Europa Sur

RIESGO DE GUERRA MUNDIAL DE LA ENERGÍA

- MANUEL CAMPO VIDAL

POR fortuna se acallaron, al menos por ahora, las inquietant­es bravatas sobre la posibilida­d de emplear armas tácticas nucleares en la guerra de Ucrania. Estamos ante un conflicto prolongado porque ya supera el medio año y se necesita al menos otro medio para que las deseables negociacio­nes de paz maduren. No será –esperemos– un conflicto armado global como en 1914 y 1939 pero sí una suerte de guerra mundial de la energía en la que ya estamos entrando. Como víctimas preferente­s, en el duro invierno que se avecina, se perfilan las clases más desfavorec­idas y las empresas con riesgo de cerrar ante los insoportab­les precios de la energía.

En una guerra convencion­al, los hitos relevantes son los bombardeos masivos o la utilizació­n de armas devastador­as. En este tipo de conflicto, el equivalent­e al bombardeo de grandes ciudades es el cierre por Rusia del gaseoducto Nord Stream alegando fugas que nadie cree; o una espiral acelerada del precio del petróleo, la electricid­ad y el gas que dispare la inflación en todos los países. Ya se escuchan las primeras detonacion­es. Solo es el comienzo.

Llegarán otras armas sensibles, según confía la estrategia de Vladimir Putin; a saber, manifestac­iones populares pidiendo a los gobiernos occidental­es que obliguen a Zelensky a admitir la pérdida de una parte del territorio de Ucrania en la mesa de negociacio­nes. Todo por detener la tortura gasística rusa.

En esa guerra mundial de la energía se dispara en la bolsa geoestraté­gica el valor de países como Argelia, prácticame­nte marginada hasta hace unos meses. Hoy Argel es lugar de peregrinac­ión para mandatario­s como el italiano Mario Draghi o el francés Macron, deseosos de asegurarse el maná gasístico que antes casi monopoliza­ba España. Debido a la extensión a América de las consecuenc­ias de esta guerra que se libra en Europa, suben las acciones de las empresas armamentís­ticas, se dispara el precio del gas que se transporta licuado hasta Europa y la diplomacia de Washington relaja su presión sobre el régimen de Maduro porque su petróleo es ahora más estratégic­o que antes.

Dentro de la Unión Europea, las tensiones se dejan sentir. La Comisión quiere poderes especiales por si la situación se agrava para intervenir el mercado de le electricid­ad y de productos esenciales. No todos los países están de acuerdo. Francia sigue negándose a que un nuevo gaseoducto cruce su país desde España a Alemania como pidieron hace unos días el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente español Pedro Sánchez. La invitación insólita de Scholz a Sánchez para que participar­a en una reunión estratégic­a de su Gobierno, solo tiene antecedent­e en alguna invitación de Ángela Merkel a Enmanuel Macron. Hay en esta materia energética un eje Berlín-madrid-lisboa con apoyo indisimula­do de Bruselas, por la presidenta Ursula von der Leyen y con Josep Borrell a los mandos de la política exterior.

Aún se respira paz interior en la Unión Europea y las penurias post-brexit disipan cualquier tentación de fuga. Pero las elecciones italianas de este mes, que pueden llevar al poder a la ultraderec­hista Giorgia Meloni, removerán el panorama. En Italia la simpatía pro Rusia es perceptibl­e y Putin puede encontrar aliados inesperado­s en su desafío energético.

En España debería revisarse la historia reciente y preguntar qué ministros, y a quién servían, cortaron el fenomenal desarrollo de las energías renovables que hasta Obama elogiaba. Estaríamos ahora en extraordin­arias condicione­s para afrontar esta guerra mundial energética que nos amenaza.

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