Europa Sur

Ryder de plata

● Este 26 de septiembre se cumplen 25 años del comienzo de la Ryder Cup que se celebró en el Club Valderrama de San Roque ● La voluntad inquebrant­able de Jaime Ortiz-patiño y Severiano Ballestero­s hizo posible que un sueño se hiciese realidad

- Rubén Almagro

Hoy se cumplen nada menos que 25 años del comienzo del acontecimi­ento deportivo más importante que haya albergado el Campo de Gibraltar. Posiblemen­te, uno de los más relevantes que se hayan celebrado en España, junto al Mundial de fútbol de 1982 y los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992: la XXXII Ryder Cup de golf que se escenificó en el Real Club de Golf Valderrama, en Sotogrande, San Roque. La primera que se disputaba fuera de Estados Unidos o Gran Bretaña, un testigo que años más tarde recogerían Italia y Francia. El equipo europeo venció 14’5 a 13’5 al norteameri­cano. Un resultado marcado por el último partido de la jornada dominical, en el que Colin Montgomeri­e concedió el último putt a Scott Hoch y logró medio punto imprescind­ible.

Era un viernes 26 de septiembre de 1997. El comienzo de un fin de semana que arrancó con el debut del extinto CB Los Barrios en la entonces súper prestiaga LEB Oro en el Samuel Aguilar frente al Lucentum Alicante y que finalizó con un Balona-algeciras CF en el Municipal de La Línea, que, en medio de tanto ruido, por poco no pasan desapercib­idos.

La comarca, que llevaba años esperando y trabajando para ese momento, amaneció literalmen­te inundada, incomunica­da entre muchos puntos. No hubo muertos, ni heridos graves, ni siquiera pérdidas económicas irreparabl­es por culpa de las precipitac­iones. Y sin embargo la tromba de agua de aquella madrugada ocupa un lugar en la historia del deporte mucho más allá de nuestros límites. Aquellas lluvias torrencial­es obligaron a retrasar una hora y cuarenta minutos el comienzo de la Ryder Cup. Solo Valderrama hubiese podido resolver aquella crisis en ese tiempo récord.

Aquella edición de la Ryder, la competició­n golfística por equipos por excelencia, tuvo como escenario el mítico campo de los altos de Sotogrande. Un sueño hecho realidad por mor de la inquebrant­able voluntad del entonces propietari­o del club, el añorado Jaime Ortiz-patiño, y del inmortal Severiano Ballestero­s, que hizo de mucho más que de capitán del equipo anfitrión. Sólo le faltó jugar. De hecho, Seve pasó a la historia como la primera persona que conquistab­a el título como capitán tras haberlo conseguido como jugador. El de Pedreña determinó que Miguel Ángel Jiménez ejerciese de vicecapitá­n.

La composició­n del equipo europeo desató una fortísima polémica como consecuenc­ia de la exclusión (a pesar de que tenía derecho por ranking) del madrileño Miguel Ángel Martín por culpa de una lesión que le había impedido competir desde julio. Aunque no jugó, la PGA le restituyó sus derechos a pocos días del comienzo, posó en la foto oficial y aquel equipo será recordado siempre como La Europa de los trece, que, por entonces, era el número de países que componían la CEE.

Con todos esos condiciona­ntes, jugaron por Europa: Colin Montgomeri­e, Darren Clarke, Bernhard Langer, lan Woosnam, Per-uirik Johansson, Lee Westwood, Ignacio Garrido, Thomas Bjorn, Constantin­o Rocca, José María Olazábal (por Miguel Angel Martín) y, por elección del capitán, Nick Faldo y Jesper Parvenik.

El equipo norteameri­cano estaba capitanead­o por Tom Kite, un tipo tan famoso en Estados Unidos, más allá del deporte, que incluso protagoniz­ó un capítulo de Los Simpson. Formaron aquella escuadra: Tiger Woods (que ganó solo con un punto y medio de cinco posibles, además de Constantin­o Rocca en los individual­es del último día), Justin Leonard, Tom Lehman, Davis Love III, Jim Furyk, Phil Mickelson, Jeff Maggert, Mark O’meara, Scott Hoch, Brad Faxon y, por elección, Lee Janzen, Fred Parejas.

El jueves 25 de septiembre de 1997 San Roque se había comenzado a convertir en el epicentro de todas las miradas. En la capital mundial del golf, como se afirmaba pomposamen­te en aquellos momentos. Los entonces reyes de

España, Juan Carlos I y Sofía, presidían ante nada menos que 20.000 espectador­es la inauguraci­ón oficial, preñada de liturgia olímpica, en la que no faltó el desfile de los equipos de Europa y Estados Unidos y en el que la comarca sólo contó con un alcalde, el sanroqueño Andrés Merchán. El presidente de la Junta, Manuel Chaves, el de la Diputación en aquel momento, Rafael Román, y la entonces ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, ocupaban lugares de privilegio.

El comienzo del juego no era más que la culminació­n de seis años de advertenci­as continuas de que llegaba a Valderrama un acontecimi­ento que ni gran parte de los ciudadanos de la comarca ni, lo que es peor, la totalidad de los políticos, fueron capaces de entender. Lo que, por añadidura, les impidió rentabiliz­arlo como hubiese sido preceptivo. Baste como ejemplo que setenta kilómetros de cableado llevaron, a través de trece canales, las imágenes de la competició­n a unos 700 millones de personas en todo el planeta.

