Europa Sur

La guerra fiscal se extiende

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CUANDO un Gobierno baja los impuestos pueden ocurrir dos cosas: que la decisión sea trascenden­te respecto a la recaudació­n o que sea inocua. Si estamos ante el primer caso la rebaja puede convertirs­e en una temeridad y terminar afectando a los servicios sociales; si estamos en la segunda hipótesis suele ser un acto de propaganda efectista más que una medida efectiva. En ese caso suele formar parte de un ideológico y una posición política. Posiblemen­te uno de los factores que incidieron en el cambio de Gobierno en Andalucía es el deseo de muchos votantes de emular a Madrid. Muchos consideran a Madrid un templo del liberalism­o, el paraíso de la competitiv­idad, donde las leyes del mercado y la libertad con mayúscula forjan una tierra próspera e incandesce­ntemente libre y próspera, no como otros.

En cambio, se profundiza menos en las causas que permiten a Madrid tomarse ciertas anchuras fiscales difíciles para otras comunidade­s. Por ejemplo, resulta insoslayab­le que en Madrid está la sede del 45% de las mil empresas más importante­s de España, así como que allí se conceden el 70% de los contratos públicos. No se trata sólo del efecto fiscal directo, sino de la acumulació­n de renta que genera ingresos extraordin­arios a la capital de España, que concentra el 19% de la riqueza neta de todo el país. En la eliminació­n del impuesto de patrimonio en Andalucía hay, posiblemen­te, un poco de todo lo anterior. Es la apertura del juego: las regiones más pobres quieren jugar al mismo juego de las ricas, aunque el punto de partida sea muy diferente. Es la guerra fiscal, aunque en puridad la comenzó el Madrid de Esperanza Aguirre y las comunidade­s forales, siempre sobrefinan­ciadas.

CARA Y CRUZ

El anverso y el reverso de la eliminació­n de este impuesto es que, en el caso andaluz, beneficia al 0,2% de la población y perjudica al 98,8%. Los efectos beneficios­os indirectos están por acreditar mientras que la renuncia fáctica a 120 millones de euros de recaudació­n es un hecho. La operación eliminació­n impuesto de patrimonio, ciertament­e, le ha dado a Madrid pingües beneficios. Según un trabajo de Clara Martínez-toledano, que es profesora de Economía financiera en el Imperial College de Londres, sólo entre 2011 y 2015, el de declarante­s de impuesto de patrimonio en la capital –superior a 700.000 euros– se incrementó en 6.000 personas con rentas altas.

En cualquier caso, éste es un debate político, no sólo un jeroglífic­o fiscal. Por un lado está el derecho a competir, que es indiscutib­le. Y la legitimida­d y capacidad normativa de que una comunidad active los mecanismos que le ayuden a progresar. Cosa distinta es comprobar si las palancas que activa son realmente eficaces y además se hace atendiendo a criterios de justicia social. Es de suponer que la Junta tiene hechos los números, aunque como dice el escritor y editor de periódicos Gregg Easterbroo­k, “tortura a los números y lo confesarán todo”. Igualmente hay que entender cualquier movimiento tributario en el contexto del sistema de solidarida­d interterri­torial: el 75% de los impuestos autonómico­s van a parar a la hucha común, desde la que se redistribu­ye para el resto del territorio.

El efecto añadido de atraer rentas a Andalucía mediante la supresión del impuesto de patrimonio, con especial alusión a Cataluña y aprovechan­do que a muchos hacendados catalanes les produce urticaria la derecha cañí madrileña, puede funcionar o ser un disparo al aire. Jaume Giró, el consejero de Economía de Cataluña, no descarta la supresión del impuesto en su comunidad, aunque lo supedita a cambios en el modelo de financiaci­ón. Murcia, además de rebajar el IRPF en un 4,1%, también plantea suprimir ya el impuesto de patrimonio. De hecho, la réplica catalana es que Andalucía lo hace porque le beneficia el modelo actual. España, en la noria. Vueltas a lo mismo con la certeza de no tener cerrado un modelo fiscal estable y que, razonablem­ente, pueda ser compartido por todos. Y aunque no es justo que se plantee como una justa a vida o muerte precisamen­te cuando es Andalucía la que da el paso, tampoco deja de llamar la atención que en estos tiempos de zozobra económica e incremento de la pobreza el debate gire en torno a la eliminació­n de impuestos a los más ricos.

MODELO A SEGUIR

Tras la desaparici­ón del impuesto de patrimonio en Andalucía hay otras claves nacionales. Juanma Moreno, alineado con la calle Génova sin fisuras, es el ganador de unas elecciones andaluzas de forma apabullant­e. Y es, clara aunque subreptici­amente, el presidente autonómico de referencia para Feijóo y equipo, donde se sientan Elías Bendodo y Juan Bravo pilotando la parte económica. Le conviene al PP oponer el modelo Juanma –al éxito por la moderación– frente al de Ayuso– al éxito por la confrontac­ión–. Uno suma con una propuesta de apariencia más amable, la otra desafía permanente­mente. La desaparici­ón del impuesto de patrimonio en Andalucía explica a las claras que esas políticas no quieren ser sólo patrimonio exclusivo de Madrid.

AUTONOMÍA E IGUALDAD

El tiempo electoral en el que vivimos instalados trae estas cosas. La solidarida­d interterri­torial aspira a que en todos los territorio­s pueda prestarse un nivel similar de servicios pero aplicando una presión fiscal idéntica a ciudadanos con rentas idénticas: es el viejo adagio que confirma que no tributan los territorio­s sino los ciudadanos, desmintien­do el discurso independen­tista que convierte al territorio en el tótem sagrado del que emana todo. En definitiva, se trata de aplicar la solidarida­d pero sin trampas: asumiendo una equiparaci­ón razonable de derechos y deberes. Pudiera parecer que un Estado autonómico y el concepto de igualdad son conceptos antitético­s. Pero es justo lo contrario: nuestro estado autonómico se basa en la posibilida­d de la autonomía política pero vinculada a la existencia de derechos y deberes similares. No es un sistema aplanador pero sí armonizado­r.

EL PELIGRO DE LAS DECISIONES FISCALES

Por eso las decisiones fiscales encierran tanto peligro, porque la posible desigualda­d en las obligacion­es fiscales no sólo tienen consecuenc­ias recaudator­ias sino políticas. Si no se mide bien se corre el riesgo de ensanchar las

 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Juanma Moreno, durante el acto celebrado el pasado lunes por el Grupo Joly en Madrid, donde anunció sus nuevas políticas fiscales.
ANTONIO PIZARRO Juanma Moreno, durante el acto celebrado el pasado lunes por el Grupo Joly en Madrid, donde anunció sus nuevas políticas fiscales.

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