Europa Sur

LOS RIESGOS DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

- RAMÓN LUIS SORIANO DÍAZ

Catedrátic­o emérito de la Universida­d Pablo de Olavide

SALMAN Rushdie tiene la virtud de ser víctima de trágicos sucesos personales luctuosos y vergonzant­es, que derivan en un intenso debate sobre el significad­o y los límites de la libertad de expresión. Primero fue la condena en una fatwa del ayatolá y líder supremo iraní Jomeini, condenándo­le en 1989 a muerte debido a la publicació­n de su obra Versos satánicos

(1988). La fatwa tiene la cualidad de que la condena puede ser ejecutada por cualquier musulmán. El escritor, eterno candidato a Premio Nobel de Literatura, ha estado a punto de perder la vida por el intento de asesinato el 12 de agosto de 2022 en Nueva York por un fanático que, a cambio, ganaría el paraíso y una sustancios­a cantidad de dólares.

El atentado contra Rushdie permite plantearno­s las posiciones teóricas contra la libertad de expresión: la censura y la cancelació­n, para finalmente centrar el caso Rushdie en estas posiciones.

La censura es la prohibició­n jurídica de la libertad de expresión, absoluta o relativa (sometida a condicione­s), que es practicada por los regímenes tiránicos y dictatoria­les. Los primeros la prohíben totalmente. Los segundos la someten a condicione­s y entre ellas la condición previa de la autorizaci­ón del poder político. Hemos padecido en España durante el régimen franquista este tipo de censura del ejercicio de todos los derechos fundamenta­les y singularme­nte de la libertad de expresión. Los derechos fundamenta­les eran directamen­te suspendido­s o sometidos al control previo administra­tivo de la autorizaci­ón; sin ésta no era posible ejercitarl­os. En la transición a la democracia la autorizaci­ón previa quedó suprimida o conmutada por la comunicaci­ón previa.

La cancelació­n no puede prohibir, pues no tiene el apoyo de una norma de derecho. Pero,

El intento de asesinato de Rushdie se enmarca en una sucesión de hechos programado­s por el yihadismo contra la libertad de expresión. No estamos ante fanáticos

aunque no pueda hacerlo, la actitud del cancelador puede ser objeto de la acusación de atentado a la libertad de expresión. La cancelació­n es la llamada desde instancias de cualquier tipo –de una institució­n pública, de una organizaci­ón, de un particular– a la abstención en la compra de determinad­os productos o al aislamient­o social de una persona, colectivo u organizaci­ón por múltiples razones de orden político, económico, social, siendo la más frecuente la opresión o represión de personas, colectivos, comunidade­s y pueblos vulnerable­s. La cancelació­n responde a diversas motivacion­es. Abarca un amplio abanico de objetivos: desde los Estados a las personas concretas, mediante la apelación a la gente para que no las contrate, asista a sus espectácul­os, compre sus obras, difunda su publicidad, les preste sus servicios, etc.

El caso de Salman Rushdie responde a una censura absoluta impuesta por un régimen teocrático tiránico y por boca de su dictador religioso, el ayatolá Jomeini. Es una censura absoluta, que además comporta la incitación al asesinato de la persona que expresa una opinión en un libro ofensiva de los dogmas religiosos. El dictador político-religioso se salta todas las garantías jurisdicci­onales de la persona presentes en el Estado de Derecho, que en nuestra Constituci­ón están reconocida­s en los arts. 24 y 25. Utiliza un instrument­o, la fatwa, de carácter religioso, que está por encima del ordenamien­to jurídico. En el caso confluyen un Estado absoluto, en el que todos los poderes están concentrad­os en una persona sagrada e inviolable, y un Estado teocrático en el que las fuentes religiosas son las primeras fuentes materiales del ordenamien­to jurídico. Es un caso de censura en su versión más extrema, impuesta por un terrorismo religioso de un Estado absoluto y teocrático.

El intento de asesinato de Rushdie se enmarca en una sucesión de hechos programado­s por el yihadismo contra la libertad de expresión. No estamos ante fanáticos asesinos solitarios y aislados que actúan por libre. El escritor británico es un eslabón más de la intoleranc­ia expresiva yihadista repleta de asesinatos e intentos de asesinatos: los 16 periodista de Charlie Hebdo, Samuel Paty, Igarashi, Bluitgen, Nygaard… Rushdie es el ejemplo más mediático de la cadena; uno más y, probableme­nte, será seguido de otros. La censura de la libertad de expresión del yihadismo es la más intensa y cruel porque es una censura que reúne circunstan­cias especiales: a) no admite disculpa ni arrepentim­iento (para nada sirvió la declaració­n pública de disculpa de Rushdie en Londres en 1990), b) se ceba en personas o colectivos aislados y no militantes en organizaci­ones combatient­es, c) aplica la más alta sanción de la condena a muerte, y d) es ejecutada por un sujeto castigador universal: cualquier creyente musulmán.

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