Adamsberg vuelve a clase
Siruela recupera y edita, en su Colección Escolar de Filosofía, tres cuentos del comisario Adamsberg, de Fred Vargas
Estos
se publicaron por primera vez en francés en el año de 2002. Antes habían visto la luz en distintas cabeceras y publicaciones, entre 1997 y el 2000, hasta recogerse en este único volumen. Diez años después, la editorial Siruela los daría a conocer, ya vertidos al español, con el título de
Hay, sin embargo, una novedad de importancia en la actual reedición, que nos lleva a presentarlo a la consideración del lector. Dicha novedad no es otra que su publicación como texto escolar de filosofía; lo cual no deja de ser una juiciosa medida pedagógica y una singular novedad literaria. ¿Y qué tienen que ver tres relatos policiales del comisario Adamsberg con la naturaleza y la enseñanza misma de la filosofía? La respuesta es fácil: todo. Y en mayor grado cuando que el conocimiento es un conocimiento inductivo, vale decir, indiciario, desde los días de Huarte de San Juan y Francis Bacon.
Recordemos que Carlo Ginzburg atribuía al de Voltaire la primacía del relato policial moderno. Dicha atribución, sin embargo, debe reputarse como errónea, no solo porque en la de Torres Villarroel hallamos un asombroso protorelato policial, aplicado a los fantasmas de la calle Fuencarral, sino porque la propia Antigüedad, desde el
de Sófocles y el de Apuleyo, a la historias bíblicas de Susana y los sacerdotes de Bel (libro de Daniel), muestran ya una sólida estructura indagativa. Quiere decirse, pues, que no hay que esperar al dieciocho, ni a la eclosión detectivesca del XIX, capitaneada por el genio especulativo de Auguste Dupin, para comprender este conocimiento, hijo de la observación, que el propio Daniel exhibe ante Nabucodonosor. Sí hay que aclarar, no obstante, que esta forma de conocimiento adquirirá un mayor relieve a partir del XVXVI, cuando se recuperen algunas obras del Mundo Antiguo, cuales son la de Lucrecio, las de Cicerón, donde se presta singular atención a Epicuro, y el