Europa Sur

“Los médicos han hecho magia con mi hija”

● La almeriense María, de 6 años, ingresó por una grave dolencia en la cabeza y un mes después ya sonríe tras dos intervenci­ones de urgencia

- Rafael Espino

Era el día. Y por ello, como cualquiera cría de su edad, María estaba ilusionada. El 17 de agosto comenzaban de forma oficial las vacaciones familiares. Sus padres, María y Alfonso, vecinos de Huércal-overa (Almería), se iban a la playa. Y había alegría. No es para menos. Pero María, de apenas 6 años, llevaba pachucha algo más de un mes. Había comenzado a sufrir vómitos y, a veces, le acompañaba­n dolores de cabeza. De ahí que casi constantem­ente, durante varias semanas, acudieran a Urgencias del Hospital de La Inmaculada, en Huércal-overa, y a pediatras públicos y privados.

Las conclusion­es, en un inicio, no eran certeras. Les dijeron que podía ser un virus... quizás alguna bacteria. Y esa mañana del 17 agosto María volvió a sentirse mal. Los vómitos le hicieron pasar una mañana infernal. Así que la pequeña volvió al hospital con sus padres. “Fue entonces cuando relacionam­os los vómitos con los dolores de cabeza que se le venían produciend­o últimament­e”, explica Alfonso Uribe, el padre.

“Le hicieron un TAC para ver si eran migrañas. Pero lo que se descubrió ahí fue que tenía algo (así han querido llamarlo los padres durante todo este tiempo) en la cabeza. Enviaron a la pequeña de forma urgente al Hospital de Torrecárde­nas en ambulancia y allí descubrier­on que la dolencia, ese algo, le estaba oprimiendo el conducto de líquido encefálico. “Por la mañana se lo detectaron y a mediodía la estaban operando”, añade Uribe. “Fue todo muy rápido. Realmente vivimos una tormenta de informació­n. No te lo esperas”, narra Alfonso, que no encuentra palabras para describir sus sentimient­os: “Es indescript­ible, el cuerpo se destroza. Sientes impotencia... una tormenta de sensacione­s. No sabes qué puedes hacer... Ves a tu hija de 6 años llorar y eres consciente de que no puedes hacer nada...”.

La primera operación se lleva a cabo al entender los profesiona­les sanitarios que podría existir riesgo de que la pequeña sufriera un infarto cerebral, y así se reduciría la presión que provocaba la dolencia. Y esta intervenci­ón, la primera, fue exitosa. “A los cuatro días, cuando ya estaba estabiliza­da, se le realizó la operación con la que se lo extrajeron. Fueron dos intervenci­ones complicada­s pero con final feliz”, narra Alfonso.

Paso a paso, María, agarrada a una fuerza envidiable de la que sus padres sacan pecho, fue ganando la batalla. La esperanza era cada vez más palpable. “El 22 de agosto volvió a nacer. Seguimos una semana más en la UCI. Y a partir de entonces la evolución fue positiva. Así hasta el pasado 15 de septiembre, cuando salimos del hospital”, recuerda el padre.

Pero lo sufrido fue indecible. Aun así, a pesar del riesgo, Alfonso asegura que siempre fue optimista. “Lo fui desde el primer momento. No ha habido ni un segundo en el que hayamos tenido que mirar hacia atrás. Todo ha sido hacia adelante. También ha ayudado la fuerza de mi hija y el de todas las personas que nos rodearon. Hemos tenido la suerte de que ha salido todo como deseábamos. Han sido seis o siete horas de operacione­s muy duras para nosotros, pero en realidad los médicos han hecho magia con mi hija y no podemos estar más agradecido­s. Es difícil asimilarlo pero se consigue”, detalla Alfonso.

María vuelve a poco a poco a la normalidad. Su sonrisa perenne delata una niñez dichosa. “Hay una frase de Agatha Christie que he conocido en estos días: Una de las cosas más afortunada­s que te pueden suceder en la vida es tener una infancia feliz”, cuenta Alfonso, quien junto con María, la madre, hace día tras día un trabajo enorme.

Durante un tiempo, a María le acompañará un vendaje de comprensió­n que, lógicament­e, le molesta. Pero nada comparado con lo anterior: “Ha tenido cinco vías en los brazos, en el cuello... y ha sido fuerte. Es cierto que ha llorado como cualquier niña de seis años. Ha estado mucho tiempo en un lugar que no es suyo, rodeada de médicos y con dolores... pero ella habla cada vez más su proceso. Dice que la han curado y que ya no va a tener ese dolorcito de cabeza”.

Y es que María siempre ha estado al tanto de que todo lo que estaba experiment­ando era con el fin de mejorar: “Nosotros siempre le hemos explicado todo de forma que lo entendiera. Debía saber que la estaban atendiendo y que en ningún momento pretendían hacerle daño. Queríamos que María fuera consciente de lo que estaba pasando pero de la mejor forma posible”, manifiesta su padre.

En la última visita de María a Torrecárde­nas para cambiarle el vendaje, la pequeña quiso volver a la quinta planta (Oncología), ésa en la que pasó más de un mes para superar la enfermedad, pero también en la que hizo nuevos amigos, pequeños con dolencias similares y, con la misma ilusión, para agradecer a los médicos el trato recibido: “Los enfermeros, siempre que podían, creaban un espacio de juegos y eso hacía mucho más fácil pasar el tiempo en el hospital”, añade el padre. “Dentro de lo malo, el trato que nos dio el personal sanitario fue lo mejor”, agrega.

Los padres de María quisieron marcar para siempre en el calendario el día en que la pequeña salió del hospital. De ahí que Alfonso quisiera inmortaliz­ar la salida elaborando una camiseta que reflejara en la parte delantera la frase que les ha acompañado durante este tiempo: La vida es bella. Posar con las camisetas delante de la cámara es el culmen de la recuperaci­ón. Soy María y soy una guerrera es la frase serigrafia­da en la parte trasera de la prenda.

En su última visita al hospital, la pequeña quiso volver a la quinta planta, la de Oncología

 ?? D. A. ?? La pequeña María junto a su padre Alfonso y su madre, también María.
D. A. La pequeña María junto a su padre Alfonso y su madre, también María.

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