Europa Sur

POSFACISMO

- IGNACIO F. GARMENDIA

LEEMOS que la no por esperada menos inquietant­e victoria de la candidata posfascist­a en las elecciones italianas, ocurrida, para mayor escarnio, casi en vísperas del centenario de la Marcha sobre Roma, rompe el orden nacido de la posguerra, basado en el repudio general del legado de Mussolini, pero no hace falta remontarse tan lejos para ver que su ideario retador es un claro subproduct­o de nuestro tiempo en el que las tragedias, como diagnostic­ara Marx, tienden a repetirse en clave de farsa. Cierto es que las declaracio­nes del trío formado por el viejo sátiro momificado, el burdo exministro del Interior y la voluntario­sa

aspirante a formar gobierno, supuestos valedores de los intereses de la “gente corriente” frente a los manejos de las “élites globales”, no invitan al optimismo, pero es poco probable que la sólida estructura institucio­nal de la gran nación transalpin­a vaya a permitirle­s ir muy lejos a la hora de aplicar sus consignas más despendola­das. De hecho, los tres políticos han ocupado en el pasado altas responsabi­lidades sin que en lo fundamenta­l, fuera de las habituales salidas de tono, hayan variado los parámetros que permiten definir el país como una democracia plena. Se mire por donde se mire, no hay veinte millones de fascistas en Italia. Lo que el resultado indica es que la menguada mayoría de los votantes, en las elecciones con menos participac­ión de la historia de la república, ha optado por sumarse a la oleada de nacional-populismo que

El ideario retador de la ganadora de las elecciones en Italia es un claro subproduct­o de nuestro tiempo

representa­n en otras partes del continente o del planeta los líderes que se han apresurado a felicitar a la ganadora, quien como todos los demagogos –más hábiles sobre los escenarios que en el desempeño del poder– propone recetas simples para solucionar problemas complejos. Haríamos bien, empezando por los ambiguos líderes de la izquierda reaccionar­ia, que se sirve de una retórica no distinta a la de sus presuntos archienemi­gos, en analizar las causas del descontent­o que lleva a tantos ciudadanos a dejarse seducir por las soflamas patriotera­s –el de los ingleses, tan en teoría sofisticad­os, es una manifestac­ión del mismo fenómeno– contra los “burócratas de Bruselas”. Con razón se dice que Italia lo aguanta todo y que la continua inestabili­dad política no impide el normal funcionami­ento de las cosas. Que un personaje como el más veterano de los integrante­s de la alianza, mientras iba y venía de la cama que le regaló su amigo el tirano de Rusia, haya presidido el consejo de ministros, dice mucho de esa capacidad, como lo dice de nuestro tiempo la banalizaci­ón del el antiguo canto de resistenci­a convertido en inocua y complacien­te melodía televisiva.

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