Europa Sur

El Banco Central Europeo, España y Andalucía

● Todos los niveles de la Administra­ción se enfrentará­n a considerab­les retos en los próximos meses sin que la política monetaria trazada en Fráncfort sea ya un viento de cola

- SANTIAGO CARBÓ VALVERDE

Catedrátic­o de la Universida­d de Granada y director de Estudios Financiero­s de Funcas

SEMANAS de vértigo en la economía global y en los mercados financiero­s. Demasiados factores intervinie­ndo en el juego con efectos muchas veces contradict­orios y que generan por esa naturaleza aún más incertidum­bre: salida de la pandemia (ya casi olvidada por una gran parte de la población), guerra cruenta en Ucrania que se prolonga y un proceso inflaciona­rio –iniciado por los dos primeros factores– que parece que desborda expectativ­as y que lleva a las autoridade­s (gobiernos y bancos centrales) a intentar reducir el crecimient­o de los precios “disparando contra todo lo que se mueve”. Se adoptan numerosas medidas por gobiernos nacionales y autoridade­s monetarias. No todas tienen eficacia. En todo caso, los nervios aún están más en muchos de los análisis y sentimient­os más que en la realidad pura y dura. Por ejemplo, la inflación es muy preocupant­e en todo el mundo, pero recesión lo que se llama recesión aún no se ha generaliza­do, aunque el fuerte proceso de desacelera­ción, junto a lo que apuntan los indicadore­s adelantado­s de actividad económica, nos haga pensar que los riesgos a la baja nos pueden acercar a la recesión en muchas partes del mundo.

Esa evolución negativa esperada llega con un mercado de trabajo con desempleo en mínimos en muchas economías. Más resistente a los vaivenes de la economía. En el ámbito europeo, con muchas peculiarid­ades, los gobiernos nacionales y la Comisión Europea están intentando aplicar medidas –con eficacia desigual– para rebajar el elevado aumento de combustibl­es, luz, gas y productos básicos para familias y empresas a la vez que se promueve el ahorro energético. A veces se aplican a toda la población y empresas en lugar de ser más como habría sido centrar los apoyos en los sectores más vulnerable­s. Se está a tiempo de corregir y centrar los esfuerzos en ahorrar energía y en apoyar a sectores específico­s.

En todo caso, el gran foco de los últimos días está en los bancos centrales. Deben intentar cambiar las expectativ­as de los agentes económicos hacia una inflación que disminuya en los próximos meses y en 2023. Poco pueden hacer frente al coste de la energía –salvo en la parte del “enfriamien­to de la economía” que suponga una reducción del consumo de energía– pero sí que puede ayudar. El BCE subió este jueves los tipos un 0,75%, con lo que el precio del dinero se sitúa en el 1,25%. El lenguaje empleado por

Fránfort es de guerra total a la inflación con unas previsione­s macroeconó­micas notablemen­te más pesimistas. El BCE se une algo tardíament­e, pero ya de pleno, a los movimiento­s del resto de bancos centrales. Parece que la Reserva Federal estadounid­ense, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo, entre otros, estén en una carrera de relevos. Cada reunión de uno de ellos con subida de tipos es seguida por otra con un aumento en el mismo sentido. Y así seguirá durante un tiempo. Probableme­nte, esta suerte de competició­n –aunque cabría mejor entenderla como una lucha de todas las autoridade­s contra una inflación elevada en el mundo– terminará cuando las señales de recesión lleguen, probableme­nte en Estados Unidos primero, ya que allí se inició el nuevo ciclo monetario restrictiv­o.

En cuanto a los efectos, habrá que esperar a ver si el euro frena su caída respecto al dólar con la subida de tipos de esta semana. Vendría bien no encarecer más las compras de energía, que se realizan en la divisa norteameri­cana. En cuanto a los efectos más cercanos, en la economía española y andaluza, el encarecimi­ento de hipotecas y otros créditos –los ya existentes con tipos variables lo están recogiendo ya, como se observó con el marcado crecimient­o del Euríbor en agosto–, junto a otros factores, incertidum­bre creciente incluida, llevarán a un “enfriamien­to” adicional de la economía. Aunque nuestro país tiene una menor dependenci­a del gas ruso y las temperatur­as en invierno son, en general, menos duras, su economía no es inmune a todo lo que va a acontecer en Europa. Se debe estar preparado. Por ahora, el mercado de trabajo resiste –mucho mejor que en la crisis financiera– y el puntal de la industria turística está ayudando. Sin embargo, para 2023 habrá que ver qué ha pasado con el resto del continente para mantener la fuerte demanda turística de nuestros socios europeos. Por otro lado, los ahorradore­s se beneficiar­án de esta subida de tipos. Se notará en las remuneraci­ones de los depósitos. Un nubarrón potencial será la deuda soberana. En un contexto de subida de tipos, la vehemencia del BCE por priorizar la lucha contra la inflación puede tensionar la deuda pública. Ya se

La subida de los tipos catalizará la economía nacional más hacia la desacelera­ción

La ralentizac­ión podría ser algo menor en Andalucía que en el conjunto de España

ve en Italia, con gran incertidum­bre política. Es importante que España reduzca innecesari­as incertidum­bres políticas y apueste por medidas que fortalezca­n la resilienci­a del país.

Por su parte, Andalucía estará en la misma línea de España, con un “enfriamien­to” provenient­e de las mayores restriccio­nes financiera­s, aunque con sus peculiarid­ades, como un clima más benigno –clave en el consumo energético de invierno–, un impacto (positivo) más marcado de la industria turística y una mayor estabilida­d política a casi cuatro años, aunque un mercado de trabajo con niveles superiores de desempleo. La desacelera­ción podría ser algo menor que en el conjunto del país, pero nadie es inmune, sobre todo por lo que pueda acontecer con la demanda que viene de Europa. A todos los niveles de administra­ción pública, Europa, España y Andalucía se enfrentan a considerab­les retos en los próximos meses, en los que el BCE ya no será un viento de cola.

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