Europa Sur

FINAL DE TRAYECTO

- JOSÉ CHAMIZO

E Scomplicad­o aceptar que la vida puede f luir de otra manera, que tu situación, pese a todo, puede cambiar si te lo propones. Multitud de ejemplos demuestran cómo hombres y mujeres, alejados de los bienes básicos, en un contexto hostil, han sido capaces de tener una existencia muy diferente a la marcada por “el guion”. No sé si multitud, pero sí muchos.

Hay una cierta línea de pensamient­o, sin querer insultar a esa digna palabra, que pretende convencert­e de algo incierto: nada tiene arreglo. Si eres pobre, nunca podrás abandonar ese lugar marginal donde te encuentras por diferentes razones. La existencia si no tienes medios para poder consumir, afirman, es poco interesant­e.

La riqueza no garantiza habitar en los espacios donde reina la belleza, es más, a veces, se vuelve en contra y hace del día a día un drama con dinero. Algunos humanos creen que la abundancia de dinero traerá paz, serenidad a sus vidas. Es cierto, en algunos aspectos, cesan las preocupaci­ones: sobrevivir es una tarea menos. Aunque aparecen otras dimensione­s del vivir cotidiano: conf lictos familiares; inversione­s mal hechas; enfermedad­es; avaricia, culpable de muchas sinrazones… etc.

La pobreza no elegida se intenta ocultar. Incluso, se hacen políticas de subsistenc­ia para evitar su avance, no para erradicarl­a de una vez por todas. Son acciones de contención, algunas pueden ser interesant­es. Nunca son tan radicales, que te impulsen a ti, como persona sin dinero, a tomar las riendas de tu vida sin necesitar, en el futuro, a nadie. Con la crisis de imaginació­n existente, construir ciudadanos libres parece costoso, se convierte en una utopía razonable, aunque lejana.

“El trayecto entre pobreza y riqueza es de largo recorrido”

El trayecto que existe entre pobreza y riqueza es de largo recorrido, sobre todo si hablamos de seres humanos que viven por debajo de lo que debe ser la normalidad: techo, trabajo, dignidad. Cambiar el orden social existente no es posible con las políticas actuales por muy bien intenciona­das que sean. Es preciso remover los cimientos de una acción social cuya duración es excesiva y dio sus frutos. Estamos en otro momento de la historia, ignoro si peor o mejor, me consta que muy diferente. Siento vértigo al pensar en la exclusión social asumida como un tema más de esos que algunos dicen que “no tienen arreglo”.

Los servicios sociales, de alguna manera, hacen prácticas las decisiones políticas, necesitan por lo menos otra estructura, otra filosofía; más medios; más autonomía para su trabajo diario; más calles recorridas… Sabiendo que no todo el mundo sirve para algo extremadam­ente complicado; sin vocación solo hay burocracia social.

El movimiento asociativo es otro pilar del sistema social. Necesita también adaptarse a estas nuevas situacione­s; necesita que las administra­ciones les dejen trabajar; necesita que los funcionari­os prepotente­s no sean un problema mayor que la atención a los usuarios; necesita medios económicos controlado­s, pero sin llegar al ridículo al que lo someten las administra­ciones, especialme­nte las “intervenci­ones”, más preocupada­s de saber cuánto papel higiénico se gasta y no de conocer sufrimient­o de las personas solicitant­es de ayuda.

Urge poner fin a estos modelos de actuación en los que la marginació­n de algunos colectivos está aumentando y la única respuesta oficial es hacer casi lo mismo de hace veinte años.

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