La hora de los valientes
● Trece espectáculos de danza marcados por la vanguardia y la experimentación, dentro de la Bienal de Flamenco, de los cuales nueve son estrenos, se dan cita en el Teatro Central de Sevilla
El Teatro Central acoge, entre el 11 de septiembre y el 1 de octubre, algunas de las propuestas más vanguardistas y contemporáneas que ofrece la programación de la Bienal de Flamenco de Sevilla, en su vigésima segunda edición. Olga Pericet, Israel Galván, Andrés Marín & Jon Maya, María Moreno, Paula Comitre, Lucía la Piñona, David Coria, Estévez/paños y Compañía, Charo Martín, Marco Vargas & Chloé Brûlé, Florencia Oz e Isidora O'ryan, Yinka Esi Graves y Luz Arcas /La Phármaco componen la relación de artistas que ofrecerán sus creaciones en el escenario de La Cartuja. Un espacio, tal y como comentaron ayer organizadores y creadores, para reivindicar el futuro del Flamenco, su diálogo con diferentes expresiones artísticas y su contacto con la realidad.
Para la directora general de cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Isabel Ojeda, “el programa que se desarrolla en el Teatro Central es una apuesta decidida de la Bienal por la creación y la vanguardia, fusionando el Flamenco con otras disciplinas artísticas, porque se trata de estar muy pendientes de los nuevos lenguajes, pero sin olvidar esa mirada hacia el pasado y la tradición”.
Ojeda subrayó la importancia de que varios de los espectáculos que se pueden disfrutar en el Teatro Central, así como en el resto de la programación, cuentan con el “apoyo y colaboración de grandes eventos e instituciones internacionales”, como son la Bienal de Danza de Lyon o el Festival de Itálica, el Teatro de la Villa de París o la Bienal de Venecia o espacios como el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque o el Grec de Barcelona, entre otros.
Para Salomón Castiel, secretario general de Cultura de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, su participación en la Bienal de Flamenco de Sevilla “viene a concretar el compromiso del Gobierno andaluz con el Flamenco y con esta cita, no sólo desde el plano presupuestario, también con la cesión de espacios y de recursos humanos”.
También quiso destacar Castiel la presencia de la consejería en algunos de los estrenos que se van a llevar a cabo a lo largo de la cita sevillana, apoyando los espectáculos de María Terromoto, Rocío Molina o Sergio de Lope, entre otros. Igualmente, el responsable andaluz se refirió a la presencia en el Bienal del Ballet
Flamenco de Andalucía, que “acude con Gimnasio, que se trata de una obra conceptual, fruto de la colaboración del ballet andaluz con Israel Galván (del 19 al 22 de septiembre en San Jerónimo).
DIÁLOGO ENTRE PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Para el director de la Bienal, Chema Blanco, “el eje principal de esta edición de la Bienal es el diálogo”. De ahí que no dudara el responsable de la cita en afirmar
Los artistas que están en el cartel son “los valientes, se ofrecen al desnudo”, según Blanco
que los artistas que están en el cartel del Central son “los valientes, ya que se ofrecen al desnudo, al natural, lanzándose al vacío en muchas ocasiones”.
Resaltó el director de la Bienal el trabajo de David Coria y Charo Martín “que ofrecen unas propuestas sin finalizar, para que el espectador conozca las tripas y las entrañas del proceso creador, y de dónde vienen esas referencias que luego vemos en el resultado final”.
El programa de danza en el Teatro Central arranca con Antípodas el próximo domingo 11 de septiembre, de las hermanas Florencia Oz (baile) e Isidora O`ryan, que ya estrenaron en el Festival de Jerez de 2021. Una obra que nos sumerge en la dualidad como una puerta abierta hacia el encuentro, y también hacia el conflicto. Ese mismo día, en horario nocturno, Olga Pericet estrena La Leona, “un diálogo entre el animal y la legendaria guitarra de Antonio de Torres”.
El 14 de septiembre es el turno de David Coria y su Work in progress De lo humano, que estará acompañado al cante por David Lagos, Tomás de Perrate y Pepe de Pura, además de por Artomático, en un espectáculo “sensual y onírico, donde los objetos se funden con las figuras”.
El bailaor Israel Galván sube al escenario el 17 de septiembre con Seises, una apuesta repleta de colaboraciones, en donde el viaje a los recuerdos, a la infancia y la inocencia cobran especial protagonismo.
La bailaora británica Yinka Esi Graves y The disappearing act el día 18 ofrecen un espectáculo, adaptado por su propia realidad (recientemente ha sido madre), en el que investiga sobre sus orígenes como bailaora de flamenco afrodescendiente.
Paula Comitre llega con Alegorías. El límite y sus mapas el 19 de septiembre, una propuesta que cuenta con la producción de Chaillot Teatro Nacional de la Danza, la propia bailaora y Arte y Movimiento y que busca sorprender al espectador a través de la dualidad y la duda.
Lucía Álvarez La Piñona estrena, el 21 de septiembre, Insaciable,
Arranca el domingo 11 con ‘Antípodas’, de las hermanas Florencia Oz e Isidora 0’Ryan
un espectáculo en el que su creadora investiga en sus propios límites y que define como “un destape emocional, corporal y artístico”.
El 23, Estévez/paños y Compañía ofrecerán en La Cartuja una creación coreográfica basada en el diálogo entre el baile flamenco y el arte contemporáneo. Charo Martín es la protagonista de la Bienal en el Central con De vísceras
y otros cantes el 25 de septiembre, en donde aborda “la deconstrucción de la anatomía del cuerpo del cante flamenco”.
