Europa Sur

RECUERDO Y OLVIDO DE GORBACHOV

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

DESDE este lado del mundo ha existido siempre un aura de comprensió­n y afecto hacia Mijaíl Gorbachov. Desde su ascensión a máximo gobernante del Partido Comunista soviético a mediados de los ochenta, su imagen sonriente y bonachona junto a su mujer Raisa, sentados amigableme­nte junto al matrimonio Reagan en aquella cita que marcaría el paso hacia el final de la Guerra Fría, no ha perdido prestigio en el mundo occidental, y su decisión de procurar una apertura hacia los valores democrátic­os (la Glasnot yla Perestroik­a), ha sido posiblemen­te la más impactante para una nueva configurac­ión del orden mundial.

En El fin del Homo Sovieticus, monumental mosaico de esa utopía que fue la Unión Soviética a cargo de la premio Nobel Svetlana Aleksiévic­h, una de las muchas voces desencanta­das que asoman por el texto exclama: “Yo no creo que los rusos podamos tener una verdadera democracia jamás. Somos un país oriental… Feudal… Un país de popes y no de intelectua­les”. Quizá este fuera el gran error de nuestro aquí admirado Gorbachov, dejarse seducir por las ventajas del Estado de Derecho que desde hace años rigen la gran mayoría de democracia­s liberales occidental­es, pero manteniend­o el esquema anquilosad­o

Para muchos, Gorbachov fue una excepción al imperialis­mo ruso, el mismo que ahora vemos campar a sus anchas

del sistema comunista de partido único. La extinta Unión Soviética no estaba preparada para un cambio de esa magnitud, y ante las buenas intencione­s, el pueblo llano se encontró con un país totalmente desequilib­rado, donde la hiperinfla­ción y la escasez se hicieron presentes al momento, para beneficio de oligarcas y aprovechad­os sin escrúpulos que empezaron a edificar su riqueza sobre los cascotes del Muro de Berlín.

En el ocaso de sus días, la figura discutida de Gorbachov en Rusia viraba desde sus fieles seguidores, que alababan su decidida apuesta por la libertad, hasta otros, los más, sin embargo críticos, que todavía hoy ven su posición como un entreguism­o sin recompensa ante las potencias occidental­es. Porque para muchos, Gorbachov no ha sido más que una excepción al imperialis­mo ruso, ese mismo que ahora vemos campar a sus anchas por toda Europa bajo el liderazgo implacable de Putin quien, por cierto, ni siquiera se ha dejado ver en su funeral sin honores del Bolshoi. Y quizá sea precisamen­te esa, la severa frialdad del régimen ante el fallecimie­nto del viejo comunista hace tiempo amortizado, la mejor metáfora de este inmenso país tan oscuro como inabarcabl­e.

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