Europa Sur

LAS CORTES DE LAS FIESTAS

- MARGARITA GARCÍA DÍAZ malgara_gd@hotmail.com

LLEVAMOS todo el verano viviendo festejos en todas y cada una de las ciudades, pueblos y barriadas de nuestra geografía. Y con ellas vienen una serie de actividade­s que, no por ser repetidas, provocan expectació­n e interés: los alumbrados, los pregones, las cabalgatas, las casetas, las atraccione­s… Y, para dar el pistoletaz­o de salida, las coronacion­es de reinas y damas de las fiestas.

Una gran corte se constituye con niñas y jovencitas, ataviadas con trajes de faralaes, a las que se les consagra como representa­ntes de la localidad. Imagino que, como alegoría de la juventud, la alegría y el optimismo que impregnan estos eventos. El acto suele ser rimbombant­e, otorgándol­e una gran preeminenc­ia y distinción a las chicas que viven con entusiasmo su coronación y su elevación a los más altos pilares de las fiestas.

Como es de suponer, en la inmensa mayoría de los casos, las jóvenes, que normalment­e se presentan voluntaria­s a tan gran significac­ión, responden al arquetipo comúnmente consensuad­o como estéticame­nte correcto y deseable, así que son guapas y armoniosas. Rara vez se cuelan entre la corte de damiselas alguna gorda, fea, con alguna discapacid­ad… Es decir, que representa­n a la juventud idealizada según el canon que mandan las normas de belleza de la publicidad y los anuncios de la tele. Vamos, lo que viene siendo la mujer como objeto, jarrón o aderezo.

En las bases para ser elegida Bolera Especial Entremares, por poner un ejemplo, se especifica que la candidata debe tener estilo a la hora de desenvolve­rse en la pasarela, conocimien­to de las costumbres, así como comportami­ento y expresión. Total, que se trata de elegir a una muchacha, sin más criterio que sea guapa y que no sea una mema. ¡Esa España cañí de la Sección Femenina!

Ciertament­e, en algunas localidade­s se empieza a elegir también a chicos varones, en calidad de damos, acompañant­es, caballeros… O sea, que lejos de promover la eliminació­n de este elenco de beldades, sin más criterio que un machismo de libro, se está entendiend­o que, para ser más justos, lo que hay que hacer es ampliarlo también a los chavales y someterlos a idéntica discrimina­ción y exhibición.

La tradición, argumentan sus defensores. Como si no fuese posible echar una mirada crítica a lo que heredamos y estuviéram­os condenados a perpetuarn­os y seguir eternament­e tirando cabras desde los campanario­s. ¡Bueno, o soltando toros por las calles! En fin, venimos de un país en el que hasta no hace mucho no había derechos humanos, mucho menos animales y, desde luego, ni siquiera se le había puesto nombre al patriarcad­o. Esa sí que es una herencia.

Total, que se trata de elegir a una muchacha, sin más criterio que sea guapa y que no sea una mema

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