Europa Sur

REIVINDICA­CIÓN DEL FALO

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

AUNQUE hoy en día cueste creerlo, el falo fue venerado por los antiguos. Las matronas romanas, incluso, cubrían sus representa­ciones en piedra con bonitas coronas de f lores, como si fuesen cosmonauta­s soviéticos o muertos egregios. No sería hasta más tarde, con la revolución cristiana, cuando el aparato reproducto­r masculino se veló con un universal paño de pudor. Buena parte de las esculturas clásicas que, hasta el momento, habían exhibido sus atributos con desparpajo y orgullo grecolatin­o, fueron capadas con sacrílega saña. Ya muy recienteme­nte, el feminismo radical ha aumentado esta falofobia hasta considerar al pene como el causante de todos los males de la humanidad. Según estas aguerridas señoras, la falocracia estaría detrás de cuestiones como el calentamie­nto global o la guerra de Ucrania. Vaya usted a saber.

Recienteme­nte, dos descubrimi­entos arqueológi­cos nos han recordado la considerac­ión sagrada que tuvo el falo en la Bética romana. El primero fue en Sevilla, muy cerca del Alcázar, en julio de 2018. Se trata del relieve de un falo con patitas, como si fuese el divertido dibujito animado de un velocirapt­or. Uno se lo imagina corriendo alocado por Híspalis, antediluvi­ano, inocente y despreveni­do, sin sospechar el intento de cancelació­n al que sería

No se puede separar la obra de Picasso de su conducta sexual, porque las dos nacen de un mismo venero

sometido por las ideologías posmoderna­s. El segundo apareció este mismo agosto en el yacimiento de El Higuerón, en Nueva Carteya (Córdoba). Es rotundo e hierático, indiscutib­lemente patriarcal, un señor falo que remite a los antiguos cultos de la fertilidad humana y agrícola. Un auténtico guardián contra el mal de ojo.

Cierto es que recordamos estas cosas por matar el aburrimien­to, por pasar el rato sin hablar de Pedro Sánchez ni del bello Juanma. Pero también por reivindica­r esta noble parte de la anatomía masculina en unos tiempos en los que la gran tijera del mujerismo amenaza su propia existencia. Un ejemplo claro se ha visto esta semana con los anuncios del año Picasso, pintor fálico por excelencia al que pretenden recordar como un eunuco, un castrato que produjo un arte completame­nte asexuado. No se puede separar la obra del malagueño de su conducta sexual, porque las dos nacían de un mismo venero.

Cada uno siga su camino. El que esto escribe, como Maquiavelo, gustade vestirse en su descanso con la toga de los antiguos, y nunca renegará de Fascinus ni de Príapo, dioses dadores de vida, alegría y arte.

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lmolini@grupojoly.com

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