El 23 de septiembre, la bailaora María Moreno estrenará
o../o../.o/o./o. (solea´), “un viaje al interior de la Soleá, desde muy diferentes puntos de vista”, explicó la artista durante la presentación de la programación en el Teatro Central.
Origen, de Marcos Vargas & Chloé Brûlé, es la propuesta que se podrá contemplar el 27. Una obra que sus creadores definen como “una realidad en forma de deseo”. El 29 de septiembre, Andrés Marín & Jon Maya con Yarin ofrecerán un diálogo entre culturas, partiendo de la tradición, pero con una mirada al mañana.
Por último, el 1 de octubre concluye el ciclo de la Bienal de Flamenco de Sevilla en el Teatro Central con Mariana, de Luz Arcas/la Phármaco, una producción en la que se alude “al nombre de la cabra que acompaña al gitano errante, la del show, la que baila”. Diálogos, investigaciones, work in progress y nuevos lenguajes en la programación de la Bienal en el Teatro Central, o la demostración de que el Flamenco es un elemento vivo y en constante evolución.
Como otros escritores católicos de su generación, en Francia la de François Mauriac o Jacques Maritain, Georges Bernanos tuvo que hacer frente a una época convulsa en la que el progresivo descreimiento, la radicalización política y la insólita violencia de la guerra moderna tensionaron las antiguas certezas. El problema del mal fue el tema central de su obra y en pocas novelas se refleja de un modo tan crudo como en
cuya protagonista comparte nombre –y nada más, salvo la “soledad trágica” y el destino final de ambas, según precisión del mismo Bernanos– con la adolescente que aparecía en la inaugural título que expresa bien la angustia derivada de un mundo en crisis. Conviene no perderse la fiel y maravillosa adaptación cinematográfica de Robert Bresson, verdaderamente memorable, pero el film no exime de volver a una reeditada por Periférica
en una nueva traducción de David M. Copé, que deslumbra por su intensidad dramática, nada sentimental, y por la maestría con la que Bernanos combina el realismo descarnado y una poética de la desnudez que abarca y trasciende la denuncia.
“No encontré ni psicología ni análisis en ella”, afirmó Bresson de la novela, y es verdad que los hechos se explican solos. Hija de un padre alcoholizado, de quien se dice que ejerció como contrabandista, y de una madre gravemente enferma, de la que no ha recibido atención ni afecto, Mouchette encarna la incomunicación, la marginalidad y la pobreza en grado extremo. Con sólo catorce años, se comporta como una “pequeña bárbara”, en palabras de la maestra de la escuela, y parece “una extranjera entre los habitantes de esa aldea que tanto detesta”. Es una criatura a la vez ingenua y feroz, temida y despreciada, insolente y desvalida. La miseria en la que sobrevive es “tan infranqueable como los muros de una prisión”. Su actitud desafiante se enfrenta a la indiferencia o la “hostilidad despectiva” de los vecinos, raras veces teñida del “vago respeto” que inspiran quienes llevan la “marca de la desgracia”. Bernanos retrata a los integrantes de la pequeña comunidad en la que se desenvuelve, en la práctica sin contacto alguno, como campesinos que han perdido los valores morales. Son ellos, empezando por su propia familia, no Mouchette, los responsables de su “salvaje indolencia”, del asco y la náusea que siente, de la susceptibilidad y la desconfianza que la han conducido al aislamiento.
En el curso de una sola noche y la mañana siguiente, el oscuro itinerario de la muchacha se torna aún más sombrío. El bosque en mitad de la tormenta, la rivalidad entre el celoso guarda Mathieu y el apuesto furtivo Arsène, un zueco perdido, precarias cabañas que valen como refugios, borracheras de “vino agrio”, un presunto homicidio, son algunos de los ingredientes de la tragedia en la que pierde definitivamente la inocencia, una “brutal revelación” que la deja arrasada. Antes se ha dicho que la “misteriosa voz” de Mouchette constituía su secreto, el canto de una “miserable juventud floreciendo de repente, la revancha de humillaciones antiguas”. Ahora tiene otro, inocultable, que refuerza su naturaleza rebelde y le inspira a la vez un intenso sufrimiento y cierto orgullo contradictorio, una sensación de libertad desprovista de alegría. A partir de entonces, se encamina con paso impremeditado pero firme hacia su destino, “completamente sola, y contra todos”, dispuesta a apurar hasta el fondo el infortunio.
Reducida por el entorno a una condición casi animal, Mouchette ejemplifica una humanidad mutilada y apenas pensante, “tan poco familiarizada con la reflexión que no es consciente de los esfuerzos que realiza por comprender”. En esa incapacidad de interpretar lo que confusamente vive o de encontrarle un sentido, más allá de las reacciones instintivas, se cifra su f lanco más vulnerable y lo que Bernanos llama, con genuina piedad, el “signo sagrado de la miseria”. Sin intervenir en el drama de la niña, el narrador nos hace partícipes de una deriva cada vez más desesperada, asumiendo de algún modo la protección –con razón se ha hablado de su mirada de redentor o padre espiritual– que nadie a su alrededor le brinda. El impulso caritativo, nacido del amor, no lo representa en la novela más que el propio novelista.
Mouchette. Georges Bernanos. Trad. David M. Copé. Periférica. Cáceres, 2022.
152 páginas. 17 euros
PEQUEÑA BÁRBARA. Mouchette es una criatura a la vez ingenua y feroz, insolente y desvalida