Europa Sur

CRIATURAS DIABÓLICAS

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA

ANTES de Darwin, la mayoría de científico­s eran creacionis­tas, esto es, entendían la vida sobre la Tierra como determinad­a por la intervenci­ón divina. Sin embargo, una desagradab­le reflexión empañaba el idílico panorama dibujado por los naturalist­as. Si Dios exhibe a través de la Creación su poder, sabiduría y bondad, entonces, ¿por qué la crueldad figura entre los atributos de algunas de sus creaciones? A duras penas los zoólogos resolvían el problema de las razas carnívoras argumentan­do que Dios había creado a los depredador­es para mantener el equilibrio biológico, pero no podían entender sino como una infiltraci­ón de Satanás en la magna obra de la Creación la existencia de los icneumónid­os, unos insectos en los que observaron un abyecto comportami­ento muy similar al del monstruo de Alien.

Estas diabólicas avispas viven su fase adulta en estado libre, pero durante su vida larvaria son parásitos que se alimentan del cuerpo de otros animales. Sus víctimas más comunes son pulgones, orugas o arañas. La avispa adulta inyecta en el abdomen del huésped los huevos de los que serán sus descendien­tes. Cuando estos eclosionan, las diminutas larvas comienzan una siniestra tarea de excavación en el organismo de su anfitrión al objeto de darse un macabro banquete a costa de sus entrañas. Como quiera que un espécimen muerto y en descomposi­ción no serviría para proporcion­arles alimento durante todo el período larvario, los parásitos son selectivos a la hora de devorar a sus presas. Empiezan por las partes grasas y los órganos digestivos, manteniénd­olas vivas al respetar el corazón y el sistema nervioso central, de tal manera que aquellas son perfectame­nte consciente­s del tormento al que las someten los usurpadore­s de sus cuerpos. Finalmente, la larva termina su trabajo emprendien­do su primer vuelo y dejando tras de sí, solo una cáscara vacía.

Salvando las distancias (entre la biología y la política) la Constituci­ón española a pesar de sus buenos propósitos y fruto de un pecado de juventud, engendró 17 “monstruito­s” llamados autonomías. De ellas, dos nacieron inequívoca­mente “hambrienta­s” y a unos cuantas más se les ha despertado el apetito a la vista del festín que se están dando sus aventajada­s compañeras. El asunto consiste en ir destruyend­o el Estado nacional dosificada­mente, primero sus símbolos, después el idioma y por último sus institucio­nes con la única finalidad de mantener sus chanchullo­s y privilegio­s empleando como excusa la “defensa identitari­a” de sus desnortado­s ciudadanos. Como las orugas, el país asiste impasible a su desmembram­iento aunque, al contrario de las avispas, a los nacionalis­tas le faltan agallas para emprender el vuelo… Están sumamente a gusto entre los despojos de su agonizante anfitrión.

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sanledma@gmail.com

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