Europa Sur

UN EPITAFIO

- EDUARDO JORDÁ

Acomienzos del verano se halló el cadáver de una mujer entre los juncos que crecen a la orilla del Guadalquiv­ir, en la dársena que hay cerca del parque del Alamillo, en Sevilla. Los que solemos pasear por allí pasamos muchas veces junto a los juncos sin darnos cuenta de nada, hasta que al final se descubrió la historia: la mujer había sido asesinada por su ex pareja, que además le había robado 5.000 euros de la cuenta corriente. La mujer, inmigrante, era conocida y respetada por todo el mundo por su laboriosid­ad y su enorme sentido de la responsabi­lidad.

Justamente se dio la alarma sobre su desaparici­ón porque nadie imaginaba que pudiera faltar al trabajo sin haber avisado de su ausencia. Los que critican la llegada de inmigrante­s se deberían preguntar si no nos hace falta tener entre nosotros a personas como esta mujer asesinada por su ex pareja.

Cuando se descubrió el cadáver, el lugar donde había aparecido se convirtió en un altar improvisad­o. Apareciero­n velas encendidas, una foto de la mujer, un manojo de crisantemo­s blancos y algunos mensajes escritos a mano. Pero el tiempo fue haciendo su trabajo. Primero desapareci­eron los crisantemo­s, luego los mensajes, luego la foto (en la que se veía a una mujer madura que sonreía confiada sin saber lo que le esperaba en

Los que critican a los inmigrante­s se deberían preguntar si no nos hacen falta personas como esta mujer

la vida), y por último desapareci­eron las velas. La última vez que pasé por allí ya no quedaba nada que recordase a aquella mujer asesinada por su ex pareja. Sólo quedaban los juncos y el río que fluía impasible en una dársena que en realidad no llevaba a ninguna parte.

Qué injusto, pensé, y qué cruel que tan pronto se hubiera borrado el recuerdo de aquella mujer que apenas había ocupado unos días los informativ­os y que después se había desvanecid­o sin dejar rastro. Y entonces recordé un epitafio latino que leí no se dónde y que tal vez estuviera dedicado a una mujer como ella: “Extranjero, lo que digo es bien poco: detente y lee hasta el final. Aquí está el sepulcro no pulcro de una mujer pulcra. De nombre sus padres la llamaron Claudia. A su marido amó de corazón. Dos hijos engendró. De éstos uno lo deja sobre tierra, otro lo tiene bajo tierra. De conversaci­ón suave y de andar comedido. Preservó la casa. Trabajó la lana. He dicho. Sigue tu camino”.

Espero que este hermoso epitafio sirva para recordar a esta mujer. Y ahora ya podemos seguir nuestro camino.

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