Este torneo ideado en 1926 por Samuel Ryder, el desocupado hijo de un comerciant­e de maíz de Manchester, para “defender el honor del golf británico” está considerad­o el cuarto en impacto mediático a nivel mundial, sólo por detrás de los mundiales de fútbol y atletismo y de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, la mayoría de los que lo siguieron por televisión y prensa acabaron por no saber si se jugaba en Valderrama o en Sotogrande y si estas indefinida­s ubicacione­s estaban en Cádiz o Andalucía o cuál de ellas era el todo y cuál la parte. De San Roque, nada. La empresa patrocinad­ora, Johnnie Walker, hizo lo imposible, bien por voluntad bien por desconocim­iento, para que así fuese.

Además de un impresiona­nte despliegue, sobre todo de la Guardia Civil, 1.014 voluntario­s (137 de Algeciras, 109 de La Línea, 80 de San Roque y ocho de Los Barrios representa­ban a la comarca) velaron para que los alrededor de 50.000 espectador­es que acudieron cada día al campo pudiesen disfrutar del espectácul­o.

Entre los que se dejaron ver en calidad de espectador­es, algunos casi levantaron más revuelo que los propios jugadores. Fue el caso del baloncesti­sta Michael Jordan que recibió un trato de monarcadel actor Michael Douglas o el ciclista Miguel Indurain. Ni la llegada del entonces presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, ni el del Comité Olímpico Internacio­nal, Juan Antonio Samaranch o de George Bush padre, ex presidente de EEUU, supuso tanto para la mayor parte de los que habían adquirido sus entradas como el de los antes mencionado­s.

Las carreteras fueron, con mucho, el talón de Aquiles de aquella Ryder. En un alarde de previsión, el ministro José Borrell había denegado el apoyo del gobierno socialista unos años antes para el desdoblami­ento de la Carretera Nacional 340 entre Estepona y Guadiaro por considerar­lo innecesari­o. La consecuenc­ia fue que la Guardia Civil se veía obligada durante la noche a colocar conos en dicho trazado para crear un tercer carril artificial, que facilitaba el acceso a Sotogrande. Hacia la mitad de cada jornada esa vía cambiaba de dirección para favorecer la salida en dirección Málaga. Hasta dieciséis kilómetros de colas se registraro­n algunos días.

El desplazami­ento desde los diferentes aparcamien­tos hasta las inmediacio­nes del campo se convirtió en el principal obstáculo, especialme­nte al final de cada jornada, cuando los aficionado­s abandonaba­n de forma masiva las instalacio­nes.

El gran desembarco de entusiasta­s desde todos los puntos del mundo (10.000 del Reino Unido, 5.000 de Estados Unidos) puso patas arriba el mundo hotelero, poco dado entonces a este tipo de retos. La leyenda afirma que se pagaron desde medio millón (3.000) hasta dos millones de pesetas (12.000 euros) por alquilar durante una semana uno de los chalets de Sotogrande. Cinco grandes transatlán­ticos atracaron en el puerto de Algeciras para hacer las veces mitad de residencia mitad de casino.

A primera hora de la tarde del domingo 28 la Infanta Elena, en presencia del presidente del gobierno, José María Aznar, entregaba a Seve Ballestero­s la Copa Ryder, cuyo triunfo había revalidado Europa en una última jornada de infarto a la que había llegado con cinco puntos de ventaja que estuvieron a punto de esfumarse.

Años después, Nacho Garrido dijo en el diario El Mundo: “Recuerdo las celebracio­nes y que no podíamos avanzar, la gente nos paraba, nos tocaba, querían nuestras gorras, hasta los jerséis... Era una locura”.

Chema Olazábal explicaba: “Para mí fue una Ryder Cup muy especial: después de todas las que habíamos compartido Seve y yo formando pareja, era la primera vez que jugaba con él como capitán. Seve estuvo pendiente de todo. Nos exigió mucho, lo mismo que siempre se había exigido a sí mismo y estuvo encima de todos los jugadores.

“Seve estudió el juego del equipo estadounid­ense en profundida­d y preparó el campo de manera que todos jugásemos desde la misma zona para tener las mismas oportunida­des, y con la ayuda del Pisha [en referencia a Miguel Ángel Jiménez], su mano derecha, acertó de lleno en la elección de las parejas. Nos transmitió la pasión que ponía en todo lo que hacía y fue un gran capitán”, recordaba Olazábal con motivo del vigésimo aniversari­o. Este lunes ya son 25 los años que han transcurri­do. Y aún parece que fue ayer.

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Los ganadores, con su trofeo.
 ?? ?? Los integrante­s del equipo europeo y Jaime Ortiz-patiño, con la Copa Ryder.
Los integrante­s del equipo europeo y Jaime Ortiz-patiño, con la Copa Ryder.
 ?? ?? Los dos conjuntos posan en la escalera de acceso a Valderrama junto a los entonces Reyes, Juan Carlos I y Sofía.
Los dos conjuntos posan en la escalera de acceso a Valderrama junto a los entonces Reyes, Juan Carlos I y Sofía.
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El público celebra uno de los puntos.
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REPORTAJE GRÁFICO: RCG VALDERRAMA, DORO Y EUROPA SUR
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Jaime Ortiz-patiño besa a uno de los participan­tes.

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