‘Los reyes del mundo’ se hace con la Concha de Oro
★★★★★
El director japonés Genki Kawamura que además de productor y guionista es creador de
obtuvo la Concha de Plata como mejor director por
una cinta basada en su propia novela donde relata recuerdos y sensaciones sobre la vida de su abuela, que murió hace años tras sufrir alzheimer. También el director de
Manuel Abramovich resultó premiado, aunque por la dirección de fotografía, mientras Wang Chao, director de
se lleva el galardón como guionista de esta historia de época que recupera la novela autobiográfica de la escritora Kong Xiu, junto a Dong Yun Zhou.
El reconocimiento al mejor intérprete de reparto recayó en la actriz de tan solo 12 años Renata Lerman, debutante en el largometraje de su padre ,y la Concha de Plata al mejor protagonista se lo repartieron los actores de Carla Quílez, de 14 años, y Paul Kircher, apenas mayor de edad.
del donostiarra Mikel Gurrea, hizo triplete al conseguir el Premio Irizar al Cine Vasco, el Euskal Gidogileen Elkartea y el de la prensa extranjera, FIPRESCI.
El Premio del Público a Mejor Película recayó en
Dirigida por el argentino Santiago Mitre, la cinta es una emocionante recreación del trabajo del equipo de abogados que se enfrentó a la sangrienta dictadura militar de Argentina durante la década de 1980, con el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín) a la cabeza. Y del español Rodrigo Sorogoyen, fue también Premio del Público a mejor película europea.
Drama carcelario, España, 2022, 125 min. Dirección: Alberto Rodríguez. Guion: A. Rodríguez, Rafael Cobos. Fotografía: Alex Catalán. Música: Julio de la Rosa. Intérpretes: Miguel Herrán, Javier Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Catalina Sopelana, Xavi Sáez, Alfonso Lara, Javier Lago, Polo Camino.
Proyecto concebido hace ya más de una década, antes incluso que
aspira a conjugar, como otros filmes del tándem Alberto Rodríguez-rafael Cobos, las formas y narrativas del cine de género, en este caso el drama carcelario, y la mirada crítica a la historia reciente de nuestro país como territorio y tiempo de caminos aún abiertos que pueden explicar ciertas derivas del presente. Más aun, este nuevo filme viene a insistir en que los cimientos del franquismo aún eran demasiado sólidos en la España de 1976, 1977 y 1978, algo que, por otro lado, cae por su propio peso.
se inspira así en acontecimientos reales, en la creación de la clandestina COPEL (Cooperativa de Presos en Lucha) y el motín en la cárcel Modelo de Barcelona, como punta de lanza de las reivindicaciones en plena Transición y con la amnistía como principal objetivo, para cuajar un nuevo duelo intergeneracional de contrarios condenado al entendimiento entre el presidiario veterano y amenazante que encarna Javier Gutiérrez y el recién llegado al que Miguel Herrán presta la arrolladora energía del falso culpable reconducida en espíritu político en pro de los derechos del colectivo.
La película oscila así entre la revisión histórico-política, el retrato de esta amistad enjaulada y las dinámicas entre rejas con tendencia a que sea la escritura, en ocasiones con excesiva voluntad explicativa y didáctica en sus diálogos, la que impulse una narración donde los personajes y sus acciones parecen movidos desde fuera antes que por las motivaciones que emanan de sus respectivas psicologías, situaciones y conf lictos.
Rodríguez se mantiene fiel al trazado global, subraya los explícitos toques de guion (el cartel de neón, los gestos repetidos y cíclicos) y explora con solvencia realista el encierro y sus rutinas descarnadas, donde asoman las líneas gruesas que separan a funcionarios de internos, aunque también se ve en la necesidad de salir al exterior y airear su filme hasta llevarlo, en un último tramo algo errático y deslavazado, hacia ese intento de fuga que no disimula ya la inclinación más previsible y condescendiente por el género una vez empantanados los mensajes y metáforas sobre la relación especular entre la prisión y el país en aquella época convulsa.