Europa Sur

‘REGGAETON’ MELANCÓLIC­O

- MIKEL LEJARZA

CADA generación tiene su propia voz y no cabe argumentac­ión posible sobre cual es mejor que las otras, puesto que todos nos identifica­mos más con aquellas que nos definen. Los jóvenes de hoy tienen como banda sonora a intérprete­s que hacen del recitado, el baile y el reggaeton, su banda sonora vital, al igual que los Beatles, los Stones o Dylan lo fueron para sus abuelos, o U2 y Dire Straits para sus padres. Sin embargo, les diría con argumentos musicales, literarios y hasta en referencia a sus actitudes, que comparar a Leonard Cohen, Neil Young, David Bowie o Peter Gabriel con Bad Bunny, Rosalia, C Tangana o Beyoncé, es como comparar Ferraris con bicicletas, portavione­s con veleros, la muralla china con un pared. Pero cada tiempo tiene sus propios escribas y portavoces que nos cuentan aquello con lo que sus ciudadanos sueñan, se enamoran, viven o les duele. Y que es evidente que los jóvenes de hoy en día prefieren a Karol G antes que a Van Morrison; así como nosotros elegimos a Pink Floyd antes que a Marifé de Triana.

La industria musical vive de los conciertos y de las bandas sonoras para el audiovisua­l

En todas las grandes capitales, en el centro de ellas, era habitual encontrar tiendas de discos. Todas han desapareci­do y en su lugar hay un comercio de ropa de alguna franquicia. De los elepés de vinilo conceptual­es, pasamos a canciones sueltas que se consumen como el chicle. La industria musical vive de los conciertos y de las bandas sonoras para el audiovisua­l. Ya nadie compra discos, un objeto precioso sustituido también por las muchas oportunida­des que propone el streaming. Los antiguos ídolos han fallecido o están a punto, y los grupos originales son ahora mismo bandas tributos de sí mismas. Ejemplo de la decadencia resultante es que el mayor evento musical ahora mismo es el Festival de Eurovisión, convertido en una Operación Triunfo internacio­nal ¿Y qué muestra la música actual de lo que ahora somos? Pues una sociedad frívola, leve, intrascend­ente y hedonista, que no quiere cambiar nada, que prefiere el ligoteo al amor o las causas, y que pretende convertir en océanos a las peceras a base llenarlas de diminutos pececillos. Llámenlo nostalgia, pero en la música actual nada sorprende porque es la banda sonora de una sociedad que huye de los riesgos y que ha sustituido las emociones que agitan a las personas, por los ritmos que mueven las caderas . Pero también nuestros abuelos se echaban las manos a la cabeza cuando nos veían dar saltos escuchando a Jagger decir que estaba insatisfec­ho e ignorando las variacione­s Goldberg de Bach . Y ya ven , el mundo nos ha sobrevivid­o.

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