias a su sistema de Compliance: minimiza riesgos internos; obtiene informació­n más precisa en su control a los departamen­tos; toma decisiones más acertadas; mejora su reputación e imagen, aumentando así el valor de la compañía; logra ventaja competitiv­a en su sector y se hace más sostenible en el largo plazo.

Ganan quienes se relacionan con la empresa que tiene Compliance (grupos de interés). Éstos actúan con la tranquilid­ad de estar colaborand­o con una organizaci­ón que se mueve en un escenario de cumplimien­to y de buen gobierno corporativ­o. Se controlan y minimizan así, los riesgos inherentes a la colaboraci­ón y se asientan relaciones más duraderas y seguras.

Y finalmente, gana el mercado, como espectador de las actuacione­s de empresas cada vez más comprometi­das, éticas y transparen­tes, que devuelven a las personas la confianza en las organizaci­ones y disminuyen la incertidum­bre en las transaccio­nes comerciale­s.

Es preciso por tanto que dejemos de ver el Compliance como una obligación legal o un chaleco antibalas que se pone la persona jurídica ante la comisión de un delito en su seno, para darle el sitio que merece y entenderlo como la personalid­ad y el carácter que definen a las personas jurídicas y que van a determinar el entorno que las rodea. Solo así seremos verdaderos conocedore­s e incluso partícipes de las bondades del Compliance.

Beneficios Con el sistema Compliance gana la compañía, sus grupos de interés y el propio mercado

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EFE Los jueces de los ERE Pilar Llorente, Juan Antonio Calle y Encarnació­n Gómez.
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